Día 20 de abril de 2006. De Curitiba, capital del estado de Paraná, construyendo una América libre de transgénicos y de agresiones al medio ambiente.
Vivimos en un sistema económico dominante que hace siglos se propuso explotar de forma ilimitada todos los ecosistemas y sus recursos naturales. Esta estrategia trajo crecimiento económico y lo que se llamó \”desarrollo\” para algunas naciones, y privilegió el consumo y el bienestar social de una parte muy pequeña de la humanidad. Y, desgraciadamente, excluyó de las condiciones mínimas de sobrevivencia a las grandes mayorías de la humanidad.
El costo de ese sistema de explotación de la naturaleza y de las personas, junto al consumismo desenfrenado, se ha pagado con el sacrificio de millones de trabajadores pobres, campesinos, indígenas, pastores, pescadores, y otras personas pobres de la sociedad, que entregan sus vidas cada día. Y con la agresión permanente a la naturaleza, que fue y continúa siendo sistemáticamente devastada. Su integridad y la diversidad de formas de vida, que son el sostén de la biodiversidad, están amenazadas. Y si la naturaleza de nuestro planeta está amenazada, también lo está la propia vida humana, que depende de ella. Incluso el Balance Ecosistémico del Milenio hecho por la ONU, y divulgado en 2005, reconoce que \”las actividades humanas están cambiando fundamentalmente y, en muchos casos, de forma irreversible la diversidad de la vida en el planeta Tierra. Estas tasas van a continuar acelerándose en el futuro\”. En ese importante reconocimiento de la crisis planetaria, es también fundamental reconocer que no son todas las actividades humanas perjudiciales, sino y ante todo aquellas guiadas por el desenfreno del lucro de las corporaciones transnacionales.
Ante esta situación dramática, sentimos la necesidad de afirmar alternativas que aseguren un futuro de esperanza para la vida, para la humanidad y para la Tierra. Necesitamos pasar de una Sociedad de Producción Industrial, consumista e individualista, que sacrifica los ecosistemas y penaliza a las personas, destruyendo a socio-biodiversidad, a una Sociedad de Sustentación de Toda la Vida, que se enrumbe por una vía socialmente justa y ecológicamente sustentable para vivir, cuide de la comunidad de vida y protega las bases físico-químicas y ecológicas que sustentan todos los procesos vitales, incluidos los humanos.
Como habitantes del continente americano tenemos la conciencia de nuestra responsabilidad universal. Por nosotros pasa también el futuro de la Tierra. Los países amazónicos y andinos, por ejemplo, como Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Venezuela y Brasil son territorios megadiversos. No sólo por la presencia de riquísimos ecosistemas, sino también por la presencia de muchos pueblos indígenas, campesinos, quilombolas y otras comunidades locales, que desde siglos y milenios aprendieron a vivir en co-habitación con la biodiversidad y la sociodiversidad. La floresta amazónica que existe en nuestros países representa un tercio de las florestas tropicales del mundo y abarca más del 50% de la biodiversidad. En ella existen por lo menos 45.000 especies de plantas, 1.800 especies de mariposas, 150 especies de murciélagos, 1.300 especies de peces de agua dulce, 163 especies de anfibios, 305 especies de serpientes, 311 especies de mamíferos y 1.000 especies de aves.
Debido a esta riqueza, América Latina está siendo objeto de la codicia de los \”neoliberales-globocolonizadores\” a través de la acción demente de decenas de empresas trasnacionales, principalmente de los países del norte global, que descaradamente practican biopiratería. Otrora era la carrera al oro y la plata, hoy es la carrera a los recursos genéticos, farmacológicos y a los saberes tradicionales y locales, todos estratégicos para el futuro de los negocios del mercado mundial. E incluso nos quieren imponer leyes de patentes y de protección a sus lucros fantásticos.
Queremos hacer frente, de manera decisiva, a este proceso de expoliación. Proponemos políticas consistentes que buscan:
1. Conservar la diversidad biológica y cultural de nuestros ecosistemas, quiere decir, cuidar el conjunto de los organismos vivos en sus hábitat y también las interdependencias entre ellos dentro del equilibrio dinámico, propio de cada región ecológica y de las características singulares de las especies, así como la interacción social y ecológicamente sustentable de los pueblos que viven en la región.
