En la Argentina, las consultas por envejecimiento cutáneo son cada vez más frecuentes en los servicios de dermatología, según un artículo publicado en Archivos Argentinos de Dermatología. Los especialistas estiman que en poco tiempo pueden llegar a superar a las de acné y otras afecciones comunes. Proponen medidas para lidiar con las huellas que dejan los años y las radiaciones ultravioletas en la piel, al tiempo que cuestionan la desenfrenada búsqueda de la juventud eterna y la promoción del bronceado.
(13/7/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane) – La seductora Cleopatra, antigua reina de Egipto, solía ponerse ácido tartárico en la cara y bañarse en leche fermentada para mejorar la piel. Hoy en día, a este tipo de sustancias, extraídas de los alimentos y en especial, de las frutas, se las conoce como alfahidroxiácidos, y se las emplea en combinación con otras denominadas retinoides, para aumentar el grosor de la piel y favorecer la síntesis de colágeno en personas que quieren prevenir o tratar los efectos del paso de los años y la exposición solar en la piel.
“La búsqueda de la juventud eterna sigue siendo una promesa no satisfecha, denunciada por la promoción desenfrenada de productos y procedimientos para paliar y/o reparar los estragos visibles en la piel”, sostiene un equipo de dermatólogos del Hospital de Clínicas y el Instituto Universitario CEMIC en un artículo publicado en los Archivos Argentinos de Dermatología, en el que revisan los mecanismos, la clínica, las pautas de diagnóstico y tratamientos para el envejecimiento de la piel.
Los especialistas –Lorena Consalvo, Myriam Dahbar, María Marta Santisteban y Fernando Stengel- son claros: el envejecimiento cutáneo es un proceso biológico progresivo e irreversible, que solo llega a su fin con la muerte, y para el cual solo existen medidas de prevención y paliativos parciales.
El sol y los años
El informe de los dermatólogos explica que el envejecimiento de la piel está condicionado por la genética individual y la acumulación de agresiones ambientales, y supone dos fenómenos simultáneos: el envejecimiento cronológico y el fotoenvejecimiento.
“El envejecimiento cronológico depende del paso de los años, de la gradual e inexorable disminución de las funciones celulares de todos los órganos, incluida la piel. El fotoenvejecimiento se vincula con el daño solar y las radiaciones UV provenientes de aparatos como las mal llamadas camas solares, que en realidad son camillas de radiaciones”, comenta el doctor Fernando Stengel, jefe de Dermatología y profesor asociado del Instituto Universitario CEMIC, uno de los autores del informe.
El paso de los años se nota en las líneas de expresión o arrugas, la sequedad, la palidez y la flojedad de la piel, por ejemplo en la zona de la mandíbula y el cuello. Los efectos de la radiación ultravioleta, por su parte, se perciben en las zonas más expuestas al sol, como la cara, el cuello, los antebrazos, el dorso de las manos y el escote.
“Si bien en la práctica muchas veces es difícil diferenciar los dos tipos de envejecimiento, dado que se superponen, está comprobado que los daños producidos por el sol se asocian específicamente con una degradación de la matriz de colágeno y con un aumento de la probabilidad de aparición de carcinomas y melanomas”, advierten los especialistas.
El envejecimiento: motivo de consulta
Hoy en día, las consultas al dermatólogo por la presencia de signos de envejecimiento son cada vez más habituales, y hasta se espera que en poco tiempo más superen a las de acné y otras dermatosis comunes. La cosmética o “cosmecéutica” aparece así como una herramienta de gran importancia para el dermatólogo.
Según Stengel, en consultorios privados generales –no dedicados exclusivamente a la dermatología cosmética– la relación acné versus consultas cosméticas es de 6 a 4. En tanto, en los servicios públicos de Capital la consulta cosmética es menos frecuente, a excepción de algunos barrios. “En el hospital recibimos entre un 20 y un 30 por ciento de consultas por envejecimiento”, comentó a Agencia CyTA la doctora Myriam Dahbar, médica dermatóloga del Hospital de Clínicas, también autora del informe.
Existen muchos tratamientos para el envejecimiento cutáneo, desde cremas humectantes que modifican el aspecto de la piel, hasta técnicas invasivas que rellenan arrugas y líneas profundas.
La lista es extensa: retinoides, alfahidroxiácidos, antioxidantes, vitaminas C y E, manganeso, peelings químicos, toxina botulínica, luz pulsada intensa, láseres no ablativos, termoestiramiento, polifenoles de té verde, implantes de colágeno bovino, microdermoabrasión y hasta maquillaje correctivo.
Hay que cuidar el “yo interior”
Pero más allá de las técnicas, los expertos coinciden en que lo más importante para mantener sana la piel y embellecerla es modificar el estilo de vida: no fumar, evitar el exceso de alcohol y de peso, así como la exposición prolongada al sol. Estas medidas disminuyen el riesgo de padecer hipertensión, diabetes, ateroesclerosis y cáncer, lo que favorece la calidad y la expectativa de vida.
“La piel es el «yo que se ve», y es más fácil engañar al yo mejorando la piel que mejorar el yo interior. Las modas dominan los actos de la población de forma irracional. Hace sesenta años estar bronceado era «un quemo». Hoy, exponer una piel color natural es estar «blanco leche»”, dice Stengel, que dirige Buenos Aires Skin, un centro médico que promueve el cuidado de la piel con un enfoque integral del paciente.
Lo cierto es que, aunque nos cueste asumirlo, el envejecimiento no se puede evitar. Aquellos que no dejan de buscar procedimientos y técnicas para revertir lo irreversible, padecen, según los médicos, una enfermedad emergente en las últimas décadas: el psicoenvejecimiento.
“Hay personas con psicoenvejecimiento que no paran de operarse, hacerse láser, Fraxel (fototermólisis fraccional), terapia fotodinámica, toxina botulínica, rellenos, mesoterapia, hilos, implantes, succiones y thermage (termoestiramiento), sólo para mirarse, suspirar, y volver al ruedo de excesos cosméticos y psíquicos”, reflexiona Stengel.
“Un dato para pensar –continúa- es que estas personas siempre encuentran algún colega (una minoría, por supuesto) que intenta satisfacer sus requerimientos y aspiraciones pseudodelirantes y de paso satisface sus bolsillos, sin respetar la armonía terapéutica.”
Para Stengel, “llegará un día en que los médicos vuelvan a pensar en el paciente como un todo, no sólo en las muy importantes evidencias médicas. Veremos así no sólo a un pedazo de piel fotoenvejecida que requiere láser u otra metodología terapéutica. Habremos encontrado el yo verdadero de cada paciente y podremos volver a la terapéutica armónica”.