Una investigación de la Universidad Nacional del Litoral abordó el análisis de la dote -bienes materiales que daba la mujer al marido al casarse- en el siglo XIX. Según las conclusiones, la dote creó un mecanismo de circulación de bienes – a través del cual se transmitieron pautas y modelos de conducta a los hijos varones y mujeres – que en Corrientes fue repetido durante gran parte del siglo XIX.
(4/9/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Amelia Presman – UNNE) – La licenciada Analía García, del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de la UNNE, investigó la circulación de bienes a través de la dote, característica de los siglos XVII, XVIII y XIX, analizando particularmente el caso de Corrientes.
“La dote como objeto de estudio obliga a reconocer en la familia y el matrimonio espacios donde se generan mecanismos de reproducción y pervivencia de las distintas sociedades. La institución familiar refleja todo el sistema social como unidad de reproducción humana que es, pero también como unidad económica, detentadora de un patrimonio, y como difusora de una mentalidad y de una cultura” sostiene García. “La circulación de bienes a través de la dote implica el despliegue de una estrategia matrimonial y una forma determinada de transmitir valores y virtudes”, añade.
Perspectiva de Género
El marco de referencia desde el cual se otorga significación a lo analizado es la perspectiva de género. En cuanto a la metodología, se realizó una crítica cualitativa del material, que incluyó un proceso de selección de testamentos, cartas de dote y bibliografía y su posterior cruzamiento con diversas fuentes. Se utilizó el método serial y técnicas cuantitativas, analizando el fenómeno histórico desde el cruce entre coyuntura y estructura, y aplicando el método comparativo para establecer generalidades y especificidades de las realidades estudiadas.
La sociedad hispana, en tiempos del feudalismo tardío, se caracterizaba por una mentalidad conformista y actitudes poco renovadoras. Estaba integrada por una clase prominente, plebeyos, comerciantes, artesanos y un sector marginal que incorporaba a los auxiliares.
Si bien, en el espacio americano español hay autores que consideran “difícil” hablar de una nobleza cerrada con un fuerte espíritu de cuerpo, se adoptaron signos de distinción que la convertía en noble a los ojos del resto y a los suyos propios. Estas características pueden reflejarse en su vinculación con acontecimientos importantes, descendencia más o menos cercana de los españoles establecidos de antiguo, presentes en las primeras etapas de ocupación, articulación de linajes con familias prominentes y nuevos ricos, y asociación con la actividad ganadera.
Los plebeyos, en cambio, no desarrollaron un ideal definido, sino que, en una actitud de cultura dominada cuyo modelo era la nobleza, se apropiaron de sus ideales, convirtiéndose en los peones de los grandes. Los pequeños comerciantes locales trabajaban con los “…bienes que circulan dentro de la economía regional, careciendo de capital y de extensas redes a largas distancia…”. En tanto, los auxiliares eran quienes vivían en la propiedad del señor, desarrollando servicios domésticos. Por lo general, eran de descendencia africana, no indígena. Algunos aparecen en los testamentos como piezas de esclavos, que se heredaban como el resto de los bienes.
La familia correntina, con características similares a la española, consideraba al hombre, en tanto esposo y padre, regulador de las relaciones domésticas traducida en la decisión de perpetuar el destino de los bienes. En el mundo del matrimonio, el margen dejado para los enlaces por amor se estrechaba ante los intereses y estrategias familiares.
También en Corrientes, al igual que en España y gran parte de Hispanoamérica, la petición de mano y el contrato matrimonial constituían los pasos previos a la escritura de dote y las arras. “El control de los matrimonios era un mecanismo primordial, y por eso los padres concertaban los enlaces, lo que conducía a una cierta forma de endogamia social: matrimonio en el mismo vecindario o en la misma clase social”, afirma la investigadora.
Las alianzas matrimoniales fueron utilizadas por las clases dominantes para conferir a su descendencia una base económica y simbólica que facilitara el mantenimiento del dominio. Las clases subalternas resignificaban esa estrategia, porque aspiraban a repetir conductas o actitudes de los grupos privilegiados.
En el matrimonio, la situación de la mujer estaba marcada fundamentalmente por el principio de subordinación al padre y esposo, encuadrado en un modelo familiar jurídicamente deudor del sistema romano del “pater familias”, aún cuando había una facultad, precisamente la de autorizar el casamiento de sus hijos, que podía ser ejercida por la madre viuda.
Características de la dote
La dote se define como lo que la mujer da al marido por razón de casamiento, una suerte de donación hecha con entendimiento. El objetivo fundamental era que la mujer colaborase en el “sostenimiento de las cargas del matrimonio”. La dote podía incluir, además de propiedades, la cesión de créditos, derechos reales, tierras y bienes diversos. El valor de la dote solía sacarse de los bienes gananciales de los padres. Su posesión significaba la entrada al mercado matrimonial, la posibilidad de cierta influencia, siempre determinada por las estrategias matrimoniales de la familia, y también la posibilidad de contar con un medio de subsistencia en caso de viudez. Carecer de dote significaba no poder acceder a un matrimonio respetable o conveniente, un componente elemental en la integración de una familia.
El administrador de los bienes era el marido, y aunque no le estaba permitido vender, hipotecar o enajenar la dote, sí le correspondía como propiedad el usufructo de los bienes dotales. En caso de disolución del matrimonio o separación, los bienes volvían a la mujer, que nunca dejaba de ser propietaria. Sobre los bienes del marido pesaba un crédito especial preferencial por el valor de la dote, que ayudaba a la esposa a recuperarlos.
Aunque en España eran muy frecuentes los reclamos de las esposas por abusos y mala administración de los maridos, no ocurría lo mismo en Corrientes, donde, en el universo analizado, no se observaron reclamos de ésta índole.
Para concluir, García considera que la dote fue un mecanismo que otorgó espacio a las mujeres, no sólo dentro del patrimonio o herencia familiar. Creó un mecanismo de circulación de bienes, a través de los cuales también se transmitieron pautas y modelos de conducta a los hijos varones y mujeres que las incorporaron y repitieron durante gran parte del siglo XIX, por lo menos en Corrientes.
“La sociedad correntina aún mantiene rasgos de aquella sociedad estamental, característica de los siglos XVII, XVIII y XIX. Por ello, resulta interesante abrir los archivos al análisis de éste tipo de conductas, no sólo para reconocerlas, sino también para modificarlas”, expresa García.