Un mes antes de que investigadores chinos anunciaran años atrás que habían descubierto un embrión de pterosaurio, una investigadora argentina, la doctora Laura Codorniú, presentaba un hallazgo similar –no registrado antes en la historia de la paleontología- en una jornada científica. Desde entonces, la experta en paleontología continua analizando cientos de fósiles hallados en la provincia de San Luis que revelan información novedosa sobre la vida de los reptiles alados más grandes que hayan dominado los cielos hace millones de años en la era mesozoica.
(08/04/09 -Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – En el siglo XVII, en Solnhofen, Alemania, se hallaron fósiles de una criatura desconocida, no era ni ave ni murciélago. Fue recién en 1801 cuando el naturalista francés, el Barón Cuvier reconoció que se trataba de un reptil que podía volar.
“Presentaba una membrana alar la cual se disponía a lo largo de un solo dedo muy alargado. Debido a esta característica tan particular llamó a la criatura Pterodactylus que significa dedo alado. Desde aquellos tiempos las generaciones de paleontólogos y zoólogos han tratado de descifrar cómo eran los pterosaurios, dónde y cómo vivían, cómo se desplazaban, cómo volaban, cómo se alimentaban y cómo se reproducían, es decir, si los pterosaurios ponían huevos o si las crías nacían vivas”, explica la doctora Laura Codorniú, investigadora de Conicet y docente de la Cátedra de Paleontología de la Universidad Nacional de San Luis.
En la era mesozoica, entre 251 y 65 millones de años atrás, los pterosaurios dominaban los cielos de la Tierra. Se trataba de un grupo de animales voladores que desarrolló los tamaños corporales más grandes en la historia de los vertebrados. Eran reptiles voladores, y algunos de ellos, como el Quetzalcoatlus, medían alrededor de 8 metros de largo, de ala a ala alcanzaban una longitud de 12 a 15 metros y se calcula que llegaron a pesar entre 80 y 100 kilogramos.
Según explica Codorniú, en Sudamérica los descubrimientos de fósiles de pterosaurios han sido escasos. La mayor cantidad de fósiles se han hallado en Araripe, Brasil, y en la provincia de San Luis, Argentina.
“En la década del 70, se realizaron algunas campañas paleontológicas en los afloramientos de la formación Lagarcito del Parque Nacional Sierra de Las Quijadas, en el sitio conocido como ‘Loma del Pterodaustro’, en la cuenca de San Luis. Durante la década de los 90, se realizaron tres excavaciones y como resultado de las mismas, se reunieron 920 fósiles; los que están depositados en la Universidad de San Luis. Cerca de 170 corresponden a plantas, peces, ostrácodos y trazas, y los 750 especimenes restantes corresponden probablemente a pterosaurios”, indica la experta cuya tesis doctoral se centró en el análisis de 288 especímenes fósiles de pterosaurios bien conservados.
Esta colección de pterosaurios en el país sería la más completa y abundante, asegura Codorniú. Y agrega: “Todos los reptiles de la “Loma del Pterodaustro” han sido atribuidos a la especie Pterodaustro guinazui. Corresponden al cretácico inferior (entre 145 hasta 97 millones de años).
El elevado número de dientes mandibulares (cerca de 1000 en total) combinado con el espesor milimétrico, su disposición paralela y el estrecho contacto entre cada diente, formaban un “aparato filtrador”, similar a la barbas de las ballenas. Este aparato le permitía a este pterosaurio filtrar organismos muy pequeños en un lago somero.
Argentina y China
Desde el primer fósil de pterosaurio descubierto hace más de 200 años, se encontraron numerosos ejemplares, pero hasta el siglo XXI, nunca se había hallado algún resto de huevo fosilizado o embriones, que evidenciaran el modo de reproducción de estos reptiles.
Sucedió que en 2004, surgieron historias paralelas de paleontólogos de la Argentina y de China que dieron a conocer al mundo los primeros embriones de pterosaurio. En junio de ese año, la revista Nature anunció que investigadores chinos habían descubierto en su país embriones de pterosaurios. Un mes antes, Codorniu había presentado en las Jornadas Argentinas de Paleontologia de Vertebrados, el primer hallazgo de embrión de pterosaurio en el mundo.
“A fines del 2003, año en el que todavía no había bibliografía alguna que diera pistas de un embrión de pterosaurio, revisando y registrando todos los materiales fósiles para incluirlos en mi tesis de doctorado, fue cuando encontré en una de las repisas un pequeño ejemplar, conservado de forma oval, que me llamó mucho la atención”, cuenta la paleontóloga.
“Se trataba de un embrión fosilizado de pterosaurio casi completo y con la mayoría de los huesos articulados. Dicho esqueleto se encuentra contenido dentro de una pequeña superficie oval de alrededor de 12 cm2 (2,5 cm x 4,5 cm aproximadamente). La zona correspondiente al cráneo recibió daños por lo que los restos craneales son escasos y algo desarticulados, sin embargo, parte del premaxilar, maxilar y de la mandíbula presentan una mejor conservación; e incluso en uno de estos huesos, se conservaron tres extremos proximales de los típicos dientes filiformes (finos y alargados) que caracterizan a esta especie. El esqueleto se dispone de una forma similar a la posición fetal de las aves”, indica Codorniú.
Un material carbonático liso de origen biológico cubre algunas porciones del espécimen, “lo que correspondería a la cáscara”, señala la especialista.
La morfología de la cáscara del huevo de pterosaurios hasta ese momento era totalmente desconocida. Los análisis fueron obtenidos mediante el empleo de microscopia electrónica y los resultados fueron publicados en la revista científica Nature, en diciembre del 2004.
“Los tres embriones conocidos hasta ahora en el mundo pertenecientes a distintas especies (uno argentino y dos chinos), son la primera evidencia de que los pterosaurios se reproducían poniendo huevos, es decir que eran ovíparos”, subraya Codorniú.
Comparando el tamaño de fósiles de recién nacidos de Pterodaustro guinazui con el embrión, Codorniú y sus colegas dedujeron que el embrión estaba probablemente disfrutando de sus últimos días en el huevo antes de nacer y caminar en la tierra cretácica.
Otro trabajo de Codorniú y colegas, publicado en 2008, en la revista científica Biology Letters, revela que Pteurodaustro alcanzaban el 53 por ciento de su masa corporal a los dos años de vida, momento en el que llegaban a su madurez sexual, y que continuaban creciendo hasta los 3 o 4 años de edad.
En la actualidad, Codorniú continúa analizando en forma minuciosa los 288 especímenes fósiles de pterosaurios bien conservados –depositados en la Universidad de San Luis- como si fueran un libro abierto. “Hay mucho material y mucho más por descubrir”, concluye la investigadora.