Investigadores de la Universidad Nacional de General Sarmiento analizaron las condiciones en las que los trabajadores rurales de pequeñas producciones hortícolas aplican insecticidas y fungicidas, compuestos que pueden resultar nocivos para la salud. En Moreno, provincia de Buenos Aires, indican que son pocos los casos en que se trabaja con las medidas de protección personal adecuadas.
(24-10-08 – Agencia CyTA-Instituto Leloir) – En la actualidad un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), formado por químicos, ecólogos urbanos y estudiantes, analiza el grado de exposición de trabajadores rurales a fungicidas e insecticidas en las huertas periurbanas donde se cosechan frutas y verduras.
“Trabajamos en Moreno, provincia de Buenos Aires porque, por un lado, está cerca del área de influencia de la Universidad y, además, porque tiene una población laboral que se encuentra en mayores condiciones de riesgo”, destaca Javier Montserrat, investigador-docente del Instituto de Ciencias de esa Universidad y responsable de ese proyecto.
En esa zona existe un número importante de productores hortícolas, en su mayoría ubicados en el área del Cuartel V, que cosechan maíz, lechuga, brócoli, espinaca, tomate y frutilla, entre otros cultivos, indica un comunicado de prensa de esa universidad.
Javier Montserrat, investigador-docente del Instituto de Ciencias de esa universidad y responsable de ese proyecto señaló a la agencia CyTA: “Basándonos en la experiencia que tuvimos en esa zona, sólo excepcionalmente hemos visto a alguien trabajar con todas las medidas de protección personal necesarias. Para trabajar en condiciones seguras, es necesario el uso de trajes de protección, anteojos y guantes”.
Las familias de compuestos químicos, ordenados por sus funciones son muy diversas, por ejemplo, dentro de los insecticidas se pueden encontrar compuestos organofosforados (que poseen fósforo en su estructura), “en general con toxicidades para humanos agudas e importantes y productos pertenecientes a la familia de los piretroides, por ejemplo la deltametrina, con menor toxicidad que los fosforados. Cada producto tiene su propio cuadro de acción y los efectos pueden ir desde una simple irritación de piel hasta intoxicaciones agudas y severas”, señalan los investigadores del proyecto.
La exposición dérmica también está afectada por otras propiedades como la altura del cultivo. Si por ejemplo se está aplicando el producto a una plantación de maíz, el trabajador tiene que mover la punta de la lanza de la mochila de arriba hacia abajo y termina con pesticida desde la capucha a los pies. En cambio, en cultivos como la lechuga o el brócoli en general la contaminación es en partes más bajas.
Instrucción y control
Según Montserrat, los aplicadores más experimentados tienen un nivel de exposición más bajo, en general porque han tenido algún episodio de intoxicación y suelen cuidarse más, mientras que los más jóvenes no tienen mucha conciencia del riesgo. “En algunas huertas hicimos explicaciones demostrativas con colorantes para que ellos mismos vean como quedan manchados, porque como lo que aplican es incoloro y parece inocuo, no les genera una sensación de riesgo. En general, a ellos les cuesta mucho analizar el riesgo a través de la información toxicológica que puede tener la botella del pesticida. Así que hay asociado un tema de entrenamiento y educación que es muy importante”, destaca. Y agrega: “Muchos de los empleados están en una situación laboral de informalidad y por supuesto sin seguro de riesgos del trabajo”.
La línea de acción de los investigadores ha apuntado a los ámbitos municipales, intentando que sean los gestores de actividades de instrucción y entrenamiento en la manipulación de este tipo de productos.
Asimismo, los integrantes del equipo interdisciplinario han detectado que en algunas ocasiones las herramientas de protección suelen dejarse de lado porque suelen ser incómodas. “El traje protector es muy caluroso, por lo que en general no lo usan. En ese sentido, se abre un campo de diseño de indumentaria de trabajo que establezca un compromiso posible entre comodidad y seguridad”, afirma Montserrat.