Investigadores del Instituto Leloir lograron destruir un tumor humano inoculado en ratones introduciendo un gen que actúa como “bomba de tiempo” dentro de las células de los vasos sanguíneos que alimentan y dan oxígeno a las células cancerosas. Es la primera demostración concreta de que puede dirigirse un gen terapéutico exclusivamente a las células de los vasos sanguíneos para que desaparezca el tumor.
(17/11/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – Investigaciones realizadas en los últimos años señalan que el crecimiento de los tumores se produce como resultado de la interacción de las células tumorales con su entorno. Ese intercambio con otro tipo de células facilita el desarrollo de los tumores, así como su diseminación a través del organismo.
Cuando los tumores crecen, se produce la angiogénesis, un proceso fisiológico que consiste en la formación de vasos sanguíneos nuevos a partir de los preexistentes. Esos vasos suministran alimentos y oxígeno a las células cancerosas.
Basándose en ese conocimiento, científicos del Laboratorio de Terapia Génica del Instituto Leloir que dirige Osvaldo Podhajcer, junto con investigadores del Centro Nacional de Genética Médica, de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de la Plata, y de la Escuela de Medicina y Odontología Queen Mary de la Universidad de Londres, trabajaron en el diseño de una terapia génica dirigida a destruir tanto las células tumorales como las de los vasos sanguíneos que las alimentan. Los científicos observaron que su destrucción provocó la eliminación de los tumores humanos -específicamente células de cáncer de piel o melanoma- que habían sido inoculados en ratones.
Los resultados del trabajo fueron publicados en la revista Molecular Cancer Therapeutics de octubre, una de las dos revistas más importantes a nivel mundial en lo referente a terapias moleculares en medicina.
“Esta es la primera demostración concreta de que uno puede dirigir un gen terapéutico exclusivamente a las células de los vasos sanguíneos y hacer que desaparezca el tumor completo”, afirma Podhajcer, investigador del CONICET y profesor de la UBA.
La doctora María Verónica López, del Laboratorio de Terapia Génica del Instituto Leloir, describe los pasos seguidos: “De un cultivo de bacterias extrajimos plásmidos, que son cadenas de moléculas de ADN circulares. Una de las numerosas ventajas de los plásmidos es que son fáciles de manipular y sirven como vehículo para introducir genes terapéuticos o ‘suicidas’ en las células que se pretende destruir”.
Posteriormente, los investigadores insertaron en los plásmidos un fragmento de ADN que controla la actividad de un gen, el promotor de la proteína SPARC. También introdujeron en los plásmidos el gen Timidina Kinasa, que actúa como “bomba de tiempo” y se encuentra en el herpes simple, un tipo de virus que produce principalmente infecciones en la boca y en la zona genital.
“El promotor de SPARC cumple la función de un semáforo que da luz roja o verde al gen Timidina Kinasa para que se exprese o no, de forma tal que permite o impide que ese gen produzca la proteína Timidina Kinasa en el interior de las células”, explica López.
La particularidad del promotor de SPARC reside en que “da luz verde” al gen que hace de “bomba de tiempo” para que éste se active en el interior de las células cancerosas o en el interior de las células del entorno de los tumores, como por ejemplo las células de los vasos sanguíneos que los nutren. Si las células son sanas, el promotor de SPARC permanece inactivo y no permite que el gen de Timidina Kinasa produzca proteínas.
Los investigadores introdujeron los plásmidos manipulados, portadores del promotor de SPARC y del gen Timidina Kinasa, en el interior de algunas células de los vasos sanguíneos. Luego inyectaron en los ratones una droga denominada ganciclovir.
“Al activarse el ganciclovir en contacto con las proteínas fabricadas por el gen Timidina Kinasa, ‘la bomba de tiempo fue detonada’. Se produjo entonces un conjunto de reacciones bioquímicas que desencadenaron la muerte de las células de los vasos sanguíneos, y también de las tumorales, ya que están comunicadas entre sí”, aclara López.
“El trabajo realza la importancia de las células del entorno tumoral que son utilizadas por las células malignas para favorecer su crecimiento. Así, las células del entorno serían no sólo importantes para que el tumor crezca, sino que podrían ser usadas como blanco de la terapia génica dirigida”, destaca Podhajcer.
Por su parte, López señala: “Realizamos varios experimentos en los que notamos que la terapia génica puede destruir a los tumores por diferentes vías, dado que usa como blanco tanto la células tumorales, como las células de los vasos sanguíneos y los fibroblastos, células que les dan soporte a los tumores”.
Podhajcer destaca, asimismo, que una de las ventajas de la investigación se apoya en el hecho de que puede ser útil para tratar un tumor cuando sólo se tiene acceso a los vasos sanguíneos del mismo.
Si bien esta forma de terapia génica resultó efectiva en animales de laboratorio, los especialistas advierten que aún hace falta profundizar los ensayos a fin de conocer la posibilidad de aplicar esa terapéutica en pruebas clínicas con seres humanos.