El fundador del programa espacial de la ex Unión Soviética y varios líderes de la misión que puso en órbita al Sputnik en 1957, revelaron en una reciente conferencia de prensa en Rusia, detalles de cómo se logró el lanzamiento y las razones que llevaron al desarrollo espacial dentro del contexto de la Guerra Fría y la amenaza nuclear de ese entonces.

(04/10/2007 – Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Alejandro Manrique) – Hace 50 años, cuando la hoy desintegrada Unión Soviética lanzó el Sputnik, primer satélite artificial que orbitaría nuestro planeta, el mundo contempló los cielos de una manera diferente. La historia de la humanidad estaba a punto de cambiar para siempre: se abriría un vasto campo –con aplicaciones en las telecomunicaciones y avances y desarrollos tecnológicos en múltiples disciplinas–, además de una carrera espacial que llevaría al hombre a la Luna como punto culminante.

Cuando el Sputnik despegó, el logro se vislumbró con aprensión y recelo, considerándolo como una conquista espacial y un rotundo triunfo en la entonces Guerra Fría. Pero 50 años más tarde, surge que el momento culminante del lanzamiento estuvo lejos de ser parte de una estrategia planeada para demostrar la superioridad comunista sobre Occidente. Muy por el contrario, el primer satélite artificial en el espacio fue una apuesta impulsada por el sueño de un científico, cuyo equipo diseñó un cohete, montó un satélite y convenció al Kremlin que dudaba en dar inicio a lo que se denominaría la era espacial.

En una serie de entrevistas recientes con la prensa, Boris Chertok –uno de los fundadores del programa espacial soviético- junto con otros colegas de la época, dieron a conocer detalles de cómo fue el lanzamiento del Sputnik y lo que significó para los soviéticos. Durante la mayor parte de su vida, Chertok no pudo hablar del proyecto dado que su nombre, al igual que el de Sergei Korolyov, jefe científico de la misión, era considerado secreto de estado.

Con 95 años de edad y con visibles muestras de gran orgullo por lo actuado, Chertok pudo finalmente explicar a viva voz su participación y el rol fundamental que jugó en la historia de la exploración espacial. “Cada uno de esos primeros cohetes era como una mujer amada para nosotros”, dijo con tono emotivo. “Estábamos enamorados de cada uno de los cohetes, a los que queríamos hacer despegar exitosamente y por los que hubiésemos dado nuestros corazones por verlos volar”.

La Guerra Fría, factor determinante

Ese idealismo y pasión científica, sumada a la determinación de Korolyov, fueron clave en el éxito del Sputnik. Y también el contexto del momento político internacional, ya que la Guerra Fría estaba en su apogeo y la lucha con los Estados Unidos por la supremacía mundial proporcionó el estímulo necesario que gravitó en el comienzo de la carrera espacial.

No se desconoce que, tal como explicaron los científicos, el primer impulsor de cohetes tuvo su origen en un programa soviético ajeno al espacial: el desarrollo frenético de un cohete capaz de llegar a territorio de los Estados Unidos con una bomba de hidrógeno.

ado que no se sabía cuán pesada podría ser una bomba de ese tipo, se debía contar con una potencia lo suficientemente grande como para impulsarla. De acuerdo con Georgy Grechko, cosmonauta e ingeniero de vuelo, el misil balístico R-7 que impulsó al Sputnik tenía una capacidad de empuje mucho mayor que cualquier desarrollo que podían tener por entonces los Estados Unidos.

Fue esta gran capacidad de impulso y de carga del R-7, la que lo convirtió en el vehículo ideal para lanzar un objeto al espacio y que quedara en órbita, algo que nunca se había logrado hasta el momento.

Los científicos recordaron que sin la amenaza nuclear que apremiaba en ese entonces, el Sputnik probablemente habría despegado mucho más tarde. “La razón fundamental del Sputnik fue la tensión internacional y nuestra carrera contra los estadounidenses”, dijo Chertok. “El desarrollo de un misil militar fue el principal motivo en el que pensábamos en ese momento”.

Cuando Korolyov percibió la oportunidad, no tardó en persuadir al Kremlin en el intento de lanzar un satélite. Mientras que el gobierno dio su apoyo a comienzos de 1956, el ala militar dura quería mantener el misil con fines bélicos por cuanto consideraban la idea como una fantasía de Korolyov. Para ese entonces, los Estados Unidos tenían su propio proyecto denominado “Vanguard”, pero los rusos se anticiparon.

