(18/9/07 – Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Bruno Geller)-. “El sistema nervioso me parece el sistema más complejo y misterioso de todo nuestro organismo”
Hace tres años la doctora argentina Laura Borodinsky, con tan sólo 36 años de edad, realizaba un aporte destacado al conocimiento del funcionamiento del sistema nervioso. Desde el laboratorio de Nicholas Spitzer en la Universidad de California, en San Diego, describía que el tipo de neurotransmisores que fabrican las neuronas no depende únicamente de un programa genético predeterminado, sino que puede cambiar durante el desarrollo embrionario.
Su trayectoria profesional y los resultados de esta investigación – que fueron inmediatamente patentados–, le permitieron, entre otras cosas, acceder a subsidios de la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos, y a dirigir su propio laboratorio en la Universidad de California, en Davis. En la entrevista concedida a la Agencia CyTA, la investigadora cuenta los pasos de su trayectoria profesional en el sistema científico estadounidense.
-¿Desde cuándo investiga en los Estados Unidos?
-En octubre de 2001, me fui de la Argentina con mi esposo y mi hijo de un año y medio a San Diego, California y estuvimos allí hasta julio de 2006, año en que nos mudamos a Sacramento, California y aquí estamos desde ese entonces. En noviembre está por nacer mi segundo hijo.
-¿Por qué eligió Estados Unidos como destino?
-Tenía la idea de hacer un posdoctorado en el exterior, y EE.UU. es el país que ofrece más oportunidades en ese sentido. Creo que la experiencia de hacer un posdoctorado en el exterior es muy importante para toda carrera científica, decida uno después volver o quedarse en el exterior. Permite trabajar sin restricciones económicas y entonces uno puede moverse con más libertad, sin sentirse limitado por circunstancias que no tienen que ver necesariamente con la lógica detrás de la investigación que uno está siguiendo. Me parece que eso hace que el potencial de uno como científico independiente se expanda. Además, si uno elige ir a un lugar muy bueno, tiene la posibilidad de interactuar con científicos sobresalientes y eso también es importante para la carrera futura.
-¿En ese período fue que dio con novedosos resultados sobre el desarrollo embrionario de las neuronas que fueron publicados en la prestigiosa revista científica Nature?
-Así es. El título de mi trabajo fue “La expresión de neurotransmisores en neuronas embrionarias depende homeostáticamente de la actividad eléctrica neuronal”. Lo novedoso de la investigación es que nunca se había planteado en forma contundente que una propiedad característica de la identidad de las neuronas, es decir, el tipo de neurotransmisor que fabrican para comunicarse con otras neuronas a través de sinapsis químicas, podía depender de algo que no fuera un programa genético predeterminado.
-¿Y cuál es ese factor?
-Descubrí, junto a un equipo de colegas, que las neuronas embrionarias de la médula espinal del sapo Xenopus laevis exhiben una actividad eléctrica espontánea antes de que se formen las sinapsis. Esta actividad provoca cambios transitorios en la concentración intracelular de calcio. Distintos tipos de neuronas (sensoriales, motoras, entre otras) presentan diferentes patrones de actividad neuronal espontánea, esto es, cambios en la concentración intracelular de calcio. Esas observaciones nos condujeron a la hipótesis de que quizá los distintos patrones de actividad podían estar relacionados con la adquisición de distintas identidades por parte de las neuronas espinales.
-¿Cómo fue que demostraron esa hipótesis?
-Modificamos estos patrones espontáneos de actividad, suprimiéndolos por completo o aumentando la actividad de todas las neuronas y evaluamos qué neurotransmisor/es fabricaban las neuronas. Los resultados mostraron que cuando la actividad se suprime, las neuronas fabrican neurotransmisores excitatorios, o sea, neurotransmisores que tratan de aumentar la actividad del sistema nervioso. Y cuando la actividad es forzada a niveles altos, las neuronas fabrican neurotransmisores inhibitorios, los que tratan de disminuir la actividad del sistema nervioso. La biología del desarrollo en general es un campo muy dominado por la genética y pienso que es por eso que este trabajo tuvo tanta repercusión.
-¿Cuáles son las implicancias de ese hallazgo en futuras terapias?
-Ese trabajo fue estrictamente de ciencia básica. Estamos hablando de embriones de sapo, o sea que estamos bastante lejos de un humano adulto. Sin embargo pienso que entender los conceptos básicos que explican los distintos fenómenos biológicos a la larga sienta las bases para diseñar una terapia seria para distintas enfermedades como la depresión y la esquizofrenia en las que se produce una falta de balance en la producción, o metabolismo de ciertos neurotransmisores. El asunto es que las drogas no curan la enfermedad sino que en el mejor de los casos alivian los síntomas. Hay un largo camino por recorrer, pero lo cierto es que en la actualidad hay terapias para estas enfermedades basadas en estimulación eléctrica transcraneana con cierto grado de éxito.
