“Nuestro país tiene que hacer un esfuerzo por poner más recursos propios en el desarrollo de la ciencia si realmente quiere convertirse en una sociedad tecnológica más avanzada”, afirma el doctor en física Carlos Balseiro. Reconoce que el Estado, a través de la SeCyT, ha realizado esfuerzos importantes para incluir a la nanotecnología dentro de las áreas prioritarias del desarrollo científico y tecnológico. Y dice que en la Argentina, la inversión del sector privado en ciencia, y en nanotecnología específicamente, es ínfima.
(10/8/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – Para quienes lo logran, el descubrimiento de la vocación profesional puede ser el resultado de una larga búsqueda. Otros, en cambio, crecen con la vocación desde la infancia. Tal es el caso del físico Carlos Balseiro, investigador de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y del CONICET y docente de la Universidad Nacional de Cuyo, hijo del físico José Antonio Balseiro, uno de los fundadores y el primer director del Instituto de Física de Bariloche, que tras su fallecimiento se llamó Instituto Balseiro.
“Nací en un ambiente de físicos. En mi caso, la vocación se fue construyendo cuando, siendo pequeño, jugaba cerca de los laboratorios del Centro Atómico Bariloche”, afirma Balseiro quien creció en un ambiente peculiar, en el que convivían investigadores, docentes, alumnos y técnicos en instalaciones con laboratorios, aulas y biblioteca, frente al lago Nahuel Huapi en Bariloche.
Hace siete años, el experto en física decidió, entre otras iniciativas, promover el desarrollo -en la Argentina- de la nanotecnología, “una rama de la ciencia que estudia y manipula la materia a escalas extremadamente pequeñas, de un mil millonésimo de metro, lo que permite fabricar materiales dotados de nuevas propiedades a partir de la manipulación de átomos individuales”, explica Balseiro.
Esos nuevos materiales, que están generando una revolución tecnológica en la medicina, en la biología, en la informática y en la construcción, entre otros campos, podrían desencadenar, en caso de aplicarse, una revolución industrial que impactaría transversalmente todas las cadenas productivas.
“Uno puede imaginar pinturas inteligentes basadas en nanopartículas, funcionalizar superficies para hacerlas más biocompatibles mejorando así los implantes, superficies que no se mojen, nanoestructuras que detecten selectivamente cierto tipo de células tumorales sin dañar el tejido sano -como sucede en algunas terapias convencionales-, fabricar sensores de distinta naturaleza que pueden ser utilizados, por ejemplo, en el control de calidad de alimentos. La lista de posibilidades es muy amplia”, señala Balseiro
Preocupado por si las nanopartículas -de oro, de plata, o de cualquier material-, aisladas o combinadas, causan o no perjuicios en la salud y en el medio ambiente, el experto destaca la importancia de realizar investigaciones que determinen sus consecuencias en la naturaleza.
“Hay que ser cuidadoso, por ejemplo, imaginemos que uno tira millones de nanopartículas que limpian al riachuelo, después hay que ver si se pueden recuperar, y de esa forma no crear un problema resolviendo otro”, afirma Balseiro y agrega: “Lo que sí es cierto es que se está avanzando en el uso de nanotecnologías para resolver cuestiones ambientales”.
Encuentros sobre nanotecnología en Bariloche
En el Instituto Balseiro, situado en la CNEA, Bariloche, se celebró este año el VII Encuentro sobre Superficies y Materiales Nanoestructurados durante el cual se llevaron a cabo más de 26 exposiciones y una sesión de pósters que permitió a los investigadores argentinos presentar los resultados de sus últimos trabajos y discutir vías de acción.
“Hace siete años que venimos organizando en la CNEA reuniones anuales que aglutinan a investigadores de todo el país que trabajan en el campo de la nanociencia. Si bien no agotan lo que es la actividad en la Argentina, lo que nos interesa es generar un espacio donde se discutan ideas nuevas para formular nuevos proyectos”, destaca Balseiro.
A partir de esos encuentros organizados en la CNEA, con el apoyo de la Secretaria de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (SeCyT), nacieron algunas redes de nanociencia y nanotecnología. Estas redes promueven y coordinan la actividad de científicos en distintas instituciones y regiones del país.
“Unos 150 investigadores participan de dos redes dedicadas al estudio de materiales nanoestructurados y de sistemas moleculares y supramoleculares. Una tercera red, que nuclea a otro grupo de investigadores y tecnólogos y que está coordinada desde la CNEA, se dedica al diseño y a la fabricación de micromáquinas”, señala el experto.
Inversión en nanotecnología
En la Argentina, la inversión del sector privado en ciencia, y en nanotecnología específicamente, es ínfima.
“En laboratorios de Techint se desarrolla investigación en temas de nanotecnología para lograr superficies de acero ‘inteligentes’, dotadas de propiedades tales como lubricidad, superhidrofobicidad y anticorrosividad, útiles para la fabricación de tubos de acero que se utilizan en la extracción de petróleo. Sin embargo, este es un caso aislado”, asegura Balseiro.
De acuerdo con el físico, el Estado, a través de la SeCyT, ha realizado esfuerzos importantes para incluir a la nanotecnología dentro de las áreas prioritarias del desarrollo científico y tecnológico. “Ha hecho apoyos importantes dentro de sus posibilidades. Sin embargo hay que decir que los recursos que la Argentina destina a la ciencia no alcanzan, son inferiores al porcentaje del PBI de Brasil y de México. Nuestro país tiene que hacer un esfuerzo por poner más recursos propios en el desarrollo de la ciencia, si realmente quiere convertirse en una sociedad tecnológica más avanzada”, sentencia el físico.
Para Balseiro, uno de los problemas que enfrenta la Argentina en términos de presupuesto para la ciencia y la tecnología se refleja en el hecho de que los fondos se destinan básicamente para el pago de los salarios, pero escasean los recursos para crear más laboratorios de investigación y para comprar nuevos equipamientos de envergadura.
“La SeCyT, a través de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, se ha transformado en el principal organismo encargado de comprar equipos con créditos del Banco Interamericano de desarrollo (BID). El problema es que ese banco fija condiciones y, por lo tanto, determina en alguna medida nuestras políticas de inversión en ciencia y tecnología. La Argentina debería tener recursos propios, en definitiva, un presupuesto más consistente destinado a la ciencia”, concluye Balseiro.