Investigadores de la Universidad de San Luis detectaron niveles de contaminación provocada por pesticidas organoclorados en tres especies de aves que habitan en esa provincia. Los resultados del estudio servirán como punto de partida para evaluar los efectos que esos componentes químicos pueden llegar a provocar en la salud de esas especies.
(12/12/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – Investigadores del Laboratorio de Biología “Profesor E. Caviedes Codelia” de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) y el CONICET detectaron niveles de contaminación causados por pesticidas organoclorados en la grasa subcutánea de un conjunto de aves pertenecientes a tres especies que habitan en las inmediaciones del Embalse La Florida, en la provincia de San Luis. Los resultados del trabajo –que constituye parte de la tesis doctoral del licenciado Fabricio Damián Cid–fueron publicados en la revista científica Science of the Total Environment.
Las especies monitoreadas –el Biguá (Phalacrocorax brasilianus), el Macá grande (Podiceps major) y el Benteveo (Pitangus sulphuratus)– tienen una amplia distribución en Argentina y Sudamérica.
Enrique Caviedes Vidal, director del laboratorio explica que “los pesticidas organoclorados están prohibidos en la actualidad en la Argentina y en la mayoría de los países del mundo. Durante años, fueron utilizados ampliamente por organismos del estado y por empresas y particulares como plaguicidas e insecticidas para controlar pestes en la agricultura, insectos vectores transmisores de enfermedades como la malaria o la enfermedad de Chagas e insectos en el hogar como moscas y mosquitos, entre otros usos”.
Aunque el empleo de esos pesticidas -que fueron ampliamente usados luego de la segunda guerra mundial- fue prohibido, sus componentes químicos son tan persistentes que siguen presentes en el ambiente.
Las características químicas y físicas que poseen los pesticidas organoclorados impiden que se degraden fácilmente. “Por lo tanto permanecen y se acumulan a través del tiempo, fundamentalmente en los cuerpos de agua y, dado que poseen efectos tóxicos muy importantes, pueden afectar la supervivencia y la reproducción de los animales, entre otras funciones”, señala Caviedes Vidal y agrega: “Si comparamos las concentraciones de pesticidas encontrados en las aves que estudiamos, con las de otras aves de otros ecosistemas en el mundo, éstos no serían lo suficientemente altos como para afectar su reproducción y su supervivencia”.
Sin embargo, aún no se determinó si en el futuro esos niveles de pesticidas hallados en las aves les provocarán problemas de salud.
El estudio realizado en San Luis es importante porque constituye el primer esfuerzo sistematizado de monitoreo de contaminación por compuestos organoclorados y metales pesados de ecosistemas de esa provincia. “Además, también es relevante porque estos hallazgos permitirán realizar investigaciones de toxicidad con los contaminantes y concentraciones específicamente hallados en nuestra fauna, para evaluar si efectivamente provocan alteraciones que afectan su reproducción o su salud en general”, señala el experto.
Los futuros monitoreos podrán ser comparados con estos resultados y de esa forma será posible evaluar la evolución de los contaminantes en esas aves y su posible afectación.
El camino de los pesticidas
La vía principal de ingreso de los compuestos organoclorados en las especies estudiadas es la alimentación. Dos de las aves elegidas, el Macá grande y el Biguá, tienen una dieta fundamentalmente a base de peces que se contaminan en el Embalse La Florida.
El Benteveo, en cambio, tiene una dieta más omnívora que también incluye insectos, algunos vertebrados, como pequeños peces, y material vegetal. “Estos alimentos son la fuente de contaminación de dichas aves, dado que los compuestos organoclorados ingresan a su organismo al ingerir los insectos, peces y material vegetal que se han contaminado, a su vez, por contacto directo o indirecto con el agua del dique”, afirma Caviedes Vidal.
Los pesticidas al ser persistentes permanecen en los suelos de los lugares donde han sido utilizados, unidos a partículas que luego al ser removidas son dispersadas por los vientos. Estas partículas se depositan en las laderas de cerros u orillas de cursos de agua desde donde son arrastradas hasta los reservorios de agua. Tal es el caso del Embalse La Florida.
Según Caviedes Vidal, “diversas prácticas de remoción de suelos, por ejemplo las antiguas técnicas de arado para la siembra de cultivos, también han contribuido al fenómeno de dispersión de contaminantes”.
“Como consecuencia de estos procesos, los compuestos organoclorados están distribuidos prácticamente en todo el mundo, siendo su presencia incluso detectada en la Antártida y el Ártico, lugares donde éstos no han sido utilizados”, asegura el experto.
Zonas contaminadas en el Embalse La Florida
Según la Doctora Rosa Antón, profesora de Química Analítica y especialista en aguas del mismo grupo de investigación, los estudios realizados en el Embalse La Florida revelan la presencia de contaminantes organoclorados que se distribuyen de forma no homogénea. “En algunas zonas es mayor y en otras menor. Por ejemplo el lugar desde donde se toma el agua para ser potabilizada y luego distribuida en la población de la ciudad de San Luis tiene una concentración dentro de los límites aceptables para su consumo”, destaca la experta.
“Los niveles máximos de organoclorados aceptables para un agua de bebida están regulados por organismos nacionales, la Organización Mundial de la Salud y la Agencia de Protección del Ambiente de los Estados Unidos, entre otras”, agrega Antón.
En la Argentina el Ministerio de Salud de la Nación tiene la responsabilidad primaria en cuanto a la regulación de la calidad del agua para el consumo humano, a través del Código Alimentario Argentino.
Esta distribución de los contaminantes no homogénea se debe a que los diques presentan varias zonas con diferentes profundidades, corrientes de agua y temperaturas, que afectan la distribución de las sustancias. “Por esta razón, existen zonas donde el contenido de organoclorados es mínimo, y en otras, como los sedimentos del fondo y aledaños las concentraciones son mayores”, explica Antón.
Caviedes Vidal considera que “es muy importante contar con una base de datos como la que empezamos a armar. Este trabajo permitirá a otros investigadores y especialistas realizar nuevos estudios ambientales, a partir de los cuales puedan proponerse acciones de manejo en el futuro”.