Un taller reunió a más de 200 científicos que investigan los diferentes aspectos del cerebro y el sistema nervioso en general. Del encuentro, que se hizo en Huerta Grande, Córdoba, participaron expertos de la Argentina y de otros países. Los estudiantes y sus preguntas sin freno fueron los verdaderos protagonistas.

(14/04/08 – Agencia CyTA_Instituto Leloir. Por Laura García Oviedo) – Las neuronas forman redes en el cerebro, trabajan día y noche de modo silencioso. Pero su actividad no pasa desapercibida para los “neurocientíficos”. En los hechos, ellos estudian el sistema nervioso con un grado de detalle asombroso, y lo hacen desde diferentes disciplinas, como la biología, la química, la física y la medicina.

Para compartir los resultados de las últimas investigaciones, más de 200 neurocientíficos se reunieron en Huerta Grande, Córdoba. En el encuentro, llamado “X Taller Argentino de Neurociencias”, participaron expertos nacionales y extranjeros de ese campo. La consigna fue que en un estilo “desacartonado”, se realizara el intercambio de las ideas entre los investigadores ya consolidados y los jóvenes estudiantes.

“La idea fue hacer un encuentro de todos los neurocientíficos del país, pero que tuviera una parte formal donde se presentaran resultados, y que existiera un espacio para poder discutir, más allá de que uno sea estudiante o jefe de grupo”, dijo a la Agencia CyTA, Amaicha Mara Depino, investigadora del CONICET en el Instituto Leloir y miembro del equipo de organización del taller edición 2008.

Neuronas por doquier

En el salón del hotel “Casa Serrana”, en medio de las sierras cordobesas, los participantes del evento se veían entusiasmados, intercambiando impresiones sobre las diferentes charlas (ver “Una sesión de diferentes miradas”). El 80% de los asistentes fueron estudiantes de grado y doctorado de diferentes disciplinas. Para muchos de ellos, no era la primera vez que asistían a ese taller, que se realiza desde hace diez años.

“Vine por primera vez hace tres años, y casi no sabía qué era una neurona”, contó, con humor, el ingeniero Diego Gutnisky. Fue así cómo se interesó por las neurociencias, y en la actualidad, con 29 años de edad, está realizando su doctorado sobre poblaciones de neuronas en la Universidad de Texas, en los Estados Unidos.

Horacio de la Iglesia es otro científico que vive en el exterior, y que viajó a la Argentina para participar del taller. “Vine porque me invitaron a dar una charla y me gusta mantener el contacto con la comunidad científica de Argentina; y en particular, con la de cronobiología”, contó el especialista, que al igual que los demás invitados, costeó con su propio bolsillo el viaje desde el exterior.

Para este biólogo de la Universidad de Washington, es notable cómo se amplió el campo de la neurociencias en los últimos 15 años en la Argentina. “Creció exponencialmente, no sólo en números, sino también en calidad. Cuando me fui a vivir al exterior, en 1992, los laboratorios de neurociencias los contabas con los dedos de una mano, y ahora es impresionante la cantidad de grupos, de trabajos, y la calidad de estudiantes graduados”, destacó el especialista.

Con un perfil bajo, pero con muchas ganas de explicar su campo de estudio, también estuvo presente una experta internacional en desarrollo neuronal, Hollis Cline, del laboratorio estadounidense Cold Spring Harbor. Su opinión sobre la calidad de los estudiantes de doctorado coincidió con De la Iglesia. “Los estudiantes de neurociencias que hay en la Argentina están muy actualizados, tienen una muy buena educación y hacen las preguntas clave”, señaló.

Neurociencias en Argentina

Ante tantas personas interesadas por las neurociencias, el interrogante que surge es cuál es el estado actual de ese campo en el plano nacional. “Si bien otras disciplinas también se han desarrollado, las neurociencias han crecido mucho en los últimos diez años”, señaló Daniel Calvo, investigador del Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (INGEBI) y del CONICET.

“La Argentina tiene una tradición bastante prolongada en neuroquímica y neurofarmacología, y eso sigue activo. Por otro lado, ha crecido mucho la investigación sobre comportamiento animal. En los últimos años, han regresado personas que están trabajando en neurobiología de sistemas. Esa es un área que quizás está en menor desarrollo, pero tal vez, tenga mayor perspectiva en los próximos años”, destacó Calvo, quien fue uno de los organizadores del primer taller.

“Hay otras áreas que fueron creciendo más despacio y que son relativamente nuevas en el país porque comenzaron en los años 90, como la neurobiología molecular y celular”, agregó el experto, quien además, destacó que en ese contexto, el taller ha tenido un rol docente, de participación y de discusión entre los estudiantes que se están formando en los diferentes laboratorios del país.

