La Convención para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, elaborada por países miembro de la UNESCO, establece que los restos arqueológicos no pueden ser comercializados, dado que eso es incompatible con su conservación. Hasta ahora, 18 países la han ratificado. Si lo hicieran dos países más, entraría en vigor. La Argentina votó a favor de la misma en 2001, pero aún falta la ratificación.
(22/08/08 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – Cuando los restos del Titanic fueron descubiertos en las profundidades del océano en 1985, compañías privadas se dedicaron a revolver esos vestigios submarinos y recogieron más de seis mil artefactos de diversa índole. Pese a los pedidos de arqueólogos de todo el mundo, ese lugar no fue respetado.
Ese y otros episodios, llevaron a la UNESCO a elaborar, en 2001, la Convención
para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, que establece que el patrimonio cultural subacuático (mares, lagos y ríos) no puede ser objeto de compra, venta o transacción comercial alguna, ya que eso va en contra de su protección efectiva.
“En este asunto entran en juego aspectos éticos de la práctica arqueológica. A mi modo de ver, no puede hacerse ‘buena arqueología’ y luego vender las piezas. Desde el comienzo es una unión incompatible, sencillamente porque una persigue principalmente el conocimiento y otra, el beneficio económico”, señala la arqueóloga Dolores Elkin, investigadora del CONICET y directora del Programa de Arqueología Subacuática (PROAS) del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Ratificaciones en la lista de espera
“Para que entre en vigor, la convención debe estar ratificada, por vía parlamentaria, por al menos 20 estados parte de la UNESCO. Esos primeros 20 estados que la ratifiquen conformarán un comité que entre otras actividades, desarrollará lineamientos generales y asesorará en materia del patrimonio cultural subacuático”, indica Elkin, quien también se desempeñó como integrante de la delegación argentina en la elaboración de la mencionada convención y es directora de las investigaciones submarinas de la corbeta inglesa Swift, hundida en 1770 frente lo que hoy es Puerto Deseado, en la provincia de Santa Cruz.
La formación de ese comité no tendría un carácter global, “sin embargo, sentaría las bases para que poco a poco se vaya creando un estándar internacional que haga a la buena práctica profesional en materia de patrimonio cultural subacuático. De esa forma, se limitaría la acción de los buscadores de tesoros”, afirma Elkin, autora de la edición “Bucear en la historia” publicado en “En Patagonia”, revista de distribución gratuita de la Fundación Parques Nacionales.
La convención de la UNESCO exige, entre otras cosas, la capacitación profesional adecuada en arqueología y conservación para la intervención sobre el patrimonio subacuatico. “Un sitio arqueológico no puede ser objeto de una disección quirúrgica. Los artefactos se estudian en asociación, en contexto, todos revisten la misma importancia porque constituyen una pieza del complejo rompecabezas de la historia”, indica Elkin. Y agrega: “El buscador de tesoros va detrás de aquello que pueda vender, en detrimento de aquello que no puede ser objeto de transacción comercial. Para un auténtico científico, una moneda de oro no es más valiosa que un humilde e improvisado silbato de hueso”.
Al momento de aprobarse el texto de la convención de la UNESCO en 2001, más de un centenar de países votaron a favor, pero hasta la fecha, sólo 18 estados la han ratificado. De Sudamérica, lo han hecho Ecuador y Paraguay. La Argentina votó a favor en 2001, aunque falta la ratificación parlamentaria para que adquiera carácter legal.
Desde 2003, el país cuenta con la Ley 25.743 relativa al patrimonio arqueológico y paleontológico. Incluye a los restos subacuáticos y establece que no pueden comercializarse.
“Ahora falta que demos un paso más, que la Argentina apruebe la convención de la UNESCO para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático”, asegura Elkin. Y explica: “la función de protección que ejerce la convención, como instrumento internacional, es particularmente importante en aguas donde los países individuales no poseen jurisdicción. Además, la convención estimula la reciprocidad y la cooperación entre los estados parte de la misma”
De acuerdo con la arqueóloga argentina, la legislación nacional de patrimonio arqueológico y la convención de la UNESCO son compatibles porque se dirigen a preservar el patrimonio arqueológico subacuático. “Siendo la Argentina, el país sudamericano con más producción científica y mejor protección legal de su patrimonio cultural subacuático, parecería natural que esté entre los 20 primeros estados en ratificarla y obtenga un rol más protagónico para la región en dicha materia”, afirma la especialista.
