A partir del análisis genético de cepas del virus de la hepatitis B, investigadores argentinos deducen su evolución e infieren movimientos migratorios. Afirman que su diversidad es muy significativa entre la población argentina e identifican cepas autóctonas y provenientes de Europa, África y Asia.
(05/06/09 – Agencia CyTA-Instituto Leloir) – “El estudio de la prevalencia de los genotipos en poblaciones humanas permite deducir diversos aspectos del poblamiento de nuestro continente a lo largo de gran parte de la historia.”, coinciden los doctores Viviana Mbayed y Rodolfo Campos, investigadores de Conicet y docentes de la Cátedra de Virología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA.
El virus de hepatitis B afecta no sólo a los adultos sino también a los niños de todo el mundo. En los adultos la infección se resuelve de manera asintomática o silenciosa en la mayor parte de los casos, pudiendo en algunos casos producirse una hepatitis aguda con sintomatología, acompañada por ictericia, náuseas, vómitos, dolor abdominal, durante poco menos de seis meses. Sin embargo, alrededor del 6 % de las infecciones no se resuelven y devienen en procesos crónicos. Este porcentaje aumenta sustancialmente cuando los infectados son niños.
En el mundo, cerca de 400 millones de personas han sido infectados con el virus de la hepatitis B en forma crónica. Existen 8 genotipos (grupos genéticamente distintos) del virus de la hepatitis B. Está en continuo estudio la relación que cada uno de estos grupos pueda tener con características clínicas de la infección. Cada genotipo tiene una ubicación geográfica definida. Los F y H son autóctonos de América, el E se encuentra fundamentalmente en África, el B y el C en Asia, el D en la zona mediterránea y el A es más ubicuo, con un subgenotipo europeo (A2) y otros dos africanos (A1 y A3).
Dos estudios publicados el año pasado y a comienzos de este año en las revistas científicas The Journal of Clinical Virology y Archives of Virology – realizados por Campos, Mbayed, y un equipo de colaboradores- describen cómo se distribuyen los diferentes genotipos de virus en la Argentina, en Brasil y en otros países de la región.
“Secuenciamos el genoma completo de virus identificados en muestras de suero de pacientes de nuestro país y los comparamos con las secuencias de virus provenientes de otros países. Esto nos permitió definir linajes de cepas muy próximas entre sí, distinguiéndolas de aquellas más distantes, que se han ido diferenciando a lo largo de una evolución de sólo décadas o de miles de años”, explica Campos.
De acuerdo con el estudio en la región del norte argentino, en Formosa, en Salta, en Jujuy y en el Chaco, por ejemplo, el 90 por ciento de los genotipos encontrados corresponden al F, es decir autóctonos, lo que sugiere un aporte inmigratorio externo bajo. En cambio, en Buenos Aires encontramos que hay un poco más del 30 por ciento del genotipo F, pero el resto, en su mayoría, son genotipos D y A2, que son básicamente europeos e introducidos a partir del proceso de colonización iniciado en el siglo XVI. El bajo porcentaje de los genotipos B y C de origen asiático se corresponden con migraciones más recientes ocurridas en las últimas décadas. “También identificamos genotipo A1 cuya introducción en nuestra geografía puede asociarse con los esclavos africanos que fueron traídos al continente en la época de la colonia o con la inmigración más reciente desde Brasil donde ese tipo de virus se ha instalado desde entonces”, señala Mbayed.
Una de las conclusiones principales de estos estudios es que el panorama epidemiológico actual de las infecciones con el virus de hepatitis B es el resultado de una diversa historia de movimientos migratorios humanos y que esa diversidad es muy significativa en la población Argentina.
El árbol evolutivo de los virus
Mediante el empleo de análisis bioinformáticos que procesan miles de datos de información genética viral, los investigadores son capaces de identificar el “ancestro común” de un conjunto de virus que son diferentes entre sí y además describir el modo de crecimiento de la infección en una determinada población.
“Para dar un ejemplo, en una publicación reciente en el Journal of Medical Virology demostramos que un conjunto de muestras de suero infectadas con el virus de la hepatitis C provenientes del Hospital Argerich y del Hospital Muñiz, tenían un ancestro común de 30 a 40 años de antigüedad y que su diversificación sigue un crecimiento exponencial. Estos resultados sugieren que a partir de una fuente de infección original, hace aproximadamente 30 o 40 años, este virus se extendió en la población a través del contagio de otras personas en un proceso que se continúa en la actualidad”, explica Campos.
Por su parte, Campos comenta que en una investigación que está en curso con el virus de la hepatitis B, los subgenotipos autóctonos F1b (hallados en Buenos Aires, Santiago de Chile y Perú) y F4 (provenientes de Bolivia, Jujuy y Salta) se determinaron valores de ancestros comunes que se remontan a los 800/1000 años de antigüedad y con una emergencia (diversificación del virus en la población) de entre 200 y 300 años.
Para Campos, caracterizar molecularmente los distintos virus, es decir, secuenciar sus genomas significa “un cambio cualitativo en el análisis epidemiológico porque al tener un conocimiento tan preciso de un virus particular es posible determinar el origen y trazar la evolución de un brote epidémico, conocer qué virus están circulando y determinar si la infección en una determinada comunidad sigue un curso endémico o epidémico.
“Por otra parte investigar la evolución del virus tanto a nivel individual (en el paciente infectado) como poblacional (en la comunidad) nos puede ayudar a entender la infección crónica de la hepatitis B y de otras enfermedades. Además conocer la historia natural y la biología del virus permite al sistema de salud abordar la problemática de la infección de una forma más efectiva”, indica el investigador.
Los genotipos del HBV han evolucionado condicionados por sus hospedadores y asociados a una geografía restringida a lo largo de los siglos. “A través del trabajo realizado durante varios años de investigación en nuestro laboratorio hemos profundizando el conocimiento de la diversidad genética de este virus, permitiendo la reconstrucción de su historia evolutiva y proponiendo hipótesis acerca de los movimientos migratorios de los individuos que diseminaron el virus a lo largo del continente americano”, coinciden Mbayed y Campos.