Según el climatólogo argentino Vicente Barros el cambio climático no es algo futuro sino que está pasando ahora, y en nuestro país su primera y más gravosa señal es el incremento en la frecuencia de tormentas intensas.
(14/7/06 – Prensa FCCYN- UBA. Por Patricia Olivella) – “Las emisiones de gases de efecto invernadero resultantes de ciertas actividades humanas, han sido la principal causa del inusual calentamiento del planeta durante los últimos 150 años; este proceso que continúa es conocido como Cambio Climático. Se trata de un calentamiento global del planeta que implica también un importante cambio climático no sólo en temperatura sino en las otras variables climáticas como la precipitación, los vientos y la humedad”.
La frase es el puntapié inicial del libro El Cambio Climático en el Río de la Plata, que el climatólogo Vicente Barros escribió junto a Ángel Menéndez y Gustavo Nagy y que puede leerse en la página del Laboratorio de Climatología Regional (LCR). Es que, justamente, ese laboratorio del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA) es uno de los centros de investigación que reúne a la mayor cantidad de expertos en el tema.
La investigación llevada a cabo en el LCR se entrelaza en un eje temático común: el Cambio Climático, sus consecuencias y cómo paliarlo. “Lo que va a pasar de aquí a 20 ó 30 años ya está jugado, si queremos evitar males mayores para nuestros hijos y nietos, tenemos que empezar a prever y disminuir las emisiones”, explica Barros.
“El problema es que el cambio climático no es algo futuro. Está pasando ahora. En nuestro país, la primera y más gravosa señal es el incremento en la frecuencia de tormentas intensas”, resalta.
La relación entre el Cambio Climático y el aumento en las precipitaciones es materia de estudio en el laboratorio. “La teoría supone que habrá aumento de temperatura y el aire tendrá más humedad, lo que favorecerá que haya más precipitación. En la Argentina, esto empezó a sentirse en la década del ’90, pero no tomamos conciencia hasta hace muy poco”, aseveró Barros.
“Lo que sucede en nuestro país es paradigmático –continúa- empezó en abril del año pasado en Salta y continuó con inundaciones en Río Grande, los dos extremos del país. Luego hubo inundaciones en Neuquén y en Formosa; varias en Córdoba; en Reconquista hubo un tornado; granizadas espectaculares en regiones poco habituales y terminamos con una inundación tremenda en Santa Fe y Entre Ríos”, se lamentó.
Por todo esto, uno de los proyectos llevados adelante en el laboratorio tiene por objetivo analizar las grandes inundaciones en el litoral argentino y en la ribera del Río de la Plata en función del cambio climático regional observado y estimado para el futuro. La idea es, también, poder recomendar líneas de acción que permitan reducir los daños socioeconómicos de estos eventos.
“Hasta ahora -explica Barros-, la planificación de cualquier actividad afectada por el clima tenía como supuesto que, en el futuro, éste tendría las mismas características que en el pasado. A partir del actual Cambio Climático esta suposición ya no es válida y para estimar el clima futuro se debe recurrir a métodos más sofisticados, que se basan en el desarrollo de escenarios climáticos futuros. Por eso, los tipos de inundación que analizamos en nuestro proyecto son aquellos cuyos forzantes climáticos pueden ser representados en los escenarios del futuro, con los conocimientos actuales”.
El grupo de Barros realizó estudios sobre la inundación de los años 1997-
1998 de los ríos Paraná y Uruguay a partir de imágenes obtenidas por el satélite Landsat 5 y provistas por la Comisión Nacional de Investigaciones espaciales (CONAE). “Este tipo de inundación se produjo con mayor frecuencia a partir de cambios producidos en los eventos ‘Niño’ y en coincidencia con el gran cambio en la circulación atmosférica, cuyo origen sería atribuible al Calentamiento Global”, explica el climatólogo.
En el estuario del Río de la Plata, por su parte, las inundaciones están relacionadas con las sudestadas y el aumento paulatino del nivel de las aguas, que subió 20 cm durante el siglo XX.
“Los modelos climáticos globales indican que el desplazamiento del borde occidental del anticiclón del Atlántico continuará hacia el sur, ello contribuirá a una mayor rotación de los vientos hacia el este, lo que incrementará aún más el nivel del río”, dice Barros. “Por eso se debe considerar como área de vulnerabilidad futura a toda aquella que esté por debajo de los 5 m sobre el nivel del mar”, concluye.
Se calcula que la cantidad de población de Buenos Aires y el conurbano afectada en el futuro por estas consecuencias podría ascender a 1,5 millones de personas. La mayoría de ellas reside en ambas márgenes de la cuenca Matanza-Riachuelo, de los arroyos del norte de la ciudad y del río Reconquista.
La nación cuenta con un sistema de alerta hidrológico para desbordes de grandes ríos. Pero es necesario que se puedan agregar otras variables. Para ello Barros apunta a la necesidad de “tener un Servicio Meteorológico moderno, que afortunadamente ya está en vías de recuperación por su pase a la órbita civil. Se necesitan inversiones importantes para recuperarlo y dotarlo de radares para manejar esta emergencia”, concluye.