Algunas empresas privadas con influencia sobre decisiones gubernamentales, se oponen a la ratificación de la convención, principalmente por intereses económicos. “Debido a esos factores, es probable que países como Estados Unidos nunca adhieran a la convención. De esa forma, compañías de ese país continuarán realizando explotación comercial de naufragios históricos”, asegura Elkin. Y agrega: “Tanto la Secretaría de Cultura de la Nación como el Ministerio de Relaciones Exteriores, las dos entidades con injerencia en el tema, ya han dado su aprobación al texto de la convención de la UNESCO. Sólo resta que desde Presidencia de la Nación se envíe el documento al Congreso para su ratificación”.
Patrimonio de todos
Con respecto a los buscadores de tesoros, Elkin resalta que el patrimonio cultural subacuático es un bien universal de la humanidad. “No debe ser privatizado. Si eso sucediese, la sociedad se vería perjudicada, porque a ella le pertenece”.
En esa misma línea, la licenciada en arqueología, Mónica Grosso, integrante de PROAS, subraya: “Creo que la discusión no debería restringirse a buscadores de tesoros vs. arqueólogos, sino que es un tema que debe involucrarnos a todos. El rol de la educación y el trabajo con la comunidad en la concientización de que el patrimonio cultural es de todos, es de suma importancia”.
Grosso considera “que se trata de poder reconocer al patrimonio arqueológico como parte de nuestra propia historia e identidad. Por otro lado, incluso, en determinadas circunstancias, el patrimonio cultural puede ser para las comunidades locales fuente de beneficios económicos derivados del turismo cultural”.
Recuadro – MILES DE HISTORIAS POR DESCUBRIR BAJO EL AGUA
A lo largo de los 13 mil años de historia, en lo que hoy es territorio argentino, hubieron diversos asentamientos costeros en el litoral marítimo, en riberas de ríos y orillas de lagos “que seguramente dejaron vestigios a la espera de ser descubiertos”, señala la arqueóloga Dolores Elkin, investigadora del CONICET y directora del Programa de Arqueología Subacuática (PROAS) del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL).
Dentro de las rutas de navegación de potencias marítimas europeas como España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda, entre los siglos XVI y XIX se produjeron innumerables naufragios. “Sólo el estuario del Plata, en aguas argentinas y uruguayas, provocó la pérdida de más de 1200 naves desde el siglo XVI hasta la actualidad”, asegura Elkin.
En la Patagonia, también se produjeron varios naufragios. Asimismo, Elkin señala que “poco se sabe de los lagos y ríos interiores de nuestro país, pero es altamente probable que también ellos alberguen testimonios de asentamientos costeros de la navegación fluvial y lacustre en tiempos prehistóricos e históricos”.
Recuadro 2 CORBETA SWIFT, FRENTE A PUERTO DESEADO
El 13 de marzo de 1770; la corbeta de guerra británica H.M.S. (His Majesty´s Ship) Swift, procedente de las islas Malvinas, naufragó en la ría Deseado, litoral de la actual provincia de Santa Cruz. Murieron tres personas, pero 90 llegaron a tierra firme. El australiano Patrick Rodney Gower, descendiente directo de un sobreviviente, viajó a Puerto Deseado en 1975, llevando consigo el diario de su antepasado en el que relataba el naufragio.
“Esa visita fue la semilla de una aventura protagonizada luego por un grupo de
jóvenes buzos de Puerto Deseado, quienes hallaron los restos de la corbeta en un increíble estado de conservación gracias a la baja temperatura del agua y a la cubierta sedimentaria que habían protegido al barco y a sus contenidos”, relata la arqueóloga Dolores Elkin.
A principios de la década del 90, Elkin conoció al arquitecto Cristian Murray, una de las personas que había participado en varios relevamientos del sitio Swift “y que, con buen criterio, buscaba arqueólogos”, cuenta Elkin.
A partir de ese momento, Elkin empezó a considerar la posibilidad de crear lo que sería el primer programa oficial de arqueología subacuática en el país. En 1994, realizó el primer curso de buceo y paralelamente, formó un pequeño equipo interdisciplinario. En 1995, creó oficialmente el proyecto denominado Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural Subacuático Argentino en el Instituto Nacional de Antropología. “Dos años más tarde, fui convocada por el Museo Brozoski de Puerto Deseado para dirigir las investigaciones submarinas en la corbeta Swift”, afirma la pionera argentina en arqueología subacuática.
Desde entonces, durante el trabajo de campo, que aún sigue realizándose, suelen aparecer todo tipo de objetos: tazas de té, botellas de distinto tipo, platos, cucharas, vasijas, relojes de arena, ruedas de cañones, porcelana china decorada en azul y madejas de soga en buen estado, entre otras piezas.