El doctor Alejandro C. Paladini presentará el jueves 7 de junio a las 18.30 en el Instituto Leloir, Patricas Argentinas 435, de la ciudad de Buenos Aires su libro “Leloir, una mente brillante”, en el que describe la vida y obra del genio argentino. Es bioquímico, farmacéutico y fue el primer becario de Luis Federico Leloir en 1947. Bajo su dirección y con un grupo de colegas descubrió una coenzima fundamental para la biosíntesis de azúcares, entre ellas el glucógeno y el almidón, fundamentales para los seres vivos, hallazgo que hizo merecedor a Leloir al premio Nobel de Química en 1970.
(4/6/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller)
– Dr. Paladini ¿cuál ha sido su trayectoria profesional luego de comenzar su carrera junto una figura de la talla de Luis Federico Leloir?
Estuve al frente de la Cátedra de Química Biológica de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, fui Director del Departamento de Química Biológica y también dirigí el Instituto de Química y Físico Química Biológicas (IQUIFIB), un organismo creado por la UBA y el CONICET, entre otros cargos.
-¿Y qué actividad desarrolla actualmente?
Estoy retirado de la actividad directa en Docencia e Investigación, pero mi grupo de trabajo en la Facultad de Farmacia y Bioquímica sigue activo, con mi asesoramiento, en la investigación de productos naturales con efectos sobre el sistema nervioso central.
¿Qué lo motivó a escribir un libro sobre el doctor Luis Federico Leloir?
En 2006 se cumplieron 100 años de se nacimiento y pensé que sería adecuado, con ese motivo, describir su obra y personalidad, poco conocida a pesar de ser Premio Nobel del año 1970.
-¿Cuál era su relación con Leloir?
Fui el primer becario que Leloir dirigió en 1947 en el recién creado Instituto de Investigaciones Bioquímicas de la Fundación Campomar, que hoy es el Instituto Leloir.
-¿Cuál fue su experiencia durante ese período?
Participé en el descubrimiento de la coenzima uridina di fosfato glucosa (UDGP) y en los trabajos derivados de esto que permitieron explicar la biosíntesis del glucógeno y el almidón, los más importantes polisacáridos de los seres vivos. Luego pasé a la Facultad de Farmacia y Bioquímica donde fui profesor de Química Biológica hasta mi jubilación.
-¿Cómo era trabajar con Leloir en esa época?
El primitivo Instituto era muy modesto y lleno de aparatos ingeniosos construidos en él. El uso de sillas de paja y de objetos comprados en una ferretería eran muy comunes. Describo muchos de ellos en mi libro. El recurso más importante, sin embargo, era la dedicación total a nuestro trabajo y las intuiciones brillantes de Leloir.
-¿Qué pensaba el doctor Leloir de la ciencia en la Argentina?
En mi libro incluyo lo que Leloir pensaba sobre estos temas transcripto de dos artículos que publicó en La Nación. Leloir creía firmemente en la importancia de la ciencia básica como fundamento para la ciencia aplicada, y en ambas, para el progreso del país. No tenía mucha fe, sin embargo, en la comprensión de la importancia de la ciencia por los sucesivos gobiernos del país.
-¿Cuáles han sido las épocas de más crecimiento de la ciencia en la Argentina?
La primera fue debida a la influencia de Sarmiento en la mitad del siglo XIX, con la contratación de numerosos científicos extranjeros, que dio origen a la creación, en Córdoba, de una Academia de Ciencias, un Observatorio Astronómico y una Oficina Meteorológica. Cien años después, un nuevo gran impulso se debió a Houssay, que logró la creación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICET).
-¿Qué medidas se deberían tomar para que la ciencia y la tecnología tengan un mayor crecimiento en el país?
Hay que implementar las medidas que sólo se anuncian: invertir en ciencia no es un gasto; la inversión actual en la Argentina es una de las más bajas del mundo.
-El 7 de junio, en el Instituto Leloir usted hará la presentación del libro “Leloir, una mente brillante”, ¿Qué piensa comentar?
Pienso comentar la línea argumental del libro, que comienza relatando la formación científica inicial de Leloir, sus logros premonitorios y lo realizado en su instituto, así como la brillantez de sus intuiciones y las facetas humanas de su personalidad. Finalmente, destacaré su enorme influencia en el progreso científico de la Argentina.