(30/07/08 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller)-. “Mi objetivo es que la micro-paleontología de la Argentina ocupe el lugar relevante que tiene esta disciplina en el mundo y que además, sea una fuente de investigación científica con fuerte aplicabilidad en la industria y contribuya al desarrollo tecnológico”
Campañas de exploración paleontológica en las islas Marambio, Vega y James Ross en la Antártida, entre otras regiones, desplazamientos en aviones, barco, helicóptero y a pie y despliegues de campamento en zonas gélidas son algunas de las actividades que realiza la geóloga Andrea Concheyro, investigadora adjunta del CONICET. Se especializa en la búsqueda y análisis de nanofósiles que tienen el tamaño de milésimas de milímetro y que guardan mucha información sobre la vida y los ambientes que existieron hace millones de años. Para Concheyro, quien también es Investigadora del Departamento de Ciencias de la Tierra del Instituto Antártico Argentino, caminar por sitios inexplorados y encontrar fósiles únicos es algo magnífico.
¿Hace cuánto tiempo que pasa sus veranos en la Antártida?
Al recibirme fui muy afortunada al poder participar inmediatamente de las campañas antárticas de verano (CAV) del Instituto Antártico Argentino. Hasta la fecha, desde 1988, he participado en 15 campañas paleontológicas en esa región. He ido en numerosas oportunidades a las islas Marambio, Vega y James Ross, situadas al sudeste de la península antártica, integrando los grupos de investigación de geólogos de la Institución. El propósito de estudio ha estado enmarcado en proyectos de investigación sobre los cambios en la flora y la fauna de la Antártida durante los últimos 90 millones de años.
Además de esas numerosas campañas, pertenece a asociaciones de geología del país y del exterior, forma a nuevas generaciones de paleontólogos en la UBA y otras instituciones, y continúa investigando, entre otras tareas, ¿de dónde proviene esa pasión por su profesión?
En nuestra Facultad, en la carrera de Geología de la UBA, tenemos una serie de materias obligatorias, paleontología es una de ellas. Yo la cursé en cuarto año. Hasta ese momento, mi interés se centraba en la mineralogía y petrografía de rocas ígneas, pero al comenzar a ver fósiles, decidí dedicarme sin dudas, a la Paleontología y mi vocación se modificó en 180º del rumbo inicial, que era la vulcanología. Por mi influencia familiar, siempre me he sentido atraída por las Ciencias Naturales. Mis visitas, desde pequeña, al Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y al de la Plata fueron creando una especie de admiración por el mundo natural.
¿Qué es lo que más le atrae de su trabajo?
Geología y paleontología son disciplinas que combinan aquello que me ha gustado con pasión toda mi vida, el trabajo de campo, la aventura, la búsqueda en el terreno de los fósiles y rocas y una vez hallados, la mejor parte: su riguroso estudio en el laboratorio, con su identificación y búsqueda en libros, publicaciones, catálogos y otras fuentes; empleando microscopios electrónicos y de otro tipo, lupas, tubos de ensayo y centrífugas. No puedo dejar de mencionar a los libros, grandes bibliotecas, que la llevan a una a ser una especie de detective del pasado. Toda esa búsqueda para definir una especie y el momento geológico en que ha vivido es fascinante. Caminar por sitios inexplorados y encontrar fósiles únicos es algo magnífico.
Con sus conocimientos, puede viajar millones de años hacia el pasado…
Sí, me pareció singular que a través de los fragmentarios y muchas veces mal preservados restos de vida del pasado, ésta pudiese ser reconstruida en gran medida y que fuera posible determinar condiciones particulares del medio ambiente de hace 500; 200; 60; 5 millones de años. Me sorprendió además la bondad de esta disciplina que a uno le permite estar en lugares inhóspitos y bellos a la vez, trabajando en aquello que más le gusta hacer.
¿Cuál es su especialidad?
Al finalizar los estudios de geología, con el apoyo del doctor Horacio Camacho, paleontólogo indiscutido de este país, estaba convencida de hacer paleontología e inicié el doctorado con el doctor Norberto Malumián estudiando microfósiles, fósiles muy pequeños, de solo pocos micrones (un micrón equivale a una milésima parte de un milímetro) que sirven para datar con mucha precisión las rocas. Mi especialidad es el estudio de los nanofósiles calcáreos de Argentina, de la plataforma continental y de la Antártida.
¿Podría contarnos qué son esos diminutos fósiles?
Los nanofósiles calcáreos son placas de carbonato de calcio (cocolitos) que fueron secretados, como producto metabólico, desde hace al menos 215 millones de años. Aún lo siguen haciendo, un grupo de algas unicelulares para recubrirse y protegerse. Ese escudo, llamado cocósfera, está formado por fragmentos, plaquitas o cocolitos, que forman una estructura que rodea a la célula. Las plaquitas se sostienen entre sí, imbricándose mediante el contacto de unas con otras. Al morir la célula, las plaquitas se desarticulan o pierden su imbricación y caen en el agua del océano hasta acumularse en el fondo. Generalmente, se pierde una gran cantidad de cocolitos en su caída libre hacia las profundidades del mar; pero muchas veces, a través de la ingestión de cocósferas por el zooplancton (conjunto de organismos microscópicos) y su posterior concentración en “pellets” o bolitas fecales, llegan al fondo oceánico bien preservados y se conservan hasta su posterior fosilización. Esas plaquitas microscópicas son las que hallamos en el registro geológico contenidas en los sedimentos marinos.
