Desde 2005, un equipo de arqueólogos del CONICET, descubre en forma sistemática y continua sitios con arte rupestre, testimonio de vida de grupos de cazadores-recolectores que vivían en la margen norte del río Santa Cruz, en la Patagonia. Aseguran que la extensión de los diseños es tan importante que su investigación llevará varios años.

(12-09-08 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – En el siglo XIX, con escasos recursos, el naturalista alemán Carlos Germán Burmeister realizó breves descripciones de motivos rupestres que observó en el sur de la Patagonia. Mucho tiempo después, entre los años 50 y los 70, el investigador J. Molina relevó varios sitios con arte rupestre de la provincia de Santa Cruz.

Recién en 2005, un equipo de investigadores del CONICET, entre ellos, las doctoras en arqueología Danae Fiore y Nora Franco, comenzó a explorar en forma sistemática y constante, la zona de la margen norte del río Santa Cruz con el objeto de investigar la dieta, tecnología, arte y uso del espacio de las poblaciones prehistóricas de la región.

Desde entonces, Fiore y Franco, quienes también se desempeñan como docentes de la UBA, han encontrado numerosos sitios con arte rupestre, en cuevas y en espacios al aire libre. “El arte es tan abundante que en algunos casos se extiende en paredones de varios kilómetros, es realmente impresionante y continuaremos encontrando más, dado que hay mucho territorio por explorar”, señala Fiore.

En 2005, estas arqueólogas descubrieron no solamente numerosos motivos de arte ya conocidos en la Patagonia, sino también la imagen de guanacos, vistos de perfil grabados en piedras. “Fue el segundo grupo de guanacos descubierto en la historia de la investigación arqueológica de Patagonia. En ese momento, saltamos de alegría y emoción bajo la mirada curiosa de un grupo de guanacos que rondaba el área, quizás descendientes de ese guanaco grabado por los ancestros de los tehuelches. Es probable que esa imagen tenga una antigüedad de hasta 3500 años, aunque no existen aún técnicas confiables para fechar directamente los grabados”, indica Fiore. Y agrega: “En Patagonia se han registrado muchos dibujos de guanacos hechos con pintura, pero los grabados de esos animales son muy poco frecuentes”.

Las técnicas del arte

Fiore, quien es experta en arte rupestre de la Patagonia, estudia los diseños de las imágenes y su evolución a través del tiempo, sus posibles usos, y las técnicas que fueron empleadas por esas culturas miles de años atrás.

“El grabado de los habitantes de la zona consistía en remover pedazos de roca, como los grafittis que vemos en la corteza de los árboles”, explica la experta. Y continua: “el grabado incluye un conjunto de técnicas. El piqueteado se hacía tomando un instrumento de piedra tipo guijarro, y golpeando directamente con él la pared rocosa o usándolo como ‘cincel’, aplicándole en el otro extremo golpes con una piedra “percutora” para generar hoyuelitos grabados en la pared. En cambio el raspado, se hacía con el filo de un instrumento y se pasaba repetidamente contra la roca para irla friccionando”.

Otro método de grabado empleado era la incisión, que a diferencia del raspado que iba cubriendo áreas, trazaba líneas longitudinales con el empleo de una herramienta de piedra de filo aguzado.

¿Qué significado tenían los grabados?

Se han hallado numerosos motivos artísticos: grabados de guanacos, de huellas de pie humano, de ñandú, de puma, figuras geométricas, así como también pinturas de manos, de figuras humanas o de manadas de guanacos, entre otros numerosos diseños, elaborados con diversas técnicas. Sin embargo, para los arqueólogos resulta difícil saber qué significaban.

“En muchos casos nos damos cuenta qué representan, porque vemos la similitud entre el dibujo y el referente, como en el caso de las manos o de los guanacos. Pero incluso si vemos la similitud, no sabemos si estos motivos significaban algo más o no, básicamente porque no conocemos cuál era el código visual que tenían: es un misterio”, asegura Fiore. Y continua: “Podría ser que las manos fueran pintadas como símbolo de identidad o que los guanacos fueran parte de un culto a este animal, que era uno de los principales alimentos de la gente en Patagonia. Aunque queda lugar para las especulaciones simbólicas, también es importante para la ciencia conocer sus límites y aceptar que esto realmente no se sabe”,

Del otro lado del estrecho de Magallanes

En el caso de los selk’nam, habitantes de la Isla de Tierra del Fuego, los investigadores cuentan con mayores fuentes para saber qué función cumplían los diseños que pintaban sobre sus cuerpos.