-¿Cómo cambió su carrera profesional el logro de estos resultados?
La publicación de este trabajo fue sin duda muy importante para mi carrera profesional. Me permitió conseguir un subsidio de investigación de la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos aun estando en San Diego, en donde no tenía mi propio laboratorio sino que trabajaba bajo la supervisión de Nicholas Spitzer. Esto a su vez me permitió convertirme en una candidata más fuerte y atractivo para las universidades a las que aplicaba para un puesto de profesora. Si ese trabajo no hubiera resultado, yo no estaría donde esto, hoy por hoy.
-¿Dónde trabaja actualmente?
-Estoy empleada por dos instituciones. En el departamento de Fisiología y Biología de la Membrana de la Escuela de Medicina de la Universidad de California, en Davis, y en el Instituto de Medicina Regenerativa Pediátrica del Hospital de Niños Shriners de California Norte. Dirijo mi laboratorio de investigación además de tener responsabilidades docentes en la Facultad de Medicina. En el laboratorio somos cuatro, dos posdoctorandos, una técnica y yo.
-Yendo a los orígenes de su carrera, ¿qué la motivó a estudiar química en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA?
-Creo que fue una mezcla entre el interés por las ciencias en general y la influencia de una profesora de química que tuve en cuarto año del secundario que fue la primera que me hizo pensar y razonar, en vez de repetir información como un loro. Me gustó el desafió y seguí química pensando que me iba a dedicar a química teórica o química nuclear, pero hice el doctorado y mi tesis se orientó hacia el campo de la Neurobiología del Desarrollo. En la misma Facultad, fui docente y también becaria posdoctoral del CONICET.
-Basándose en su experiencia, ¿Podría mencionar algunas diferencias que percibe en la forma de hacer investigación en el sistema científico argentino y en el sistema científico estadounidense?
-Me gustaría contestar esta pregunta desde un punto de vista mas general que personal, pero la verdad es que no se como abstraerme de mi experiencia personal. Una de las diferencias más notables es el tamaño de la comunidad científica. En Argentina es muy chica, eso hace que la evaluación de aplicaciones de becas y subsidios esté siempre contaminada con amistades, enemistades y compromisos. Me parece que el sistema en EE.UU. es más justo y transparente y está más basado en meritos que en otra cosa.
-¿Percibe alguna diferencia con respecto a los planes científicos?
-El sistema científico en los Estados Unidos no es improvisado. Existe un plan detrás de cada adjudicación de subsidios y detrás de cómo se reparten los fondos entre distintas disciplinas. En Argentina yo siempre tuve la impresión de que no existe un plan ni una idea de cuales son los objetivos que el país se plantea en términos de que tipo de investigación se quiere hacer y adónde se quiere llegar. Por supuesto sumado a la inestabilidad económica es muy difícil predecir y planear con éxito.
-¿Qué otras diferencias nota?
-Una diferencia obvia es que en EEUU hay más recursos para investigación que en Argentina. Conseguir reactivos para trabajar en Argentina era una misión imposible. Aquí las compañías se pelean por ofrecerte el mejor producto, al mejor precio. No hay demoras entre “necesito esto” y “ya tengo todo lo que necesito para hacer el experimento”. En Argentina podían pasar meses entre una cosa y otra. Llegábamos tarde con los resultados y ya no eran tan originales como deberían. Pero no todo es color de rosas: El sistema en Estados Unidos es más salvaje que en Argentina. Si no producís fuiste. No hay un sistema que te proteja y te garantice tu puesto a pesar de una mala racha en tu trabajo.
-¿Por qué eligió hacer investigación en el campo de las Neurociencias?
-En particular me interesa el estudio del desarrollo del sistema nervioso. Elegí este campo de investigación porque es la combinación de dos áreas que me fascinan. Por un lado me interesa saber cómo es que a partir de una célula y un determinado y único contenido genético se pueden generar la variedad de células que forman un organismo. Por el otro lado, el sistema nervioso me parece el sistema más complejo y misterioso de todo nuestro organismo. Eso hace que cualquier contribución científica que uno haga pueda resultar en un avance importante. Otro aspecto de la investigación en Neurociencias que me atrae es que se necesita abordarla desde distintas disciplinas: física, química, matemática, informática y biología.
-¿Le gustaría volver a trabajar en la Argentina?
-Si algo uno aprende como argentino es a no planear la vida y el trabajo a largo plazo. La idea que tengo es disfrutar el vivir y trabajar aquí. Si en algún momento lo que extrañamos sobrepasa este disfrute entonces probaré volver a Argentina con mi esposo y mis hijos. Yo no pienso que uno vuelve a Argentina porque las condiciones de trabajo sean mejores o peores sino por los afectos. Por suerte Argentina ofrece hoy una situación razonable para los científicos que deciden volver y eso está muy bien. Si vuelvo, me gustaría encontrarme con un sistema basado en merito que estimule y premie la producción y excelencia.