Pequeñas, pero llenas de información…
Así es, a los nanofósiles calcáreos se los encuentra en rocas sedimentarias de grano muy muy fino, con partículas tamaño arcilla, menor a 64 micrones. Esas rocas: arcilitas, limolitas y margas, pueden ser halladas en montañas, barrancas y en fondos oceánicos. Sirven principalmente para determinar la edad relativa de las rocas, debido a que los diferentes grupos de nanofósiles tienen restringida su distribución temporal en los diversos estratos y no son recurrentes en el tiempo, es decir, sabemos a qué períodos corresponden. Dan idea además de las condiciones del medio marino al que pertenecían o pertenecen, tales como: temperatura, salinidad, nutrientes, y productividad de la vida en los océanos, entre otras variables.
¿Los estudió durante las campañas a la Antártida?
Uno de los hallazgos más interesantes ha sido el de nanofósiles calcáreos de alrededor de 65 millones de años en la cuenca James Ross. Este grupo de microfósiles era casi desconocido en Antártida. El encontrarlos en rocas sedimentarias de la isla Marambio y James Ross ha permitido precisar con mayor certeza la edad de las rocas que se depositaron en ambiente marino abierto entre los 90 y 65 millones de años antes del presente. A partir del descubrimiento de los nanofósiles calcáreos se dataron con mayor precisión las rocas sedimentarias de la región, se documentó la existencia de plancton fósil preservado en un paleoambiente marino de plataforma externa que convivía con moluscos, cefalópodos, crustáceos y otros microfósiles unicelulares como los foraminíferos. Me interesa estudiar en Antártida porque es una región virgen en investigaciones micropaleontológicas, porque es muy importante seguir y conocer con detalle la edad de sus rocas sedimentarias y los patrones biogeográficos de dispersión de muchos grupos fósiles que parece que han tenido sus antecesores en ese continente.
¿Qué otras investigaciones, realizados en otras partes de la Argentina, destacaría?
Las llevadas a cabo en el mismo campo de investigación, pero en la cuenca neuquina, principalmente en las provincias de Mendoza, Neuquén y Río Negro, en edades que varían desde los 140 millones de años y los 60 millones de años y otras realizadas en el subsuelo de Tierra del Fuego y Santa Cruz.
Usted, en una oportunidad, fue invitada a realizar un curso de capacitación en Petróleos Mexicanos (PEMEX), titulado Entrenamiento en nanofósiles calcáreos, ¿Por qué tienen una aplicación práctica en la exploración de hidrocarburos?
También di otro curso en Petroproducción, Guayaquil, Ecuador, en marzo de este año.
Los nanofósiles calcáreos, como le mencionara antes, son excelentes fósiles guías. Su tamaño microscópico, su morfología característica y diagnóstica, la posibilidad de observarlos con rapidez utilizando un microscopio petrográfico y la facilidad de recuperar y preparar una muestra inmediatamente después de extraída del pozo para poder definir la edad de la roca (que se está atravesando en la perforación), permite contar con una herramienta excelente cuando se trata de definir edades, posición de la secuencia sedimentaria y comparar estratos de diferentes localidades a través de la correlación geológica. Todos estos son los atributos que el geólogo debe analizar para efectuar la prospección de hidrocarburos.
¿Ocupa la Argentina un lugar privilegiado a nivel mundial con respecto a la cantidad de material fósil?
Efectivamente, nuestro país se destaca por el importantísimo registro paleontológico, la excelente preservación del material recuperado, su abundancia y diversidad, ya sean vertebrados, invertebrados, plantas, o microfósiles. El registro fósil es muy completo y único. En dos oportunidades fui nombrada perito por el Estado en allanamientos a locales y domicilios donde se producía el contrabando, venta y/o compra de fósiles. La Policía Federal Aeronáutica convocó a profesionales pertenecientes a la Asociación Paleontológica Argentina y por ese medio, tomé parte en la recuperación de material robado. El tráfico ilegal de fósiles se produce por el interés mundial de coleccionistas que adquieren, sin problemas, piezas valiosas en aquellos países cuya legislación permite la venta y compra de fósiles. Argentina es un punto clave en las colecciones mundiales, hay mucha demanda y hasta hace algunos años, bastante oferta. Afortunadamente eso se ha modificado con la ley actual.
¿Qué le gustaría lograr con su trabajo?
Mi objetivo es que la micropaleontología no sólo de Antártida, sino también de la Patagonia, de la plataforma argentina y del país todo, ocupe el lugar que debe tener en el mundo y que además, sea una fuente de investigación científica con fuerte aplicabilidad en la industria y que contribuya al desarrollo tecnológico.