(05/04/06 – CyTA-Instituto Leloir. Por Ricardo Gómez Vecchio)-. José Alberto Castro, Director del Centro de Investigaciones Toxicológicas (CEITOX), del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (CITEFA) y el CONICET, ha contribuido enormemente a desarrollar la toxicología en su enfoque actual con sus investigaciones desde comienzos de la década del 60 hasta la fecha. Fundó un laboratorio donde hoy trabajan cerca de 20 personas, que es centro de consulta, promoción, asesoramiento, referencia y excelencia en temas de toxicología en Argentina.
-¿Cómo está la situación de la toxicología como disciplina hoy en la Argentina?
Diría que en Latinoamérica la toxicología argentina probablemente sea la más avanzada. Fuimos los primeros de Latinoamérica y los primeros o segundos en el mundo subdesarrollado en desarrollar la toxicología, y un gran papel ha jugado en ello el CEITOX.
¿Y que importancia tiene la contribución de la toxicología Argentina en la disciplina a nivel mundial?
Dentro del mundo de los países en desarrollo es bastante importante. En 1987, nuestro laboratorio generó el primer Congreso de Toxicología en los países en desarrollo, que se hizo en Buenos Aires. La toxicología comenzó a desarrollarse a nivel mundial en su forma actual en la década del `70. Es un sentido amplio que incluye todas las formas de la toxicología. Hay un paquete que es ecotoxicología, industrial, ocupacional, otro puede ser social, farmacológica, otro paquete es la alimentaria, agronómica, veterinaria, etc., y hay una toxicología que he denominado utilitaria, que busca el efecto tóxico, de uso crítico, por ejemplo en quimioterapia o en el desarrollo de insecticidas, herbicidas, etc. En este sentido, la quimioterapia deja de ser farmacología y empieza a ser toxicología. La toxicología es la ciencia que estudia las interacciones nocivas entre las sustancias químicas y los seres vivos y evalúa el riesgo que ellas involucran, no sólo en el hombre. Y en esta concepción entra la toxicología básica o fundamental, que es la que explica todo.
– ¿Por qué se orientó hacia la Toxicología?
La vida tiene cosas curiosas. Cuando estudiaba química en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y tuve que rendir toxicología, un compañero me dijo que le gustaba y me causó gracia. La toxicología a fines de los ´50 era muy distinta y no le veía ningún atractivo. Pero cuando comencé a trabajar en CITEFA en el año ´58 el jefe de la sección en la que trabajaba pidió que alguien se ocupara de enzimología y como a nadie le interesaba y yo era el más joven me tocó a mí.
– ¿Usted sabía en qué se estaba metiendo?
No mucho, recuerdo haber ido a la Asociación Química Argentina para sacar un libro a ver qué era la enzimología. En el libro había una foto de un joven que decía “eminente enzimólogo argentino” y era nada menos que Luis Federico Leloir. Después recuerdo haber ido a una librería a buscar algo sobre el tema y acababa de salir un clásico de la enzimología, el de Dixon y Webb. Lo compré y me empezó a interesar. Había una frase que me llamó la atención y cambió mi vida, decía “basta con inhibir una sola enzima crítica y una persona se muere”. Me impactó que con solo inhibir una enzima de las muchas que tiene el organismo se pudiera morir una persona. En CITEFA me dieron la oportunidad de formarme a mí mismo en esta disciplina.
– ¿Cómo encaró ese desafío?
Con otros compañeros que me querían ayudar dicté un curso que duró un año. Daba una clase cada semana tomada del libro de Dixon y Webb. A medida que iba introduciéndome en el tema, me iba entusiasmando más. Paralelamente fui armando un laboratorio, conseguí un espectrofotómetro y algunos otros equipos. Empecé a trabajar y para aprender la parte experimental se me daba por medir enzimas. En esa época con fines de diagnóstico se hacían nada más que las fosfatasas y amilasas. Después de un tiempo habíamos aprendido a hacer como treinta o cuarenta enzimas distintas. Y resultó que esto de la enzimología clínica que estábamos haciendo era importante. Se les ocurrió a las autoridades presentarlo a un Premio en la Academia de Medicina, y me encontré a los 29 años con una distinción que no tenía pensada.