“Los selk’nam, también llamados comúnmente onas, tenían un gran manejo de la pintura corporal. No existen evidencias de que hayan grabado o pintado imágenes rupestres en paredes de piedra como sí lo hacían los tehuelches”, indica Fiore. Y continua: “Los selk’nam no vivían en reparos rocosos, los utilizaban pero vivían habitualmente en toldos. Era nómades como los de la Patagonia continental, pero usaban mucho el bosque y la costa y ahí tanta roca no hay. Utilizaban el cuerpo como una especie de lienzo”

De acuerdo con Fiore, el uso de la pintura corporal estaba orientado a marcar roles: “Para distinguir a los shamanes o bien para marcar situaciones de la vida cotidiana o rituales, por ejemplo para la iniciación de un chico de la niñez a la adultez o para la primera menstruación de las mujeres, entre otras etapas”.

La información sobre el papel que cumplían las pinturas corporales proviene de los datos suministrados por los descendientes diezmados por las persecuciones de los terratenientes a fines del siglo XIX y comienzos del XX. “También hay testimonios escritos del siglo XVI en adelante, hechas por navegantes europeos y varios científicos, incluyendo al mismo Charles Darwin”, señala Fiore.

Al norte y al sur del río Santa Cruz

Los trabajos que vienen realizando Fiore y sus colegas buscan, entre otros propósitos, encontrar diferencias de arte rupestre marcadas por la geografía y el tiempo en la región patagónica.

“La evidencia arqueológica al norte y al sur del río Santa Cruz no es exactamente igual. Por ejemplo, la tecnología lítica, es decir, los instrumentos hechos de piedra, del norte y del sur es parecida pero no es exactamente igual. Por otra parte, el arte pintado está en todos lados, pero los grabados se extienden hasta la margen norte, no cruzan el río. Parecería que el río fue una barrera biogeográfica que se podía cruzar, pero no era totalmente permeable, de ahí las diferencias culturales al norte y al sur.”, puntualiza la especialista.

Según Fiore, “mientras que las pinturas tienen hasta 9 mil años de antigüedad, los grabados rupestres más antiguos datan de hace 3500 años, pero cubren casi la misma extensión que las pinturas. La expansión de los grabados sugiere que podría haber sido una técnica mas práctica porque llevaba menos tiempo que recolectar pigmentos y preparar pintura o que tenía otras ventajas, como la perdurabilidad de las imágenes grabadas, que se deterioran un poco menos que las imágenes pintadas”.

Los resultados hasta ahora obtenidos por la arqueóloga argentina provienen del análisis de una base de datos de 480 sitios de arte rupestre de toda Patagonia, “y aún quedan muchos más por descubrir”, puntualiza Fiore.

RECUADRO

TODOS PODEMOS CONTRIBUIR A PRESERVAR EL PATRIMONIO ARQUEOLOGICO

(12-09-08 – Agencia CyTA-Instituto Leloir) – En su paso por numerosos sitios que registran arte rupestre, la arqueóloga Danae Fiore, investigadora de CONICET y docente de la UBA, ha visto con dolor cómo turistas hacen graffitis sobre el testimonio de las culturas que vivieron durante miles de años en la Patagonia antes de la llegada de los colonos europeos. “Se ven todo tipo de mensajes en los lugares más insólitos, muchos de ellos justo encima de motivos rupestres de gran valor arqueológico. Estamos hablando de un registro único de la historia, es como la hoja rota de un libro que no se recupera nunca más”, asegura la especialista.

De acuerdo con Fiore, si los visitantes encuentran accidentalmente un paredón con dibujos (sean pinturas o grabados) o van a un lugar turístico de antemano, no deberían tocarlos con los dedos porque eso los deteriora, “mucho menos escribirles encima. Necesitamos que la gente colabore. No sólo es un patrimonio nacional, sino también de la humanidad”, aclara la experta.

Con respecto a cualquier objeto que una persona encuentre, durante las vacaciones, trabajando en el campo, o en otra situación, por ejemplo, una punta de flecha, una boleadora, o algo que se le parezca, los arqueólogos recomiendan que no se lo levante del piso.

“Lo indicado es acercarse y contactar al maestro de la escuela más cercana o a la secretaria de cultura si hay cerca una ciudad, o decirle al guardaparques, dado el caso, para llamar a expertos en el tema”, señala Fiore. Y agrega: “Si una persona se lleva ese objeto arrancándolo de su lugar, de una superficie, o con una pala si está enterrado, se rompe el contexto arqueológico”.

Los restos depositados, por ejemplo, hace miles de años por los los selk’nam, los tehuelches u otros grupos, están interrelacionados y cuentan una historia, dice Fiore.

“Una punta de flecha que se tiró porque se rompió, restos de huesos de guanaco al que le sacaron el cuero para hacer un abrigo o para comer su carne, y otros objetos pueden dar mucha información, por ejemplo si se trata de un ajuar funerario o no”, afirma la arqueóloga quien además señala que la antigüedad de los hallazgos se puede determinar solamente si no se pierde esa interrelación.