Korolyov sabía que el satélite que su país tenía en desarrollo tardaría un largo período en completarse, entonces instruyó a su equipo en el desarrollo de un dispositivo simple que orbitase la Tierra. Fue bautizado PS-1, iniciales de “Prosteishiy Sputnik”, que en ruso significa “el satélite más simple”.

Los jóvenes ingenieros que calcularon la trayectoria de lanzamiento del primer satélite, intentaron convencer a Korolyov de incluir algunos instrumentos científicos, opción que el visionario líder no aceptó por considerar que aún no era el momento oportuno.

El pequeño satélite, de unos 90 kilogramos de peso y con forma de esfera de 60 cm de diámetro, estuvo listo en menos de tres meses. El material era de una aleación de aluminio, con dos radiotransmisores y cuatro antenas. La superficie se lustró para mejorar la reflexión de los rayos del sol y evitar un sobrecalentamiento.

La desconfianza frente a los planes de Estados Unidos en la materia, era evidente: Korolyov sospechaba que podían efectuar un lanzamiento al mismo tiempo, por lo que anticipó la fecha para el 4 de octubre de 1957.

De pronto la Tierra tuvo dos lunas: una natural y otra artificial. Los ingenieros que controlaban el estado del satélite, no visible al ojo humano, no se percataron de la importancia de la señal que recibían y del histórico momento que representaba para la civilización.

Los líderes soviéticos consideraron el hecho como un logro más, acorde a los avances que se esperarían de la ciencia soviética, pero luego percibirían el alcance y dimensión de la proeza en el contexto mundial.

Excitado por el furor que causó en la prensa internacional, el entonces premier Nikita Khrushchev solicitó a Korolyov un nuevo lanzamiento, en esta ocasión para celebrar el 40º aniversario de la Revolución Bolchevique.

En una tarea contrarreloj, Korolyov y su equipo construyeron otro artefacto en menos de un mes y lanzaron el Sputnik 2, con un peso de 600 kilogramos y con el primer ser vivo de la Tierra a bordo: la perra Laika, que falleció por el intenso calor luego de una semana. Se abría así el camino para que el ser humano volase al espacio.

A un ritmo de unos 100 minutos por órbita, el primer Sputnik dio señales de vida por unas tres semanas y orbitó nuestro planeta unos tres meses antes de desintegrarse en la atmósfera.

El férreo régimen soviético

Pero no todo fueron loas para Korolyov, que nunca fue mencionado en los relatos modernos sobre el lanzamiento y el importante papel que jugó fue solamente conocido por unos pocos allegados al diseño espacial.

ientras que a Leonid Sedov, miembro de la Academia Soviética de Ciencias, y sin ninguna conexión con el programa espacial, se le atribuyó en Occidente el mote de “Padre del Sputnik”, Korolyov solamente pudo publicar su investigación bajo el seudónimo de “Profesor Sergeyev”, en una muestra más de la falta de libertad y autoritarismo del régimen soviético imperante en esos años.

No sólo se desconocía la idealista y soñadora idea del gestor puertas adentro, sino que Khrushchev declinó una oferta del Comité Nobel para la nominación de Korolyov bajo el pretexto de que se trataba de un logro de la “totalidad del pueblo soviético”.

Este comportamiento irritó a Korolyov, quien se lamentaba de las acciones del régimen: “Somos como mineros, trabajamos bajo tierra y nadie nos ve o nos escucha”, según contó su hija Natalia en un libro sobre su padre. La Unión Soviética y el mundo conocieron el nombre de Korolyov solamente después de su muerte, acaecida en 1966.

La rivalidad en el espacio de entonces, originada por motivos militares y de estrategia geopolítica, impulsó al desarrollo aeroespacial que se vive hoy día. El lanzamiento del Sputnik no hizo más que dar el puntapié inicial de lo que luego devendría en las naves espaciales, las misiones que llevarían al hombre a la Luna, las sondas que se enviarían a los diversos planetas de nuestro sistema solar, y toda una serie de emprendimientos que llevan a la humanidad rumbo a la conquista espacial de los próximos años.

RECUADRO

TESTIMONIO ARGENTINO

El lanzamiento del Sputnik “representó una amenaza significativa para los Estados Unidos, donde la gente pensaba que sería atacada con artefactos provenientes del espacio”, recordó el doctor en física Fernando Raúl Colomb, miembro del directorio de la CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales) y director científico de las misiones satelitales del organismo argentino.

Consultado por CyTA sobre su recuerdo personal sobre el episodio, Colomb también recordó que vivió intensamente ese momento, al punto que lo impulsó definitivamente a estudiar una carrera “relacionada con el espacio”.