Monjas Carmelitas revivieron la experiencia mística más intensa de su vida mientras se les practicaba una resonancia magnética funcional. Expertos en neurociencias de la Universidad de Montreal observaron que en ese tipo de fenómenos intervienen por lo menos 12 zonas del cerebro, y que no existe un centro específico para la comunicación con Dios, como sugirieron algunas investigaciones estadounidenses a fines de la década pasada.
(19/10/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane)– Un estudio de la Universidad de Montreal, la segunda más grande de Canadá, llegó a la conclusión de que las experiencias místicas, religiosas o espirituales ponen en funcionamiento diversas zonas y sistemas cerebrales.
“No resulta sorprendente, dado que estas experiencias son complejas y multidimensionales: implican cambios en la percepción, la cognición y la emoción”, explican el Doctor Mario Beauregard, del Departamento de Psicología de la Universidad de Montreal, y su discípulo, Vincent Paquette, autores de la investigación, en la que participaron quince hermanas Carmelitas contemplativas de entre 23 y 64 años.
El objetivo principal del estudio de resonancia magnética funcional (RMF) fue identificar los correlatos nerviosos de las experiencias místicas, tal como las entiende el cristianismo. Estas experiencias se caracterizan en especial por un sentimiento de unión con Dios, pero muchas veces también incluyen la sensación de haber accedido a la profundidad de lo real, de estar más allá del tiempo y del espacio, en comunión con la humanidad o el universo, así como sentimientos positivos de afecto, paz, regocijo y amor incondicional.
“Analizar el sustrato cerebral no significa devaluar el sentido y el valor de estas experiencias, ni tampoco que se pueda confirmar la existencia de Dios”, aclaran los autores en el informe de investigación, que fue publicado en la revista científica Neuroscience Letters de agosto.
A las quince monjas participantes, Beauregard y Paquette les pidieron que recordaran y revivieran con los ojos cerrados la experiencia mística más intensa que habían transitado como integrantes de la Orden del Carmen, institución religiosa fundada en el siglo XIII. Los investigadores apelaron a la rememoración y no a una experiencia nueva, porque las monjas insistieron en que los estados místicos no se pueden alcanzar a voluntad.
Aun así, Beauregard y Paquette comprobaron que el mero intento de revivir la experiencia volvía a situar a las hermanas en una condición mística genuina. Estudios anteriores con actores habían constatado que al pedirles que entraran en cierto estado emocional se activaban las mismas zonas del cerebro que en las personas que experimentaban esas emociones en la vida real, según comenta el comunicado de prensa de la Universidad de Montreal.
A través de la RMF, técnica radiográfica que permite tomar una rápida sucesión de imágenes de la actividad cerebral de un sujeto mientras éste experimenta una realidad virtual, los investigadores midieron los cambios en el consumo de oxígeno y el flujo sanguíneo de las distintas zonas del cerebro de las hermanas al tiempo que ellas relataban y revivían su estado de unión con el orden divino, provistas de tapones en los oídos y almohadones alrededor de la cabeza, para que el ruido del escanógrafo no las perturbara.
Entre la docena de áreas activadas, se observaron la corteza temporal media derecha, conocida por su relación con los sentimientos espirituales; el núcleo caudado, pequeña masa de sustancia gris en forma de medialuna que se suele asociar con la vivencia de emociones positivas, como la felicidad y el amor; el lóbulo de la ínsula, zona interna del cerebro vinculada con la representación de las reacciones somáticas y viscerales; y el lóbulo parietal inferior, ligado a la visión de imágenes motoras.
Al finalizar el experimento, Beauregard y Paquette mantuvieron entrevistas con las religiosas para reflexionar sobre lo que habían sentido. Varias mencionaron haber experimentado la presencia de Dios, su amor incondicional e infinito, la plenitud y la paz; muchas también informaron la presencia de imágenes visuales y motoras.
Las “neurociencias espirituales” conforman un nuevo campo de estudios surgido al calor del nuevo milenio, que cruza los aportes de la psicología, la religión, la espiritualidad y las neurociencias con el objetivo de explorar la base neural de las experiencias místicas, dimensión de la existencia humana que atraviesa todas las culturas.
Este tipo de investigación se difundió en Estados Unidos a fines de la década de 1990, cuando algunos especialistas llegaron a arriesgar la posibilidad de que existiera una zona del cerebro especialmente diseñada para la comunicación con Dios, hipótesis desestimada por las investigaciones más recientes.