(24/11/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane)-. Carlos Davio (42) recibió el Premio René Barón junto con su equipo de investigación, que dirige con la doctora Carina Shayo, por su trabajo sobre nuevos agentes para el tratamiento de leucemias humanas. Es el cuarto galardón que le otorga la Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer (LALCEC) por sus investigaciones en oncología. Bioquímico y farmacéutico, Davio se doctoró en la UBA en 1993 y su tesis fue considerada una de las más brillantes del año por la Facultad de Farmacia y Bioquímica, donde se desempeña actualmente como profesor adjunto de Metodología de Radioisótopos. Es investigador independiente del CONICET y está a cargo de un equipo de becarios entusiastas, que salen adelante a pesar de las limitaciones presupuestarias.
-Es la segunda vez que recibe el premio René Barón.
-Sí, es un orgullo para nosotros. Lo recibí por primera vez hace 14 años por mi trabajo de tesis doctoral como becario. Después hice un trabajo posdoctoral y junto con la doctora Carina Shayo recibimos el premio Florencio Fiorini en 1997. En 2002, otra vez el Fiorini con mi tercera tesista de doctorado, Natalia Fernández. Y ahora el René Barón por segunda vez, por el trabajo de tesis doctoral de Eugenia Riveiro. Son cuatro líneas de investigación totalmente distintas, pero a juzgar por el resultado han sido del agrado del jurado.
-Ustedes parten de condiciones de trabajo realmente esforzadas.
-Sí, en 2002, después de la crisis económica, estábamos en una situación muy difícil. La mitad de los recursos formados se encontraba haciendo gestiones para irse al exterior. La formación de recursos humanos es crítica, sobre todo en un país que necesita que sean altamente calificados. Hoy la realidad es un poco distinta, porque el grupo creció bastante. En ese momento, tanto Carina Shayo como yo publicábamos muy bien en revistas internacionales. Ninguno de los dos hizo un posdoctorado en el exterior por cuestiones personales, y armamos todo este grupo de investigación. Ahora somos diez: Federico Monczor, en carrera; Natalia Fernández; con un posdoctorado, cinco tesistas de doctorado y dos estudiantes con becas de la UBA. La diferencia con otras épocas es que en este momento todos tienen becas. Eso implica que cobran un salario, que, si bien es magro, les permite vivir y formarse, porque los cursos de posgrado son caros.
-¿Cuánto representa el premio?
-El premio René Barón en esta oportunidad eran 1.500 dólares. Para lo que son nuestros salarios, es más que interesante. Pero sobre todo, hace brillar el pequeño granito de arena que aportamos a la pirámide del conocimiento, porque en realidad la función de los investigadores es generar nuevo conocimiento y tratar de devolvérselo a la sociedad, construyendo esa pirámide con un apoyo mutuo y permanente. Fíjese que en el caso de institutos como el Leloir o el IBYME se ve ese esfuerzo mancomunado que hacen como grupos. En cambio, los que trabajamos en la universidad estamos regidos por otras cuestiones políticas. Desgraciadamente la universidad sale en las páginas de los diarios cuando hay conflictos políticos y no cuando se producen logros académicos y científicos.
-¿Qué reconocimiento tiene este logro en la Facultad?
-De hecho, si uno se pone a pensar, hoy recibimos el premio René Barón nosotros, que trabajamos en la cátedra de Física, el Laboratorio de Radioisótopos y la cátedra de Química Medicinal de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, y el premio “Accésit” se lo llevó el grupo de la doctora Silvia Hajos, de la cátedra de Inmunología de la misma Facultad, por describir mecanismos moleculares asociados a los procesos de proliferación de células leucémicas. Sin embargo, las autoridades no estaban presentes. Evidentemente no hay mucho interés en lo académico y lo científico. Son grupos importantes, que representan a la Facultad puertas afuera, y no reciben el debido reconocimiento.
-La investigación fue de carácter interdisciplinario, ¿no es así?
