Según una investigación estadounidense, las reacciones autoinmunes, base de enfermedades como la diabetes juvenil, la artritis reumatoide y la esclerosis múltiple, podrían deberse a una acumulación anormal de células dendríticas. Expertos locales opinan que el descubrimiento podría conducir al desarrollo de terapias más efectivas para el control de este tipo de trastornos.
(15/03/06 – CyTA – Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane) – Un equipo de investigadores del Baylor College of Medicine y el M. D. Anderson Cancer Center de Houston, Estados Unidos, llegó a la conclusión de que la acumulación de células dendríticas podría promover el desarrollo de síntomas autoinmunes, según un reciente informe publicado por los investigadores en la revista Science.
Las células dendríticas son células del sistema inmune, llamadas así por su semejanza con sus pares nerviosas –formadas por un cuerpo celular y varias prolongaciones. Se encuentran en los intersticios de la mayor parte de los órganos, como el corazón, el pulmón o el hígado y tienen la misión de poner en marcha las defensas del organismo contra los cuerpos extraños.
Habitualmente, las células dendríticas activan a los linfocitos –otras células del sistema inmune- para combatir las infecciones. Pero una vez que lo hacen, se autodestruyen. Este “suicidio” de las células dendríticas es natural en el organismo y resultaría clave para prevenir las reacciones autoinmunes.
El equipo de investigadores de Texas, integrado por Min Chen, Jin Wang y otros cinco especialistas, generó ratones transgénicos, capaces de inhibir la muerte de las células dendríticas.
Como resultado, los ratones acumularon este tipo de células a medida que envejecieron, lo que derivó en la activación crónica de sus linfocitos y en manifestaciones autoinmunes sistémicas, como la acumulación de anticuerpos en los riñones o la infiltración de linfocitos en los pulmones.
Los trastornos autoinmunes se desarrollan cuando el sistema inmune no puede diferenciar los tejidos del propio cuerpo de las sustancias externas y ataca los tejidos normales propios.
En estos trastornos, los mecanismos de control que ejercen las células del sistema inmune se interrumpen. El fenómeno se produciría por mutaciones en aquellos genes que hacen posible la muerte natural de las células dendríticas.
“Al saber que las células dendríticas son unas de las grandes responsables, se podría utilizar terapias contra estas células para limitar o controlar una enfermedad autoinmune ya establecida”, analiza la doctora María Verónica López, investigadora de Terapia Génica en el Instituto Leloir y docente de la UBA.
Hasta ahora, los inmunólogos creían que las reacciones autoinmunes se producían por una actividad exagerada de los linfocitos T. Sin embargo, los nuevos resultados indicarían que son las células dendríticas las que juegan un papel clave en el proceso.
Los investigadores de Baylor inhibieron la destrucción de los linfocitos T en los mismos ratones y se sorprendieron al comprobar que este factor no promovió de manera significativa la producción de anticuerpos, como sí sucedió al inhibir la muerte de las células dendríticas.
“Los inmunólogos que estudiaban las reacciones autoinmunes se habían ocupado de las células T porque son las que llevan a cabo el ataque, pero les faltaba ver un escalón superior, esto es la voz de mando y aquí es donde surgen las células dendríticas”, explica la doctora López.
El descubrimiento es apenas el inicio de un vasto campo de investigación. El equipo de Baylor aún no pudo descifrar cómo es que se produce el proceso. “Todavía desconocemos los detalles del mecanismo”, reconoció Wang a Science.
“Las posibilidades de investigación son enormes. Todo apunta – subraya López – a develar el mecanismo por el cual se acumulan estas células. Si se detectan todos los genes responsables -con ayuda de la ingeniería genética- incluso se podrían desarrollar análisis para pronosticar la susceptibilidad de una persona a padecer una enfermedad autoinmune”.
La diabetes juvenil, la artritis reumatoide y la esclerosis múltiple son trastornos autoinmunes que deterioran la calidad de vida de muchas personas e incluso pueden causar la muerte. Si bien factores ambientales suelen desencadenar la aparición clínica de estos trastornos, en todos ellos subyace una predisposición genética. Conocer en detalle estos mecanismos traería nuevas esperanzas para los pacientes.
La diabetes juvenil se desarrolla de manera gradual. Pueden pasar varios años antes de que se manifieste clínicamente, y ocurre tras el ataque del sistema inmune contra las propias células beta del páncreas, las encargadas de producir la insulina.
En tanto, la artritis reumatoide es una enfermedad inflamatoria, progresiva, que afecta a múltiples órganos, en especial las articulaciones y tiene mayor incidencia en las personas de mediana edad.
Por su parte, la esclerosis múltiple se caracteriza por múltiples lesiones en la sustancia blanca del sistema nervioso central, con pérdida de mielina –la sustancia que rodea a los nervios. Por lo general comienza entre los 20 y los 40 años, y afecta especialmente a las mujeres.
Develar el misterio genético que encierra la acumulación anormal de células dendríticas en los pacientes que desarrollan este tipo de enfermedades será un paso clave para producir mejores tratamientos y eventualmente también pronosticar su aparición.