Un equipo de científicos argentinos y estadounidenses halló en la Antártida el esqueleto fosilizado de un plesiosaurio, gigantesco reptil marino que nadaba en los océanos 70 millones de años atrás. Se trata de un ejemplar juvenil, excelentemente conservado y articulado, según el argentino Marcelo Reguero, uno de sus descubridores.
(19/12/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – La zona del Cabo Lamb, en la Isla Vega de la Antártida, es un lugar en el que se han hallado en los últimos años numerosos vertebrados fósiles marinos y también terrestres, restos de diversas especies de dinosaurios que poblaron el planeta hasta su extinción: 65 millones de años atrás.
En el verano de 2005, los paleontólogos James Martin y Foster Sawyer, de la Escuela de Minas y Tecnología de Dakota del Sur, Estados Unidos, Juan José Moly y Marcelo A. Reguero, del Museo de La Plata, y Sergio Santillana, del Instituto Antártico Argentino, hallaron en esa región el esqueleto fósil de un plesiosaurio en las alturas del monte Sandwich Bluff.
“Es un ejemplar juvenil de plesiosaurio, excelentemente preservado y articulado”, afirma Reguero quien también es investigador contratado del Instituto Antártico Argentino (IAA), Profesional del CONICET y del Museo de La Plata.
El esqueleto fósil del joven plesiosaurio fue expuesto al público el 13 de diciembre en el Museo de Geología de la Escuela de Minas y Tecnología de Dakota del Sur, Estados Unidos, según reveló un comunicado de prensa de la Fundación Nacional de la Ciencia, un organismo estadounidense que administra los recursos que el gobierno destina a las áreas científicas. Dicha institución firmó un convenio con el Instituto Antártico Argentino y el Museo de La Plata para llevar adelante la expedición paleontológica.
Contra viento y marea
“La extracción de este fósil se realizó bajo condiciones ambientales muy adversas. Tormentas de nieve, vientos huracanados y bajas temperaturas (-15-20 ºC) entorpecieron los trabajos de excavación” explica Reguero.
Dado que el suelo estaba congelado, el equipo de paleontólogos debió trabajar con martillos picadores, luego de haberlo intentado con otras herramientas, que se rompieron por la dureza del estrato. La extracción fue lenta pero continua, lo que permitió extraer la totalidad del esqueleto en el lapso de dos meses.
“Los 300 kgs de sedimento que contenían al esqueleto fueron transportados en un helicóptero de la Fuerza Aérea Argentina (Bell 212) hasta el campamento, que se hallaba localizado a 3 km del sitio del hallazgo, en la misma isla. En esa operación participaron diez personas”, afirma Reguero.
Antigüos reptiles acuáticos
Un estudio -publicado recientemente en la revista Journal of Vertebrate Paleontology- realizado por Zulma Gasparini, Investigadora Superior del CONICET y del Museo de La Plata, especialista en reptiles marinos, en colaboración con un equipo de colegas, señala que “una forma conocida de plesiosaurio hallado en Patagonia y Chile, Aristonectes parvidens, vivió también en la Antártida. El esqueleto encontrado en Cabo Lamb podría pertenecer a esta especie”, señala Reguero.
Plesiosauria fue un orden de reptiles acuáticos que tuvo un importante rol en la ecología marina desde fines del Triásico (hace 220 millones de años) hasta fines del Cretácico (hace 65 millones de años). Fueron muy comunes en el último período, el Cretácico, donde predominaron como grupo marino. “Restos de plesiosaurios han sido hallados en todos los continentes”, asegura Reguero.
De acuerdo con varios especialistas, el plesiosaurio tenía un aspecto similar a las descripciones que se desprenden del mítico monstruo del lago Ness, en Escocia.
Un plesiosaurio típico tenía un cuello largo, un cuerpo ancho, cuatro aletas grandes y una cola relativamente corta. En tamaño, variaron desde los más pequeños, de dos metros de longitud, a los más grandes, de más de 20 metros, comparables en tamaño a la ballena de esperma, que vive habitualmente en las zonas profundas de los océanos, lejos de la costa.
“Estos últimos fueron probablemente los más grandes predadores de todos los tiempos. Hay dos grandes grupos de plesiosaurios que se reconocen: los de cuello largo y cabeza pequeña y los de cuello corto y cabeza grande”, puntualiza Reguero.
El especialista comenta que “el contenido estomacal, preservado intacto, permitirá saber cuál era la dieta de ese reptil marino. Los estudios realizados hasta ahora indican que se alimentaban de invertebrados y peces”.
“La presencia de gastrolitos (piedras estomacales) sugiere que el animal los utilizaba para la flotabilidad, como en los adultos”, explica.
Algunos expertos sostienen que esas piedras habrían tenido una función física que le habrían permitido a esos reptiles marinos sumergirse considerablemente en los océanos y a la vez poder flotar en distintos niveles de profundidad. El uso de esas piedras les habría ahorrado consumo de energía, de lo contrario habrían tenido que realizar un mayor esfuerzo físico, con la ayuda de las aletas, para hundirse.
Según Reguero, las hipótesis hasta ahora elaboradas señalan que el plesiosaurio podía incorporar o expulsar esas piedras de acuerdo a sus necesidades, como los lastres de los submarinos, depósitos que se llenan o vacían con agua para poder hundirse o salir a la superficie. Otra teoría, defendida por algunos paleontólogos, indica que esas piedras tenían una función digestiva: habrían sido útiles para la digestión de las fibras resistentes de la comida.
Cómo era el lugar dónde vivían
El sitio del hallazgo está elevado unos 200 metros de altura sobre el nivel del mar, en el borde de una meseta rocosa de origen volcánico llamada Sandwich Bluff. “Se hipotetiza que una erupción volcánica pudo haber causado la muerte del animal. Durante las excavaciones fueron descubiertas varias capas de cenizas volcánicas conteniendo restos vegetales carbonizados intercaladas en las capas de areniscas marinas que contienen al esqueleto descubierto. La cantidad de sílice de estas cenizas volcánicas permitió la espectacular preservación de este animal”, afirma Reguero.
Por otras evidencias, se ha determinado que durante el Cretácico superior, 70 millones de años atrás, las aguas en esa región tenían una temperatura relativamente cálida y estaban habitadas por una variada fauna de vertebrados marinos: plesiosaurios, mosasaurios (grupo de lagartos gigantescos adaptados a la vida marina), peces óseos y tiburones.
En el continente, las condiciones ambientales también eran cálidas y había bosques, donde habitaban otros reptiles gigantes, los dinosaurios, aves voladoras y mamíferos. “Las evidencias sedimentológicas indican que el ambiente, donde se encontró este juvenil plesiosaurio, era de aguas someras (no más de 15 metros de profundidad) y costero. El ejemplar mide un metro y medio y solo le falta el cráneo. Probablemente el área costera donde vivieron estos plesiosaurios era muy productiva, con abundancia de alimento”, destaca Reguero.
A pesar de la información que los paleontólogos han logrado reunir sobre los plesiosaurios, Reguero señala que se sabe muy poco sobre los plesiosaurios juveniles, como el hallado en la Antártida, y sobre el hábitat en el que vivieron. “El estudio de este ejemplar podrá dilucidar muchas preguntas sobre sus características, su pertenencia, y sobre la ecología de este animal en el período en el que vivió”, concluye el experto.