-Sí, con nosotros participó el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME). El trabajo tenía un enfoque desde la farmacología, la química medicinal en lo que es el desarrollo de fármacos, y la biología molecular a fin de determinar los mecanismos de acción estas nuevas moléculas para el tratamiento de leucemias.
-¿Cómo podría resumir el aporte del trabajo de ustedes?
-Es un trabajo muy interesante, porque surge casi por casualidad. En un momento nosotros trabajábamos mucho en la diferenciación celular leucémica, como una estrategia terapéutica de tratamiento que tiene como meta restablecer el crecimiento normal de las células y llevarlas a su estado diferenciado, es decir, a la función que deben cumplir las células, evitando todo lo que fuera quimioterapia, agresión y muerte de las mismas. Lo que hacíamos era lograr que las células volvieran a su estado normal de maduración. Teníamos muchos marcadores puestos a punto y decidimos iniciar una investigación con productos naturales argentinos, con el objetivo de buscar en la flora autóctona argentina, que no está muy estudiada, muchas de las nuevas moléculas que pudieran tener actividad diferenciante.
-Y tuvieron suerte.
-Mucha, porque encontramos muy buena actividad en uno de los extractos de una planta autóctona argentina muy poco conocida, que crece en el norte, y en realidad no tenía funciones dentro de la medicina. En los inicios de la tarea de investigación trabajamos en colaboración con la cátedra de Farmacognosia, que tenía extractos vegetales de plantas autóctonas argentinas, probamos su actividad, y encontramos que en uno de los extractos esta actividad era muy importante. Entonces, hicimos una purificación de las moléculas del extracto y observamos que dos de ellas eran responsables de la actividad. A partir de ahí empezamos a estudiar las relaciones estructura-actividad, o sea comenzamos a hacer modificaciones químicas. Ahí ingresa la cátedra de Química Medicinal, para ocuparse de la parte de síntesis química.
-Actualmente, ¿en qué estado está la investigación?
-Bueno, hoy tenemos un screening de 70 moléculas en las cuales de alguna manera uno trata de evaluar la presencia de determinados grupos funcionales responsables de la actividad del fármaco. Y por otro lado, con todo el aporte de la biología celular, lo que tratamos de hacer es describir el mecanismo molecular que permite ese efecto biológico final, o sea toda la cascada de señalización. Ahora la idea final es que Eugenia Riveiro, que está terminando su doctorado, vaya a Inglaterra a hacer un estudio teórico de las relaciones de estructura-actividad, porque en la Argentina no existen especialistas en el área. Con todos los estudios biológicos y pruebas de actividad esperamos poder definir teóricamente la molécula adecuada para el tratamiento de este tipo de cáncer. Por supuesto, seguiríamos las normas de diseño de fármacos. Teniendo una estructura base, se pueden diseñar fármacos con menos toxicidad y mejor biodisponibilidad. Después vienen todas las pruebas de fase I, II y III.
-Estamos hablando de una tarea a largo plazo.
-Justamente el otro día Eugenia dio su seminario departamental y de una forma muy interesante presentó un juego que hoy existe en Internet, sobre el diseño de fármacos. Analizábamos todas las etapas que uno va superando para llegar a esta instancia. Los laboratorios multinacionales hoy invierten miles de millones de dólares en screening de fármacos. Nosotros, con pequeños subsidios, que no llegan a superar las tres cifras en dólares hacemos ese tipo de trabajo. Por eso me emociono cuando hablo del entusiasmo y del espíritu crítico, porque creo que ahí está el secreto. La pasión, el criterio, el estudio, la profundización, el rigor en el desarrollo de ciencia.
-El desarrollo de fármacos es muy costoso…
-La verdad que sí. Y por supuesto después entran las fases más costosas aún, que son las II, III y IV, hasta que el fármaco llega a salir al mercado. Nosotros lo que hacemos es investigación puramente básica y destinada a aportar al conocimiento general en pos de que después surjan nuevos tratamientos. En realidad, la idea fundamental del grupo es reivindicar las terapias diferenciantes respecto de las terapias agresivas, o sea defender aquellas terapias que ahora tratan de recuperar el funcionamiento normal de las células que se enfermaron.