El año próximo estará listo el primer genoma descifrado en el marco de un proyecto íntegramente argentino. Por una iniciativa conjunta de la empresa biotecnológica Bio Sidus, la Dirección Nacional del Antártico y el Instituto Antártico Argentino, el país contará con el mapa genético de un microorganismo del continente blanco nunca antes descrito. Se trata de una bacteria que sólo vive a bajas temperaturas y su estudio promete una amplia gama de aplicaciones industriales.
(19/07/06 – CyTA–Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane) – El año próximo la comunidad científica argentina tendrá a su disposición la secuenciación íntegra de los genes de una bacteria psicrófila antártica, microorganismo capaz de sobrevivir en un medio extremadamente frío y de escasos nutrientes. Con este esfuerzo, la Argentina se encamina a alumbrar el tercer genoma de bacteria psicrófila que se haya descifrado en el mundo.
“Llevamos aisladas doscientas bacterias de la Antártida, todas psicrófilas, pero queremos hacer la secuenciación completa de una especie o género nunca antes descrito. Ya tenemos una candidata muy interesante, y creemos que el año que viene va a estar terminado el trabajo”, manifestó el doctor Andrés Bercovich, Gerente de Desarrollo Tecnológico de Bio Sidus, en una entrevista que concedió a esta Agencia.
El 27 de mayo, la compañía argentina firmó un nuevo acuerdo de cooperación con el Instituto Antártico Argentino (IAA) y la Dirección Nacional del Antártico (DNA), instituciones que centralizan la actividad del Estado en el continente austral, para iniciar la segunda fase del Proyecto “Genoma Blanco”. La iniciativa, gestada en 2001, pretende sumar presencia argentina en la Antártida a través de la investigación biotecnológica.
El proyecto consiste en buscar y aislar microorganismos que logran superar el reto ambiental en lugares de muy bajas temperaturas mediante “adaptaciones” en sus componentes celulares, sus mecanismos de biosíntesis y la obtención de alimentos.
La idea es analizar las propiedades bioquímicas y genéticas de esos organismos, compararlos con bancos de datos existentes e identificar genes y funciones de potencial aplicación industrial.
“La etapa de cultivo y aislamiento se hizo en un laboratorio de la Antártida. Trabajamos con el IAA, que se ocupa del aspecto microbiológico. Luego las muestras vinieron a Buenos Aires, donde se practicó un análisis molecular y bioquímico más extenso. Tuvimos que hacer un reaislamiento, para asegurar la pureza de las bacterias”, explicó el doctor Bercovich.
El Estado argentino se encarga del sostén logístico de la actividad en el continente blanco. Además, brinda apoyo técnico y de coordinación. “De la etapa industrial y comercial se va a ocupar Bio Sidus, pero la DNA y el IAA también son dueños del proyecto. El trabajo que hacen es muy importante: no cualquiera manda un rompehielos repleto de científicos todos los años a la Antártida, de modo que no van a ser ajenos al descubrimiento y las posibilidades de comercialización que surjan”, expresó Bercovich.
En la etapa actual del proyecto, el objetivo es concentrarse en comprender el funcionamiento de la bacteria elegida y buscar genes de interés para la industria.
Pero habrá que esperar a que el genoma esté listo para contar con el nombre de la nueva especie. Bercovich confiesa que en el entusiasmo los investigadores especulan con denominarla “argentiniensis”.
“Una vez identificados los genes, queremos empezar a trabajar en enzimología fría, un tema muy interesante desde el punto de vista industrial. Hay una gran cantidad de procesos industriales que se hacen con calentamiento. Trabajar esos procesos en frío permitiría proteger más a los productos, ahorrar una enorme cantidad de energía e incluso reducir la contaminación”, afirmó Bercovich.
Por ejemplo, en la industria textil, para alisar los tejidos se usan celulasas, que trabajan a alta temperatura y dañan las prendas. Si se consiguiera desarrollar enzimas que actúen en frío, eso no sucedería. Las enzimas frías también serían bienvenidas en la industria del cuero para reemplazar a los solventes, altamente contaminantes.
“Otro caso es el de los detergentes para el lavarropas. Para actuar bien, la mayoría tiene que trabajar a temperatura ambiente o más alta. Si uno tiene una enzima que actúa con el agua fría, es mejor para la ropa y además se ahorra energía. Quizás en una casa no se nota tanto, pero desde el punto de vista global impacta”, explicó Bercovich.
Otro tanto sucedería en la industria alimenticia. Por ejemplo, la extracción del jugo de fruta se hace ahora con pectinasas, a temperatura ambiente. En frío se protegería más al producto.
“También podrían lograrse aplicaciones más complejas. En el sur del país se utilizan cultivos para alimentar al ganado. Sería interesante adaptarlos al frío y generar mejores pasturas”, expresó Bercovich.
Si bien el gerente de Desarrollo de Bio Sidus no descartó aplicaciones farmacéuticas, “dado que puede haber una actividad antibiótica en alguna bacteria”, explicó que la enzimología se orienta más a la industria textil, de alimentos y de colorantes, donde las ideas que se barajan “son muchas”.
El proyecto “Genoma Blanco” se gestó con el objetivo de fortalecer la soberanía científica de la Argentina en un continente reconocido por la humanidad por su enorme riqueza biológica.
Es destacable además que una iniciativa promovida en conjunto por dos instituciones del Estado y una empresa privada de capital nacional —proyecto que debió, al igual que muchos otros, sortear la crisis de 2001— se disponga a generar a partir del conocimiento científico promisorios avances para el desarrollo local.