– ¿Y cómo siguió la evolución del área?
En el año 61 nació el Laboratorio de Química Biotoxicológica. Eramos dos o tres personas nada más. Nos compraron una Centrífuga Refrigerada, que todavía anda, y empezamos a poder hacer trabajos con tejidos, conseguíamos punciones hepáticas. Pero no me satisfacía esta tarea, me resultaba difícil el diálogo con los médicos. Queríamos conseguir nuestros propios pacientes.
¿Cómo sus propios pacientes?
Sí, nuestros propios pacientes, por decirlo así, que fueron las ratas de laboratorio. Empezó de ese modo otra etapa en el laboratorio, allá por el año `64, porque comenzamos a experimentar con animales. Paralelamente, había terminado mi tesis, que me costó bastante porque el tema era poco reconocido y mi director se fue al exterior poco después de empezarla y luego falleció. Pero la finalicé, me presenté a una beca de CONICET y me la otorgaron.
– ¿Cómo siguió su trayectoria en el área de la toxicología?
Hasta entonces me había interesado lo que los tóxicos le hacían a las enzimas, pero me pareció vislumbrar que era crítico averiguar lo que las enzimas le hacían a los tóxicos, vale decir, los mecanismos de desintoxicación o aún de bioactivación, mucho más novedosos a nivel mundial. Con la beca del CONICET fui a estudiar al NIH, los Institutos Nacionales de Salud, de los Estados Unidos. Estuve allí 14 meses y me especialicé en el metabolismo de sustancias extrañas en el organismo, un tema crítico en toxicología. Allí terminé cinco trabajos con cuatro o cinco personas trabajando conmigo. Graciosamente no sabía que el NIH era la institución más rica del mundo dentro del país más rico del mundo. En esa época tenía 14.000 empleados y 38 edificios, y hoy debe andar por los 80 edificios. Ni imagino cuántos empleados debe tener ahora, pero uno va cruzándose con premios Nobel por todos lados. Es un lugar especial.
– ¿Y volvió a su laboratorio en CITEFA?
Volví con toda la depresión que uno encuentra ante la falta de recursos. El primer año del regreso fue realmente desesperante por la falta de medios. Entonces presenté un proyecto para subsidio en el NIH. Vino una persona especialmente a ver este laboratorio, y me preguntaron por qué quería desarrollar aquí este tema, si podía recibir becarios de otros países, todo un interrogatorio frente al presidente de CITEFA. Finalmente conseguimos el subsidio.
¿Para qué proyecto era el subsidio?
El proyecto se llamaba “Mecanismo de la Hepatotoxidad del tetracloruro de carbono”. El tetracloruro de carbono era un sistema modelo en toxicología, y sigue siéndolo, nada mas que hoy es un modelo que se usa para aplicaciones determinadas y en esa época era más importante. A partir de ese proyecto obtuvimos subsidios durante 27 años consecutivos, algo bastante poco común, hasta el año `96, época en que los subsidios del NIH para extranjeros se volvieron casi imposibles de conseguir. Al final llegué a tener durante los últimos 6 años dos subsidios de NIH simultáneos.
¿Cuándo el laboratorio se convirtió en el CEITOX?
A fin del año `79 estaba trabajando en CITEFA Jorge Chichizola, que era Director de un área que se llamaba Proyectos Especiales. El decidió entonces propulsar que todos esos grupos dedicados a proyectos especiales intentaran volverse centros del CONICET. Y lo logró al año siguiente. Nació así el CEITOX y otros cuatro centros más, de los cuales dos ya no existen. Aunque mucho más recientemente se agregó un centro dedicado a Sólidos. Así fue como entramos en la etapa coniceteana, y yo ingresé como investigador principal.