Una de las características más destacables del encuentro fue que las presentaciones estuvieron abiertas a la discusión durante las ponencias y los participantes podían interrumpir y hacer preguntas, mientras tomaban mate. De esa manera, se animaron a preguntar personas de diferentes orientaciones, desde la neuroquímica hasta el estudio del comportamiento.

Ideas locas

“Creo que lo multidisciplinario es importante en ciencia en general; pero en particular, en las neurociencias se ha dado una sinergia muy grande con la colaboración de ingenieros, físicos, químicos y biólogos, que son los neurocientíficos más clásicos. Cuando uno habla con un químico, surgen ideas mucho más ‘locas’ o interesantes que cuando hablamos con alguien que está haciendo lo mismo que uno. Esa es la idea de interactuar. Y además, como físicos, los biólogos somos bastante malos. Y a la inversa”, señaló De la Iglesia.

Algunos de los simposios que se presentaron trataron temas de cronobiología, área que estudia los ritmos en los que se producen diversos fenómenos, como el sueño; sobre enfermedades neurodegenerativas; y acerca del modelado en neurociencias, campo que “busca formalizar en un lenguaje matemático la dinámica o la estructura de los fenómenos biológicos”.

Como es de imaginar, el taller no dejó momentos para aburrirse e incluso hubo un “neurofogón”. Entre otros participantes estuvo Diego Golombek, investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y periodista científico, quien presentó junto a sus becarios. trabajos de cronobiología. Por ejemplo, contó los detalles de su investigación en un gusanito llamado “C. elegans”. A su vez, el brasilero Miguel Nicolelis, de la Duke University, expuso su trabajo de “leer la mente” de los monos, y de cómo se utilizó esa información para controlar al mismo tiempo, los movimientos de un robot a distancia.

Al parecer, y en forma similar a las neuronas, los neurocientíficos trabajan diariamente dispersos en diferentes áreas, se comunican entre sí y se hacen escuchar.

RECUADRO

UNA SESIÓN DE DIFERENTES MIRADAS

(14/04/08 – Agencia CyTA_Instituto Leloir – Por L.G.O.) – El X Taller Argentino de Neurociencias también incluyó una sesión de pósters, donde cada estudiante pudo mostrar sus proyectos, y responder las respuestas de sus colegas entre mate y cervezas.

Román Rossi, de 24 años, estudió ingeniería nuclear, hizo la maestría en física y ahora está en segundo año del doctorado en física en el Instituto Balseiro, de San Carlos de Bariloche. Era la tercera vez que asistía a ese taller. En su póster, mostró el trabajo de investigación que realiza junto a su equipo, sobre cómo pueden desarrollarse las conexiones en la corteza visual.

“Trabajo en neurociencia computacional, vine con algunos colegas del Balseiro porque nos interesaba participar de este taller que reúne a investigadores de todo el país”, dijo Rossi, quien quiere incursionar en el futuro en inteligencia artificial.

Antonella Bonafina, de 22 años, es estudiante de grado de la licenciatura en ciencias biológicas en la Universidad de Buenos Aires. Está haciendo su tesis en el Instituto de Biología Celular y Neurociencias “Prof. Dr. E. De Robertis”, de la Facultad de Medicina en la UBA. Es la primera vez que asiste a estos encuentros.

“Vine a presentar una estrategia nueva de neuroprotección. Por ejemplo, ante un daño fuerte por falta de oxígeno en una vena, generalmente hay daño neuronal. Nosotros estudiamos el hecho de que si se tiene primero un daño no tan grave, y luego se sufre una lesión más fuerte, es menor el daño total”, explicó Bonafina. “Las charlas estuvieron buenísimas. La gente está predispuesta a contar qué está haciendo”, dijo.

Entre los pasillos de pósters, estaba también Romina Kohan, de 36 años, quien es becaria de doctorado de la Universidad Nacional de Córdoba y en el Centro de Estudios de las Metabolopatías Congénitas (CEMECO) del Hospital de Niños en Córdoba.

“Hicimos un estudio que está en el medio de la investigación básica y clínica sobre enfermedades neurodegenerativas progresivas llamadas Lipofuscinosis Ceroideas Neuronales, también conocidas como el ‘Alzheimer de los niños’”, contó Kohan a la Agencia CyTA. “Es un trabajo integral, en el cual buscamos estudiar diferentes aspectos de esas patologías, que son hereditarias y son difíciles de diagnosticar. Buscamos entender qué sucede en los cerebros de los chicos que las sufren”, agregó.