2. Proponemos políticas articuladas que apuntan a garantizar la integridad y la belleza de los ecosistemas y los pueblos que cuidan y dependen de ella
Eso implica la preservación de las características que aseguran su funcionamiento y mantienen la identidad del ser vivo y del conjunto vivo sea en su aspecto territorial, biológico, social, cultural, paisajístico, histórico y monumental. La preservación de la diversidad biológica y cultural, de la integridad y de la belleza de los sistemas ecológicos asegura la sostenibilidad a las múltiples funciones ambientales y a los beneficios que el ser humano obtiene para sí para las futuras generaciones. Entre otros: agua potable, alimentos, medicinas, maderas, fibras, regulación del clima, prevención de inundaciones y enfermedades. Al mismo tiempo que constituye las bases del sostén de la recreación, de la estética y de la espiritualidad así como el soporte de la conformación del suelo, la fotosíntesis y el ciclo de nutrientes, entre otras funciones vitales para el sustento de toda la humanidad.
3. Nos oponemos decididamente a la introducción de especies exóticas, inadecuadas a nuestros ecosistemas. Como sucedió en muchos biomas con la introducción de plantaciones homogéneas, industriales, del eucalipto, pino, etc. que destruyen los ecosistemas naturales y producen fuertes impactos sociales en los pueblos que viven en esas áreas; producen el lucro, los dólares, la celulosa, el carbón, agua sucia, y dejan la degradación y la pobreza.
4. Nos oponemos decididamente a la introducción de organismos transgénicos en el ambiente, sea en la agricultura, en las plantaciones, en la ganadería o cualquier otro cultivo en el medio ambiente, ya que además de no ser necesarios, no sirven para nada, a no ser para el lucro de unas pocas empresas transnacionales. Traen riesgos potenciales a la salud de las personas y a modificaciones permanentes e irreversibles en la naturaleza y los ecosistemas. Nos oponemos enfáticamente la introducción de árboles transgénicos, que significan un peligro aún mayor, debido entre otras cosas a que el polen, tiene la posibilidad de diseminarse a lo largo de miles de kilómetros, contaminando ineludiblemente otras florestas, incluyendo las floresta nativas, con multiplicación de impactos sobre la flora, los insectos y otros componentes de la fauna, afectando también el sostén de los pueblos indígenas, pescadores, campesinos, quilombolas y otras comunidades locales.
5. Combatimos decididamente las semillas Terminator porque atentan contra el sentido de la vida y de su reproducción, pues se trata de una semilla suicida que busca beneficiar únicamente a las grandes empresas transnacionales que controlan las semillas, imponiendo a los agricultores una situación de dependencia.
6. Nos oponemos a la tentativa del gobierno imperial de Estados Unidos y de sus empresas transnacionales, que quieren imponernos el tratado del ALCA (Acuerdo de Libre Comercío de las Américas); tratados bilaterales, llamados TLC (tratados de libres comercío); tratados de garantía para inversiones extranjeras, o a través de acuerdos de cumbres adoptados sin ninguna participación popular en la Organización Mundial del Comercio-OMC. Esos acuerdos ponen aún en mayor riesgo, nuestra naturaleza, nuestra agricultura, nuestros servicios y las condiciones de vida de nuestra población, pues priorizan sólo los intereses de la garantía del lucro.
7. Manifestamos nuestro apoyo y la necesidad de reconocer los pueblos y comunidades que durante siglos y milenios han desarrollado la biodiversidad agrícola, a través de la adaptación y creación de semillas que constituyen las bases de toda la agricultura y alimentación de la humanidad. Para mantener esas bases de sustentación y esa enorme riqueza de biodiversidad agrícola y alimentaria, es preciso reconocer y afirmar los derechos de los campesinos, indígenas, pastores, pescadores, quilombolas, a la tierra, al territorio y a los recursos naturales, para que puedan continuar esa tarea crucial para la humanidad de conservación de las semillas criollas y nativas, que sólo pueden ser multiplicadas a nivel local y diverso.
Combatimos aquellas empresas que buscan el control sobre las semillas contra toda la tradición de los pueblos que cuidaron celosamente de las semillas y siempre las entendieron como fuentes de vida que jamás deben transformarse en mercancía.
Finalmente, externamos nuestro anhelo de que estos propósitos redunden en beneficio de nuestros pueblos, de la soberanía alimentaria, o sea el derecho que todos y cada pueblo tiene que producir su propio alimento, en condiciones saludables y socialmente justas y en equilibrio con la naturaleza. Defendemos quienes trabajan en el campo, nuestros agricultores/as y campesinos/as. Defendemos su derecho a vivir como campesinos que así garantizan el sustento de nuestras poblaciones. Ese modo de producción contribuye decisivamente a la sustentabilidad de nuestro Planeta y al desarrollo integral, imprescindibles para garantizar el futuro de la humanidad.
Más información: http://www.biodiversidadla.org/content/view/full/23315