Luego de tres décadas de viajar por el espacio, la sonda Voyager 2 llega a los confines del sistema solar para unirse con su gemela Voyager 1. De acuerdo con los anuncios de la NASA, en esa zona en donde el viento solar sopla contra el gas interestelar se hallarían los indicios de la fuerte compresión a la que está sometido nuestro sistema.
(13/12/07- Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Alejandro Manrique) – La NASA anunció que la llegada de la sonda Voyager 2 a los confines de la frontera final del sistema solar para unirse con su gemela Voyager 1 probaría la fuerte compresión del sistema solar. La frontera final del sistema solar es una vasta región en donde el viento solar sopla contra el tenue gas que existe entre las estrellas.
La Voyager 2 alcanzó la heliofunda hace unos tres meses. La heliofunda es la región de la heliosfera más allá de una zona denominada “choque terminal”, donde el viento solar disminuye y se comprime debido a su interacción con el medio interestelar.
Los datos recibidos por los científicos muestran que la Voyager 2 atravesó la zona de “choque terminal” a 15 mil millones de kilómetros de distancia de su nave gemela y a casi 1,5 mil millones de kilómetros más cerca del Sol, confirmando que nuestro sistema solar se comprime. La típica forma de burbuja que proyecta el viento solar sobre el espacio interestelar no es perfectamente redonda y la zona donde la sonda hizo su paso es empujada hacia el Sol por el campo magnético interestelar local.
El viento solar es un tenue gas de partículas cargadas eléctricamente, que se conoce como plasma, y que “sopla” al espacio en todas las direcciones formando una burbuja en el espacio interestelar que se extiende mucho más allá de la órbita de Plutón. Esta burbuja se denomina heliosfera y Voyager 1 fue la primera sonda en explorar su capa exterior cuando, a fines de 2004, cruzó la heliofunda.
Cuando la nave efectuó el histórico pasaje se encontró con una región liminar de nuestro sistema solar, llamada zona de “choque terminal”, en la que el viento solar abruptamente disminuye debido a la presión del gas y el campo magnético del espacio interestelar.
Las dos naves Voyager fueron construidas por el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL, por sus siglas en inglés) de la NASA, en Pasadena, California, que continúa con la operación de ambas desde su lanzamiento en 1977. Con el correr de los años, llevaron a cabo una exitosa e impresionante investigación de los planetas Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, en un “gran tour” por el sistema solar exterior que permitió el conocimiento de la atmósfera de esos planetas y el descubrimiento de muchas lunas que los orbitan.
Para sus misiones originales, y dada su lejanía al Sol, cada una de las naves se equipó con un generador nuclear de energía para los sistemas e instrumentos a bordo. Se estima que podrían durar hasta el 2020, operando en las condiciones del frío y oscuro espacio más remoto. Voyager 1 es el objeto más distante fabricado por el hombre y se cree que en 2020 estará a unos 21 mil millones de kilómetros de la Tierra, para tal vez alcanzar el espacio interestelar.
La zona de choque terminal
“Voyager 2 sigue su viaje de descubrimiento, cruzando la zona de choque terminal en múltiples oportunidades, ya que entró en la capa más lejana de la gigante burbuja heliosférica que rodea al Sol y se unió a la Voyager 1 en la última etapa de su derrotero hacia el espacio interestelar”, dijo Edward Stone, científico a cargo del Proyecto Voyager del Instituto de Tecnología de California.
Si bien Voyager 2 es la segunda nave espacial que cruza esta zona, los científicos encuentran una gran motivación en el suceso. Esta sonda dispone de instrumental capaz de medir directamente la densidad, temperatura y velocidad del viento solar. Dicho instrumental ya no funciona en el Voyager 1 y las estimaciones de la velocidad del viento solar debieron efectuarse en forma indirecta. Además, el Voyager 1 habría realizado un único pasaje por la zona, mientras que Voyager 2 hizo al menos cinco pasajes en varios días. Los inusuales choques que se originaron al atravesar la zona hicieron oscilar la nave, con fuertes vaivenes, y tres de ellos se aprecian muy bien en los datos obtenidos.
En una onda de choque normal, el material que se mueve rápido disminuye y forma una región más caliente y densa cuando encuentra un obstáculo. Sin embargo, la Voyager 2 encontró una temperatura mucho más baja de la que habían anticipado los astrofísicos para la zona de choque.
“Los nuevos e importantes datos que describen la zona de choque terminal se están aún analizando, pero es muy claro que las sondas Voyager nos han sorprendido una vez más”, expresó Eric Christian, jefe del programa Voyager, desde las oficinas centrales de la NASA, en Washington. Los resultados del cruce de la zona de choque terminal por parte de la Voyager 2 se presentaron en la reunión de la Unión Geofísica de Estados Unidos, en San Francisco.
Las dos naves Voyager son las únicas fuentes de observación local de esta distante zona de nuestro sistema solar, hasta que se envíen misiones con instrumental más sofisticado para el estudio de la compleja interacción de la heliosfera con el espacio interestelar. Luego de tres décadas de fructífera labor, ¿qué nuevos descubrimientos nos ofrecerán en los próximos años estas verdaderas joyas de la investigación que van camino hacia las profundidades del espacio cósmico?