¿Cambió algo en el CEITOX a partir de la incorporación al CONICET?
Fue un cambio drástico, por una sencilla razón, podíamos tener becarios, y lo verdaderamente importante es formar gente. Ahora lo hacemos como algo natural y a través de nuestro vínculo con la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
Actualmente ¿qué están investigando?
Hasta el ’96 trabajamos sobre el tetracloruro de carbono en diversas formas. A partir del `96 seguimos con los efectos laterales tóxicos de los antichagásicos, pero tratando además de inventar nuevos antichagásicos. Y fuimos encontrando cosas nuevas, vistas desde la perspectiva de un toxicólogo. El toxicólogo ve aspectos que quien viene de la parasitología no ve. Uno piensa en una sustancia que pueda matar al Tripanosoma cruzi, que vive dentro de una persona a quien no quiere perjudicar. Para que la apruebe ANMAT, esta sustancia tiene que ser tóxica sólo para el tripanosoma. Es decir, la visión desde el ángulo de la toxicología es distinta.
¿Así que una línea de investigación incluye nuevos fármacos antichagásicos?.
Sí, ello se hace interactuando con el Instituto Fatala Chabén. A su vez estamos estudiando incompatibilidades que no se conocen. Presentamos un proyecto a SECYT que busca conocer cuáles son las interacciones problemáticas de los antichagásicos de uso habitual, que se van a seguir usando por los menos 10 años o 15 más, con otros medicamentos. Porque nadie sabe cómo pueden llegar a ser las interacciones entre los antichagásicos y otros medicamentos. Y nosotros tenemos estudios que indican que no son compatibles con todos. El proyecto tiende a eso, pero como subproducto va a surgir información para visualizar nuevas maneras de generar cócteles con otras sustancias, a fin de matar mejor al Tripanosoma cruzi disminuyendo la toxicidad de los medicamentos.
¿Esta es la línea central de investigación?
Es una de las líneas, a la que se dedica más o menos la mitad del laboratorio. Otra línea importante de investigación es la del alcohol. Nos preocupan los efectos a largo plazo del alcohol, por la sencilla razón de que tengo hijos y una visión social de la toxicología. Es un problema terrible ver lo que toman los jóvenes actualmente. El consumo de alcohol en la Argentina es mayor que en toda América. ¿Qué efectos produce a largo plazo? Hay dos que nos preocupan: el daño a la reproducción (ej. efecto sobre ovarios, testículos, próstata) y la influencia sobre el cáncer. En ambos temas hemos publicado varios trabajos científicos. Sobre la influencia en cáncer de mama tenemos cuatro trabajos publicados.
-¿Cuál es la influencia del alcohol sobre la aparición del cáncer de mama?
Bueno este aspecto es un descubrimiento del laboratorio, a nivel internacional. Todo el alcohol genera aproximadamente un 3 o 4% del cáncer total. Los cánceres derivados del consumo de alcohol afectan en el hombre sobre todo al tracto aéreo digestivo superior y también afectan al hígado, por supuesto. Pero en la mujer pasa algo curioso. No hay predominio en la cavidad aerodigestiva superior ni en el hígado, sino en mama. Nos preguntamos por qué el consumo de alcohol afectaba a la mama. Descubrimos que la mama tiene capacidad de transformar el alcohol en acetaldehído – que es una de las causas que se cree que tiene que ver con el cáncer- y en radicales libres. Identificamos una enzima responsable, que es la xantina oxidorreductasa. En el hígado también está presente, pero la mama la tiene en cantidades siderales, porque necesita fabricar leche estéril. También encontramos otra enzima capaz de generar acetaldehido. Logramos bloquear ambas con compuestos no tóxicos presentes en alimentos. Es un descubrimiento importante y esperamos obtener más resultados de este tipo.