(21-02-06 – CyTA-Instituto Leloir, Ricardo Gómez Vecchio)-. Contribuir a develar los misterios del cosmos desde la Argentina puede sonar a misión imposible. Pero para el doctor Juan Carlos Muzzio, investigador del CONICET y ex decano de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de la Plata, es una tarea a la que los astrónomos argentinos suman esfuerzos y resultados pese a las dificultades.
– ¿Qué lo motivó a dedicarse a la astronomía?
Desde la adolescencia me atraía fuertemente la investigación científica, aunque pensaba orientarme al área biomédica. Pero, hacia 1960 y siguiendo las instrucciones de una revista de hobbies de esa época, me construí un telescopio (en rigor, un anteojo) muy rudimentario que me permitió ver los cráteres de la Luna, satélites de Júpiter, etc. Después de eso, supe que lo mío era la astronomía.
– ¿Cómo fue la reacción de su familia?
Mi familia no le veía futuro, sobre todo económico, a esta profesión, por lo que tuve una fuerte oposición. Finalmente, opté por iniciarme en ingeniería, con la idea de que las materias básicas de matemática y física me servirían para luego seguir astronomía y dejar conformes a mi familia y a mí mismo. Los primeros años de ingeniería, de fuerte formación físico-matemática, los pasé muy bien pero, cuando llegué a las materias específicas, me convencí de que no era para mí, Aunque a regañadientes, mi familia aceptó mi decisión. Muchos de mis colegas actuales han tenido historias similares de oposición o, al menos, desconfianza familiar a seguir nuestra profesión.
– ¿Dónde estudió la carrera?
Empecé en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires y la concluí en la Escuela Superior (hoy Facultad) de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de La Plata.
– ¿En qué tema se especializó?
Aunque, pese a mi iniciación “telescópica”, siempre me había atraído la teoría, a fines de la década de los 60 la astronomía argentina estaba fuertemente orientada a la observación, así que comencé como astrónomo observacional. Una beca externa del CONICET me permitió especializarme en la investigación de la estructura espiral de nuestra Galaxia con observaciones en el rango óptico, junto al Dr. Bart J. Bok en el Steward Observatory, University of Arizona, EEUU, tema que proseguí a mi regreso a La Plata. A principios de los 80, cuando nuestro grupo tuvo su propia computadora fui, poco a poco, pasando de los temas observacionales a los teóricos, la dinámica de sistemas estelares. Merced a una beca y subsidios de la Smithsonian Institution pude perfeccionarme también en estos nuevos temas, junto al Dr. M. Lecar, en el Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics de EEUU
– ¿Qué nos puede contar acerca de la historia de este tema en nuestro país?
El estudio de la dinámica de los sistemas estelares mediante simulaciones numéricas comenzó, en los Observatorios de La Plata y de Córdoba, en la década de los 80. En la década de los 90, a la actividad en aquellos observatorios se agregó la del IAFE, en Buenos Aires. Luego de un cuarto de siglo de iniciada en nuestro país, prácticamente de la nada, es hoy una rama vigorosa de la astronomía argentina.
– ¿A qué proyectos de investigación se dedicó a lo largo de su carrera?
En mi etapa observacional descubrí e investigué trazadores ópticos de la estructura espiral. En la etapa teórica estudié la pérdida e intercambio de material entre galaxias de un mismo cúmulo, la fricción dinámica, los efectos dinámicos que sufren los satélites galácticos y, en la última década, el efecto del caos en los sistemas estelares. En su gran mayoría, no han sido trabajos exclusivamente míos sino realizados con distintos colaboradores.
– ¿Qué se encuentra investigando actualmente?
Dentro del tema general de estructura orbital de los sistemas estelares, que incluye a las órbitas caóticas, en estos últimos años me interesa mucho el caso de las galaxias elípticas. Junto con colegas griegos, trabajando independientemente, estamos mostrando que el caos es muy importante en estas galaxias. También estudié el efecto de la rotación de figura lenta de uno de estos sistemas y estoy comenzando a investigar el problema de si una galaxia elíptica puede, al mismo tiempo, ser triaxial y albergar un agujero negro en su centro.
– ¿Ve interés en las nuevas generaciones por dedicarse a esta especialidad?
Dentro del tema general de la dinámica de sistemas estelares, me da la impresión que lo que más atrae a los jóvenes es la formación de galaxias y estructuras en el Universo; en La Plata hay varios interesados en aspectos teóricos de la dinámica no lineal y el caos.
– ¿Por qué cree que quienes ingresan a la universidad tienen tantas dificultades para aprobar los exámenes?
Aunque sea un lugar común, creo que la formación de la escuela secundaria, o polimodal, deja muchísimo que desear. En particular, dudo que los estudiantes tengan ocasión de resolver problemas, aspecto importantísimo para el dominio de la matemática a cualquier nivel. Finalmente, y reconociendo que hay honrosas excepciones, mucho me temo que los jóvenes actuales son víctimas de un clima general que no alienta ni privilegia el esfuerzo individual.
