Químicos, ingenieros y oftalmólogos crearon un material casi idéntico a las córneas naturales. El invento, que se parece a una pequeña red de pescar transparente, es capaz de absorber gran cantidad de líquido y promete mejorar la calidad de vida de millones de personas que no ven por tener la córnea dañada y otros tantos que padecen de presbicia o miopía debido a una deformación de esa parte del ojo.
(14-09-06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane)– En el último encuentro anual de la American Chemical Society, que se realizó en San Francisco el 11 de septiembre pasado, el ingeniero químico Curtis Frank presentó un novedoso material que imita las propiedades de las córneas naturales, estructuras externas del ojo que contribuyen en buena medida a su capacidad de hacer foco.
El avance fue difundido por el departamento de prensa de la Universidad de Stanford, donde se lleva adelante un programa de biociencia interdisciplinaria orientado desde hace años a diseñar, fabricar y describir una córnea generada por bioingeniería. El material utilizado para imitar a la naturaleza es un hidrogel o polímero transparente capaz de expandirse y retener un 80 por ciento de agua en su interior.
“Es como una red de pescar 3-D”, explicó Frank, profesor de Ingeniería, Química y Ciencia de los Materiales. El ingeniero trabajó con oftalmólogos, físicos de polímeros y químicos especialistas en péptidos para producir el hidrogel, que debe ser compatible con los tejidos naturales del ojo y permeable a nutrientes como la glucosa, de la que se alimenta la córnea. Además, es necesario que sea atractivo para las células epiteliales, que deben segregar colágeno para que el material se mantenga en su lugar. Por si fuera poco, el tejido sintético debe repeler además el polvo y los gérmenes que atacan al ojo.
Por ahora, los investigadores están observando en animales si el material es biocompatible. “Hasta el momento, los animales toleraron sin problemas las córneas artificiales a lo largo de dos meses. El material se mantiene perfectamente despejado. Ahora vamos por estudios más extensos”, dijo Christopher Ta, profesor adjunto de Oftalmología y director de la residencia de Oftalmología del Centro Médico de la Universidad de Stanford.
Si el desarrollo demuestra ser eficaz, se abren esperanzas para quienes necesitan un trasplante de córnea y no pueden acceder a él por falta de donantes. La fuente actual de tejido para este tipo de intervenciones son los cadáveres. Los donantes escasean, el tejido recibido produce rechazo en el 20 por ciento de los casos y la recuperación de la vista puede demorar un año.
“Hasta ahora hay dos o tres marcas de córneas artificiales en el mercado, pero sólo se usan como último recurso, cuando hay rechazo”, explicó David Myung, estudiante de doctorado del laboratorio de Frank. La córnea desarrollada en Stanford es “la más biomimética” de todas, porque su concentración de agua y sus propiedades mecánicas parecen no tener nada que envidiarle a una córnea natural.
Mientras espera los resultados de la nueva fase de investigación, el equipo de Stanford imagina otras aplicaciones oculares del producto, como la generación de lentes de contacto de uso prolongado mucho más cómodas que las actuales.