Un equipo de científicos logró registrar la antesala de los recuerdos. En un experimento observó cómo se prepara el cerebro cuando una persona va a retener información. Para los estudiosos de la memoria quedó demostrado que la actividad cerebral previa a un suceso es tan importante como lo que ocurre después.
(24/05/06 – CyTA – Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane) – Escuchá bien lo que te voy a decir. Presten atención. Y acá viene lo importante… Basta con unas pocas palabras como éstas, y algo de buena predisposición de nuestra parte, para que “paremos las antenas”. Tensamos los músculos, ubicamos estratégicamente la oreja, clavamos la vista en el interlocutor. ¿Pero qué hace que al cabo de un rato recordemos la información y no que ésta “entre por un oído y salga por el otro”?
Según un equipo de psicólogos y neurobiólogos anglosajones, cuando estamos a punto de guardar un dato en la memoria, el cerebro se prepara. El doctor Michael Rugg, de la Universidad de California y colegas del University College de Londres observaron un comportamiento particular en la actividad cerebral de un grupo de adultos jóvenes en el instante previo a mostrarles palabras sueltas que posteriormente eran capaces de recordar.
El equipo de Rugg mostró a los participantes diferentes términos, a intervalos de cuatro o cinco segundos, mientras medía a través de un electroencefalograma los impulsos eléctricos que se registraban en su cerebro. Aproximadamente dos segundos antes de la presentación de cada palabra, los sujetos recibían una indicación que los alertaba sobre el término siguiente.
Media hora más tarde, se les tomó una prueba de memoria para ver qué términos recordaban y cuáles habían olvidado. Las ondas que precedían a las palabras que luego fueron recordadas exhibían un patrón claramente distinto al de aquellas previas a las palabras olvidadas. El efecto fue más pronunciado en las áreas frontales del cerebro y tuvo su pico máximo justo antes de que comenzara a verse cada palabra, explican los autores del trabajo, cuyo anticipo se publica en la prestigiosa revista Nature Neuroscience de abril.
El trabajo de Rugg y sus colegas aporta una nueva mirada sobre la memoria. Durante mucho tiempo, los investigadores del tema se concentraron en observar la actividad cerebral que le sigue a un suceso para estudiar cómo pasa a formar parte de nuestros recuerdos.
“Nuestros resultados demuestran que el trabajo que hace el cerebro antes de que ocurra un acontecimiento puede influir en el recuerdo que se tiene de él por lo menos 45 minutos después”, explican los autores. “Ahora sabemos que la actividad cerebral que tiene lugar mientras transcurre el acontecimiento no es el único determinante de su recordación exitosa, sino que ésta está influida por el contexto neural previo al acontecimiento.”
Lo que todavía no pueden explicar los científicos es el mecanismo que interviene para producir el efecto. Una de las posibilidades que barajan es que la indicación previa al acontecimiento pone al cerebro en situación de “tarea”, un estado óptimo para el procesamiento semántico, que facilita la incorporación del sentido de los términos. Aunque aclaran: no hace falta que exista una indicación explícita que anticipe el estímulo para que éste sea recordado. Una pausa relativamente corta entre un estímulo y el siguiente también puede poner en guardia al cerebro y facilitar el almacenamiento de la información.
Es posible imaginar las implicancias que este trabajo puede tener para la investigación de la memoria. Un comunicado de prensa de la Universidad de California, ámbito de donde proviene Rugg, ya se anima a aventurar que la investigación podría derivar en el diseño de estrategias para que cada uno fortalezca los recuerdos que le interesa conservar y debilite aquellos que prefiera desplazar de su horizonte de experiencia. El requisito: anticiparse a los hechos para convertir al cerebro en nuestro aliado. ¿Se va a acordar?