– ¿Cuáles han sido las mayores satisfacciones en su experiencia como investigador en el campo de la astronomía?
La mayor satisfacción es, indudablemente, poder dedicar la propia vida al trabajo que a uno más le gusta; me considero, en ese sentido, un verdadero privilegiado. Por otra parte, cuando uno descubre algo nuevo, experimenta un placer muy especial; es una sensación fantástica ver que la idea que uno tuvo permite explicar algún fenómeno observado y, más aún, predecir algo, no conocido en ese momento, y que luego se observa de acuerdo a la predicción realizada.
– ¿Y sus mayores frustraciones?
Una frustración cíclica es la relativa a los recursos para la investigación: a lo largo de toda mi carrera viví numerosos períodos en que contábamos con recursos razonables, intercalados con otros en los que carecíamos hasta de lo más básico para nuestro trabajo. En los últimos años la carga burocrática se ha vuelto realmente infernal: los científicos perdemos muchísimo tiempo llenando solicitudes e informes. Cualquier científico sabe que las evaluaciones son imprescindibles para asegurar la calidad de la investigación, pero la carga burocrática correspondiente debería reducirse al mínimo.
– ¿Cómo ha evolucionado la investigación astronómica en Argentina?
Los astrónomos argentinos han jugado y juegan un papel importante en el desarrollo de nuestra ciencia a nivel mundial, lo que es particularmente notable teniendo en cuenta las limitaciones económicas que solemos tener. Lamentablemente, a lo largo de los más de 35 años de mi carrera, nuestro progreso se realizó a un ritmo menor que el resto del mundo, lo que equivalió a un continuo proceso de decadencia e hizo que nuestra importancia relativa, aunque todavía significativa, sea cada vez menor, aún a nivel latinoamericano.
– ¿Cuáles son los principales misterios por develar en relación al cosmos?
Para mi gusto: la materia oscura. Algo así como el 95% del Universo parece ser materia que no podemos ver y que no sabemos qué es, aunque, por supuesto, abundan las teorías al respecto.
– ¿Cree que es posible que exista vida en otros planetas?
Más que posible, lo considero altamente probable si tomamos la palabra “planeta” en sentido general y no limitado al sistema solar.
– ¿Cuántos observatorios astronómicos hay en Argentina y cómo están equipados?
En el rango óptico todavía compiten, con equipamiento muy limitado para el nivel internacional, el CASLEO (operado conjuntamente por las Universidades Nacionales de La Plata, Córdoba y San Juan, el CONICET y la SECTIP), el Observatorio “Félix Aguilar” de San Juan y el Observatorio de Córdoba; hay además alguna actividad observacional muy reducida en La Plata y Rosario. En radioastronomía, también con medios muy limitados, está el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR). Se investiga además en astronomía, sin observatorio propiamente dicho, en Buenos Aires y en Tucumán. Afortunadamente, la calidad de los astrónomos argentinos les permite acceder a instrumentos extranjeros (incluyendo los del proyecto Gemini, del que formamos parte), lo que permite realizar trabajos competitivos internacionalmente.
– ¿Qué tipo de investigaciones se realizan en los observatorios argentinos?
Justamente, por tener acceso a instrumentos extranjeros y por el hecho de que se pueden hacer buenos trabajos con computadoras relativamente baratas, en la Argentina se cultivan buena parte de los temas que interesan a nivel mundial. Hay excepciones como, por ejemplo, la planetología que requiere el envío de sondas espaciales a otros cuerpos del Sistema Solar y limitaciones impuestas por los recursos disponibles.
– ¿De dónde se obtienen fondos para la investigación en el campo de la astronomía en nuestro país?
Los fondos provienen de las Universidades, del CONICET, de la SECTIP, de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica, de la CIC, del CONICOR, etc. A veces se consiguen de entidades extranjeras y, en el pasado, hubo contribuciones de la Fundación Antorchas.
– ¿Qué argumentos esgrimen los astrónomos para conseguir apoyo?
Los argumentos dependen de cada uno. Por mi parte, considero que el arte, la ciencia y la filosofía nos elevan sobre los otros animales y es un deber humano desarrollarlos. Me resultaría inconcebible la humanidad actual, con toda su tecnología, creyendo todavía que la Tierra es el centro del Universo o que éste ha sido creado hace sólo 5.000 años. Pero, para los que quieren argumentos “prácticos”, habría que señalarles que no podríamos tener aquella tecnología si incontables investigadores no se hubieran dedicado, a lo largo de siglos, a estudiar fenómenos sin ningún interés práctico. Cuando se conoce bien la ciencia básica de un fenómeno, es fácil hacer ciencia aplicada, pero, si se desconoce la primera, es imposible hacer la segunda.