Entre 950 y 1800 especies de aves terrestres, de un total de 8.750, estarían en peligro de extinción en el año 2100 como consecuencia del cambio climático, la deforestación y otras actividades humanas. Ese cálculo surge de un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de California, en San Diego, Estados Unidos.
(11/7/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – En los últimos 50 años, los seres humanos han transformado los ecosistemas, más rápida y extensamente que en ninguna otra época de la historia humana, sobre todo para resolver en forma inmediata y no sostenible las demandas crecientes de alimentos, agua, madera y otros recursos.
Esas actividades, sumadas al cambio climático, ponen en peligro a la biodiversidad del planeta. Científicos de la Universidad de California, en San Diego, Estados Unidos, quisieron saber cuál era el futuro de las especies de aves si la humanidad no toma conciencia sobre el daño que provoca en el medio ambiente.
El equipo de investigadores de esa universidad, encabezado por el biólogo Walter Jetz, calcula que en el año 2100, entre 950 y 1800 especies de aves terrestres, de un total de 8.750, estarán en riesgo de extinción debido al cambio climático y a la destrucción de sus hábitats a través de actividades humanas como la deforestación. Los resultados del trabajo fueron publicados en la revista científica PLoS Biology.
En primer lugar, Jetz y sus colegas trazaron un mapa geográfico de la distribución de las 8.750 especies de aves terrestres. Posteriormente identificaron las regiones vulnerables donde el cambio climático, la deforestación y la conversión de praderas en tierras de cultivo, amenazarán a las poblaciones de aves terrestres en el año 2100.
Las proyecciones realizadas por los expertos se basaron en los datos que aporta el estudio “Evaluación de Ecosistemas del Milenio”. Este informe, elaborado por 1.360 expertos de 95 países -consultados por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente- ofrece un panorama sobre el futuro de los ecosistemas.
“El cambio climático es un problema horrible que debe ser estudiado cuidadosamente”, señala Jetz y agrega: “Tenemos también que comprender el impacto de la creciente y continua invasión del hábitat”.
Según los resultados del trabajo, las especies de aves que habitan en las altas latitudes sufrirán más por el cambio climático, mientras que en las regiones tropicales, donde las aves están especialmente concentradas en zonas reducidas, la degradación de su hábitat, generada por la deforestación y otras actividades humanas, tendrá un impacto mayor.
Otro estudio, recientemente publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Science -dirigido por el biólogo Stuart Pimm, de la Universidad de Duke, Estados Unidos-, revela que desde comienzos del siglo XVI, 150 especies de aves se han extinguido, incluido el Dodo, un ave no voladora de una altura aproximada de un metro y de un peso que fluctuaba entre 13 y 25 kilos. Habitaba en las islas Mauricio, situadas en el océano Índico.
En el siglo XVII, llegaron a esas islas los colonos portugueses. Un siglo después, la caza, la deforestación y la propagación de cerdos y ratas acabaron con esa especie.
La comparación de los cálculos de Pimm y Jetz indicaría que el creciente desarrollo industrial, el cambio climático y la expansión irresponsable de las actividades humanas sobre la superficie de nuestro planeta, acelerarían el ritmo de extinciones de las especies de aves.
Para Jetz, el cuidado de los ecosistemas y la reducción del cambio climático son medidas necesarias que se deben tomar para minimizar las extinciones de las especies.
Si bien el estudio de Jetz estuvo centrado en las aves terrestres, la degradación del medio ambiente amenaza biodiversidad del planeta en su conjunto, incluyendo a la humanidad.
El acceso a recursos que se obtienen mediante la destrucción de ecosistemas ha generado bienestar y desarrollo económico en un determinado sector de la población mundial de forma inmediata, pero al mismo tiempo ha exacerbado pobreza en vastos sectores de personas que dependen de esos ecosistemas.
“Si estos problemas no se solucionan, los beneficios que las futuras generaciones podrían obtener de los ecosistemas disminuirán sustancialmente”, aseguran los expertos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.