Para un científico del CONICET, los datos sugieren que algunas especies proliferan más o expanden su rango de distribución. “Sin embargo, es necesario probarlo”, advirtió.
(22/01/2018 -Agencia CyTA-Fundación Leloir. Por Matías Loewy)-. Al menos algunas de las 100 especies de medusas o “aguas vivas” del Mar Argentino parecen atravesar un período de “explosión reproductiva” y aparecen en lugares de la costa donde nunca se las había observado. El fenómeno, quizás relacionado con el calentamiento global, la disminución de sus predadores naturales u otros factores ambientales, intriga a los investigadores. Y revela cuán poco se conoce todavía sobre el ciclo de vida y la distribución de estos organismos primitivos, que precedieron a los peces de los océanos en más de 200 millones de años.
“La principal pregunta que nos hacen los pescadores es: ¿no hay cada vez más medusas? Y la verdad es que aún no podemos contestarla”, dijo a la Agencia CyTA-Leloir el doctor Gabriel Genzano, investigador del CONICET en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP). “Los datos lo sugieren, pero es necesario probarlo”.
Desprovistas de cerebro y otros órganos, el movimiento de las medusas suele estar determinado por el flujo de las corrientes. “Son errantes en las columnas de agua”, definió Genzano. Sin embargo, algunas especies se desplazan sólo sobre el talud y otras son netamente costeras.
Si bien la distribución de las especies es conocida, sus abundancias parecen ser cambiantes e imprevisibles. Este verano, los vecinos y turistas de Puerto Madryn se sorprendieron con la aparición de medusas gigantes de un metro de diámetro y 24 tentáculos de hasta 4 metros de largo, de la especie Chrysaora plocamia. Según los científicos, el fenómeno ya se había registrado en 1997 y 2000.
Por otra parte, una medusa diminuta y molesta para los bañistas, apodada “tapioca” (Liriope tetraphylla), parece estar expandiéndose más allá de San Clemente y Villa Gesell, donde era más habitual. Y ya se constataron apariciones y picaduras cerca de Bahía Blanca, en los balnearios de Monte Hermoso y Pehuencó.
“Pica generalmente donde está el elástico de la malla: en los breteles o corpiño de la mujer, o en el short o slip del hombre. Porque ahí es donde se mete y se rompe y empieza a disparar los nematocistos o estructuras que almacenan el veneno”, señaló Genzano.
En cambio, en estas dos últimas playas desde hace cuatro años no se advierte la presencia de la más tradicional y peligrosa de las aguas vivas en la zona: Olindia sambaquiensis, que genera una intensa urticaria y ha provocado internaciones en personas sensibles. ¿Hay alguna relación entre la aparición de una especie y la desaparición (al menos temporaria) de otra? “No lo sabemos”, reconoció Genzano. “Es posible que esté representado en otra forma, como pólipo [una etapa en el ciclo de vida que vive adherida al fondo marino], comiendo y esperando que llegue su momento para crecer y liberar medusas”.
Las medusas no sólo son un tormento ocasional para los turistas. Tienen un rol importante en el ecosistema marino y, aunque compiten por el alimento con los peces, eventualmente se convierten en su presa en situaciones de escasez. Por otro lado, existen dos docenas de especies que son comestibles en Asia, por su mayor proporción de gelatina, incluyendo una relativamente abundante en el Mar Argentino, Lychnorhiza lucerna, que el Instituto Nacional de Desarrollo Pesquero (INIDEP) está estudiando en Mar del Plata para su posible explotación. También pueden ser fuente de queratina para la industria cosmética.
“Por eso es importante saber cuántas medusas tenemos y adónde las tenemos. Qué especies podemos encontrar y en qué abundancias, cuando se tira la red en Buenos Aires, en Península de Valdés o en Tierra del Fuego”, enfatizó Genzano, quien está llevando adelante un relevamiento exhaustivo de esas poblaciones.
Para el bañista común, en cambio, las disquisiciones taxonómicas son menos relevantes. Y cualquier picadura de medusa amerita el mismo tratamiento. “Hay que lavar la zona con agua de mar, no con agua dulce, y aplicar frío seco y/o vinagre. Nunca rascarse ni dar calor a la zona afectada”, recomendó el biólogo marino.