Un alto porcentaje de jóvenes sufre pérdida de la capacidad auditiva por exponerse a altos volúmenes sonoros en actividades recreativas basadas en el uso de reproductores de música personales y por la asistencia a discotecas, entre otras. Científicos argentinos desarrollan un programa para promover el cuidado de la audición entre los adolescentes.
(18/01/08 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – Escuchar música a altos niveles sonoros ya sea por el uso de iPod, MP4, MP3, discman y por la asistencia a discotecas entre otras actividades recreativas está provocando hipoacusia –pérdida de la capacidad auditiva– en un alto porcentaje de adolescentes y jóvenes a nivel mundial.
El significativo incremento de las hipoacusias en ese sector de la población hizo que en 1995 la Organización Mundial de la Salud señalara la importancia de implementar campañas informativas y de educación pública, así como también de llevar adelante investigaciones científicas para hacer frente al problema.
El doctor Mario Serra, director del Centro de Investigación y Transferencia en Acústica (CINTRA) de la Universidad Tecnológica Nacional, Córdoba, señala: “En lo que respecta a los adolescentes y jóvenes, ellos se exponen frecuentemente a ruido no ocupacional durante sus actividades de esparcimiento, en especial las relacionadas con música”.
Ese tipo de actividades incluyen la asistencia a lugares bailables, el uso de equipos personales de música, la interpretación de instrumentos musicales de gran potencia sonora como la batería, y la participación en grupos musicales, entre otras.
“También hay actividades no musicales como la práctica de deportes con ruido, tiro al blanco, uso de petardos, en definitiva, hobbies que implican el uso de herramientas ruidosas y que son más frecuentes en los varones que en las niñas”, comenta el especialista.
Según Serra la característica común de todas esas actividades recreativas es su “peligrosidad” para la función auditiva. “La percepción auditiva va disminuyendo progresivamente desde las frecuencias altas (agudos) avanzando hacia las frecuencias que intervienen en la comprensión del lenguaje hablado, produciendo así deterioro en la comunicación interpersonal”, explica.
Se considera 85 decibeles (dBA) como el límite entre exposición “peligrosa” y “no peligrosa” a ruido continuo.
“Sin embargo, mediciones de los niveles sonoros de música en discotecas de la ciudad de Córdoba muestran valores entre 104,3 dBA y 112,4 dBA con picos de hasta 119 dBA”, advierte Serra.
La mayoría de esas exposiciones a altos niveles sonoros son “peligrosas”, una realidad que no se da sólo en Córdoba, sino también en otras ciudades del mundo.
La doctora Ester Biassoni, psicóloga especializada en psicoacústica del CINTRA subraya: “Además del nivel sonoro, importa el tiempo de exposición para que se genere una hipoacusia. Con los niveles sonoros reales medidos en discotecas los adolescentes y jóvenes sólo podrían estar expuestos por no más de 15 minutos sin correr riesgos para la salud de su audición”.
A nivel internacional y también nacional existe reglamentación para la exposición a ruidos de origen laboral –ruido ocupacional– que protege al trabajador. “Pero no la hay para la exposición a altos niveles sonoros fuera de las horas laborales –ruido no ocupacional– a que están expuestos, en su mayoría, adolescentes y jóvenes”, señala Biassoni.
En Argentina, un alto porcentaje de jóvenes de entre 20 a 25 años de edad son rechazados por problemas auditivos en su ingreso laboral. “Es un tema que requiere riguroso estudio a fin de implementar las medidas necesarias para proteger la salud auditiva de los futuros aspirantes a puestos de trabajo y preservar su calidad de vida”, destaca Serra.
Una respuesta científica al problema
Serra y Biassoni, ambos investigadores del CONICET, dirigen un equipo de científicos pertenecientes a diferentes organismos –el Centro de Alta Tecnología de Otorrinolaringología, el Hospital Córdoba y el Centro Piloto de Detección de Errores Metabólicos de la Universidad Nacional de Córdoba en el desarrollo de un programa para conservar y promover la audición entre los adolescentes.
La aplicación del Programa se inició en el 2006 con la participación de 210 alumnos de 14 a 15 años de una importante escuela técnica de la ciudad de Córdoba y luego continuó en otros establecimientos educacionales del mismo tipo. “La idea es realizar un seguimiento en la evolución de la función auditiva hasta que cumplan 18 años, al mismo tiempo que brindarles el asesoramiento adecuado y derivarlos a centros asistenciales en los casos de detección de algún problema auditivo”, explica Serra.
El programa –cuyos objetivos y metodologías fueron publicados en la revista científica The American Journal of Audiology- cubre distintas áreas. “Por un lado, determinamos la capacidad auditiva de los jóvenes participantes, mediante el empleo de avanzadas técnicas de medición en audiología, a fin de probar su validez como predictoras tempranas de las hipoacusias debidas a la exposición a ruidos”, puntualiza Serra.
Para realizar el estudio auditivo en forma óptima en los establecimientos educativos seleccionados, los investigadores cuentan con un vehículo utilitario, donado por el Ministerio de Salud de la Provincia de Córdoba, que transformaron y acondicionaron como cabina audiométrica móvil.
“En forma paralela, se realiza un estudio acústico para medir los niveles de ruido a los que se someten los jóvenes en actividades recreativas y el estudio psicosocial para conocer en detalle las actividades recreativas llevadas a cabo por los adolescentes”, afirma Biassoni.
Mediante la aplicación de cuestionarios los investigadores estudian cómo los jóvenes evalúan tales actividades, y también analizan la relación que existe entre determinados rasgos de personalidad y las diversas conductas de esparcimiento”.
“El Cuestionario de Actividades Extraescolares mostró que cerca de un tercio de los adolescentes estudiados hasta ahora tienen ya un nivel alto de exposición a ruido no ocupacional por su participación en actividades recreativas caracterizadas por niveles altos de música”. explica Serra.
Serra y Biassoni observaron que una serie de trabajos científicos señalan la incidencia de los factores personales en el comportamiento de los adolescentes con respecto al consumo de música y participación en actividades recreativas ruidosas.
“Esos estudios sugieren que la juventud considera los ambientes ruidosos como excitantes y acordes con un comportamiento exuberante. Se acuñó la expresión ‘fenómeno de ruido social’, para describir la tendencia de los jóvenes a frecuentar lugares bailables y realizar otras actividades ruidosas”, asegura Biassoni y continua: “Se hipotetiza que los altos niveles sonoros de esos lugares sirven para evitar la comunicación convirtiéndose el ruido en un ecualizador que despersonaliza el ambiente”.
Para Biassoni es de destacar que hay algunos adolescentes que tienen oídos más sensibles que otros a la exposición a altos niveles sonoros. “En estos casos, los oídos de los jóvenes sufren daño de forma más temprana. Probablemente se debe a factores genéticos que deben ser estudiados y que son contemplados en el Programa en desarrollo. En todo caso la mejor forma de evitar la hipoacusia es la prevención”.
El Programa –que cuenta con el apoyo de los Ministerios de Salud Pública y de Educación de la Provincia de Córdoba, de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y de la Universidad Tecnológica Nacional– finalizará en 2009/2010, año a partir del cual se podrán conocer las principales conclusiones.
En forma paralela, el programa que se lleva a cabo en Córdoba plantea el desarrollo de una campaña de concientización sobre la importancia de la salud auditiva en la calidad de vida y desempeño laboral futuro. “Nuestro trabajo permitirá la obtención de suficiente información destinada a la conservación y prevención de trastornos en la audición en una franja etaria que desconoce la importancia de llegar a la etapa adulta con oídos sanos”, concluye Serra.