(I Ciencia – SeCyT – Número 15)-. Elena Abraham es directora del Laboratorio de Desertificación y Ordenamiento Territorial, perteneciente al instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Arida (IADIZA). En esta entrevista explica cómo abordar el problema para tratarlo, desde la concientización hasta la aplicación de técnicas concretas en territorios afectados. Además, habla sobre la resistencia de los productores y el “conflicto de intereses” que dificulta la lucha contra la desertificación.
¿Qué tareas desarrolla el IADIZA en relación a la desertificación?
Las más importantes están vinculadas con la investigación de las tierras secas. Esa investigación comprende trabajos disciplinarios e interdisciplinarios. En los primeros, se trabaja ya sea con la fauna, la flora, la productividad, la gemorfología, el suelo, el agua, etc. Los segundos, se realizan a partir de grupos que toman un poco de todas esas investigaciones con enfoques interdisciplinarios, sobre todo orientados a proyectos y a soluciones.
¿Y en qué consisten esas soluciones?
Hay muchísimas técnicas, pero tienen que estar enmarcadas en un enfoque de recuperación participativa. Es decir, cualquiera que se use, debe consensuarse con los usuarios finales. Porque son ellos los primeros que tienen que saber qué es lo que deben cambiar y cómo. Entonces, lo primero es una tarea de sensibilización y de conocimiento mutuo entre quienes harán la asistencia técnica y aquellos que desarrollarán los cambios profundos en la zona. Ahí sí entran las metodologías, que van desde la incorporación de materia orgánica al suelo, la revegetación, la reforestación, la fijación de las dunas, la introducción de especies, hasta el uso más sustentable de especies nativas.
Usted hace hincapié en generar la participación de los afectados, ¿pero cómo se hace para que ellos se interesen en aplicar el proceso?
Fundamentalmente, debe trabajarse con las actividades económicas que la gente afectada busca como subsistencia. Por ejemplo, si en un lugar la mayor parte de los productores se dedican al ganado caprino, muchas técnicas se relacionan con un mejor manejo del ganado, del uso del agua, con el aprovechamiento de recursos naturales –las pasturas y la vegetación. En el caso anterior, si están acostumbrados a producir nada más que carne, uno de los proyectos que estamos llevando adelante se refiere a la diversificación, para que también produzcan leche de cabra. Sin embargo, es necesario hacer toda una serie de procesos previos. Se trata de un enfoque sistémico. Uno no puede trabajar sólo con una parte, sino con todos los elementos del ambiente. Y el ambiente es lo físico, lo económico, lo social y lo institucional.
¿Entonces la desertificación también en el fondo es un problema de información de y hacia la gente?
De información y formación. Las dos cosas. También tiene mucho que ver nuestro sistema de ciencia y técnica porque éste está pensado fundamentalmente para hacer trabajos de investigación competitiva a nivel internacional. Pero no demasiado pensado para resolver los problemas concretos del país.
Volviendo a las soluciones, si las técnicas contra la desertificación se relacionan al manejo cuidado del rodeo y el ganado, es de imaginar que haya resistencia de los productores a aplicarlas…
Claro, porque ellos necesitan ingresos. Tienen su propia racionalidad. No es que esta gente esté degradando porque le encanta hacerlo o porque son malignos. Lo hacen porque, primero, están en una situación en la que deben sobrevivir; segundo, porque los ambientes ya están degradados, recibieron una herencia de degradación, de desertificación. Y ellos deben mantener la supervivencia, producir en este momento con los sistemas que ese ambiente les está permitiendo, con todas las limitantes y todos los errores que puede haber. Y para mantenerse en un nivel de vida muy inestable y de muy baja calidad.
Usted describió las consecuencias más inmediatas del problema. ¿Cuáles son los efectos indirectos de este mal?
Nos afecta a todos directa o indirectamente. Lo que pasa es que la gente de las ciudades tarda más tiempo en percibir esos cambios. Las personas que viven en contacto más directo con ese ambiente, lo siente inmediatamente. La desertificación y el cambio climático son dos grandes motores que están cambiando todo nuestro mundo en este momento. Están trabajando de la mano. El cambio climático se origina en una cantidad de emisiones que produce la sociedad industrial. Y es la sociedad industrial la que está produciendo también los procesos de desertificación. Entonces, hay una sinergia entre uno y otro. Estamos con dos grandes gigantes de transformación de nuestro ambiente, que si no los abordamos rápidamente vamos a tener problemas en todas partes. Ya estamos teniéndolos.
¿Tan apremiante es?
Y, ya está socavando las bases productivas y económicas de nuestro país. Casi el 50% de la producción agrícola-ganadera está en las tierras secas. Y están desertificadas. Si lo vemos desde un enfoque productivista nada más, eso sólo alcanza para preocuparse. Y cuanto más, si lo vemos desde un enfoque a mayor plazo que el del desarrollo sustentable: estamos perdiendo ecosistema, suelo. Y con la expansión de la frontera agropecuaria, estamos sacando la diversidad biológica, transformando lugares en zona de monocultivo. Sobre todo en el caso de la soja. Ahora tiene un tremendo precio en el exterior y está siendo una parte muy competitiva de la producción agrícola, por el tema de las exportaciones. Pero, en realidad estamos exportando nitrógeno, suelo, porque la soja como se está produciendo resulta en una alta degradación de ese elemento. Y al mismo tiempo, no sólo degrada en el ciclo de producción, sino en el de implantación. Con el cultivo de soja, eliminamos toda la vegetación natural. Y al mismo tiempo, a la gente.
¿Cuáles ve como los principales inconvenientes para afrontar la desertificación?
En el fondo de todo, hay conflictos de intereses por la producción económica, la necesidad de tener altos rendimientos en tiempos cortos y de lograr exageradas ganancias y poder. Mientras no pasemos sobre los intereses sectoriales, no vamos a poder tener una propuesta a nivel nacional, regional o local. Por otro lado, esta lucha se comienza a dos puntas: a nivel local, trabajando en cosas concretísimas con la gente que tenés al lado; y a nivel nacional, como se está empezando a hacer con distintos niveles de organización y coordinación, para poner en valor el esfuerzo de muchos que están trabajando ignorados o marginados o con pocos recursos en todo el país. Esto último es muy importante porque da visibilidad a todas las propuestas que se están trabajando y organizan de alguna manera a la sociedad en relación con esos exagerados intereses.
Si estamos en presencia de un proceso de consecuencias tan importantes, ¿por qué es una problemática menos mediatizada y de más bajo conocimiento público respecto a otras ambientales?
Justamente, como toca sensibles intereses, no hay muchas ganas de ponerlo en primer término. Además, como buen problema ambiental toca prácticamente a todos los sectores de la sociedad -sabiamente a la desertificación la llaman “el cáncer de la tierra” porque ataca al sistema, no a una pequeña parte-. Y aparece muy silenciosamente, no tiene efectos tremendamente visibles como lo que está pasando con el cambio climático, donde hay signos muy potentes: las inundaciones, el deshielo de glaciares, etc. Por otra parte, tampoco es casualidad que a la desertificación la denominan el problema de los pobres. Y los pobres no tienen mucha voz. Cuando afecte a las zonas más importantes del país, ahí probablemente tengamos ya una visibilidad más fuerte, y las cosas serán más difíciles de resolver.