Muchos padres consideran que el agua embotellada o filtrada es la mejor opción para sus hijos, sin saber que con esa elección pueden perjudicar potencialmente la salud dental de lo chicos. El consejo médico, la clave de la solución.
(14-11-2007. Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Luján Araujo) – La modalidad en que los niños consumen agua suele ser un aspecto al que los médicos no prestan mucha atención. Un reciente estudio reveló que muchos padres no dan agua corriente a sus hijos, privilegiando el agua filtrada o embotellada, sin tener en cuenta que el agua de la canilla tiene flúor agregado, que favorece su salud dental.
La encuesta fue llevada a cabo en un centro de salud pública ubicado en Salt Lake City, Utah, Estados Unidos, sobre 216 pacientes. La mayoría de ellos tenía ingresos medios o bajos y provenían en un 80,5% de familias de origen latino.
El trabajo presentado en la American Medical Association y codirigido por la Doctora Wendy L. Hobson, Master en ciencias de la salud pública (MSPH), demostró que era más común en las familias de origen latino evitar tomar agua corriente, debido a una creencia de que esta podía enfermalos (el 73% de los latinos, frente al 5% de la población no latina). Sobre la base de esa concepción, consumían grandes cantidades agua embotellada o filtrada de distintas maneras, algunas de las cuales –como la osmosis inversa– remueven el 100 por ciento del fluorado.
En Estados Unidos se considera que el agua corriente es segura en líneas generales, y de hecho los controles y la regulación de la Agencia de Protección Ambiental (Enviromental Protection Agency) para el agua de la canilla son mucho más estrictos que los que se le realizan al agua embotellada por parte de la Administración de Alimentos y Drogas (Food and Drug Administration).
¿Cuestión de dinero?
Contrariamente a lo que podría creerse, no fueron los sectores económicamente más pudientes los que tomaban y daban de beber a sus hijos agua embotellada o filtrada, sino precisamente, los de ingresos más escasos.
Según el estudio, el 32, 9% de las familias más pobres, siempre daban a sus hijos agua en botella invirtiendo 10 mil veces más dinero, que si consumieran agua corriente, y todo por una infundada preocupación por su salud.
En sus observaciones, el estudio remarca en este sentido, que los médicos deberían aconsejar sobre el consumo de agua y en caso de persistir las dudas respecto a la seguridad del agua corriente, recomendar el hervido de la misma, dado que es un método de bajo costo y no elimina el flúor agregado.
Este asunto, también tiene otro aspecto económico a resaltar, y se trata de los costos de la salud dental, que según un artículo publicado en el Journal of the American Medical Association en 2002, los niños de familias latinas de bajos recursos tienen una tasa del 43% en el no tratamiento de la caries, debido a que tienen menor acceso al cuidado dental, específicamente al tratamiento de sellado con flúor.
Para estos chicos, la solución del agua corriente fluorada consiste en una excelente opción para el cuidado de sus dientes, y los médicos deberían recomendarla o bien recetar la ingesta de flúor de manera separada.
Pero el costo adicional de esta medida es importante. En Salt Lake City el costo de una dotación anual de flúor es de U$S 143, 88 y por otro lado, al no tener certeza de la cantidad de flúor consumida por el niño (algunas aguas embotelladas contienen flúor, pero no lo detallan en la etiqueta), podría ocasionar fluorosis, que es la aparición de manchas en los dientes que pueden ir desde un color blanco hasta manchas de color marrón con destrucción del esmalte del diente.
Si bien este estudio no puede ser generalizado a escala mundial, dado que su trabajo se limitó a una sola instalación médica en Estados Unidos, logró capturar las costumbres de la población latina, particularmente la mexicana y de sectores económicamente pobres.
La principal conclusión a la que arribaron los autores del trabajo fue que con educación a los padres y consejo médico, se puede reducir los gastos familiares y mejorar la ingesta de flúor en los niños, favoreciendo la salud dental a futuro.
En nuestro país se le agrega flúor al agua desde 1975, de acuerdo a la Ley Nacional Nº 21.172, pero no en todos los lugares por igual. Si bien la calidad del agua en la Argentina es muy buena, en La Pampa, por ejemplo, el agua corriente tiene exceso de flúor y debe filtrarse para no ocasionar daños a las personas ni al medio ambiente. Para los fluoruros, la cantidad máxima que debe encontrarse en el agua de consumo público se da en función de la temperatura promedio de la zona: por ejemplo, en lugares donde la temperatura media y máxima del año son de10 ºC y 12 ºC, respectivamente, el contenido límite recomendado de flúor es entre 0,9 mg/l y 1, 7 mg/l; donde son de 12,1 ºC y 14,6 ºC, es entre 0,8 mg/l y 1,5 mg/l; donde son de 14,7 ºC y 17,6 ºC, es entre 0,8 mg/l y 1,3 mg/l; donde son de 17,7 ºC y 21,4 ºC, es entre 0,7 mg/l y 1,2 mg/l; donde son de 21, 5 ºC y 26,2 ºC, es entre 0,7 mg/l y 1,0 mg/l y donde son de 26,3 ºC y 32,6 ºC, el rango es entre 0,6 mg/l y 0,8 mg/l.
Más allá de las diferencias en lo que hace al flúor en diferentes puntos del mapa, el estudio dispara un debate que merece ser impulsado: ¿qué calidad tiene el agua que consumimos?, ¿es mejor el agua corriente o la envasada? Para investigar y reflexionar.