Recientemente falleció el químico Roberto Cunningham, un premiado y reconocido especialista, que dirigió el Instituto Argentino de Petróleo y Gas (IAPG), y fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. El licenciado Alberto Díaz, director del Programa de Biotecnología del INTI, le rinde homenaje, en el siguiente texto.
(12/01/09 -Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Alberto Díaz) – Roberto Cunninigham: científico, tecnólogo, manager… un señor con “lleca”.
“Son innumerables las oportunidades en las que a uno le ha tocado asistir a presentaciones de resultados obtenidos por científicos, efectuadas ante pares. Pero en la última de ellas en la que participé, pensé qué ocurriría si entre la audiencia hubiera habido representantes del sector empresario. Puesto en tal inquietud, la conclusión resultó frustrante”, así comienza Roberto su explicación de por qué escribió este sainete específico… con tantos que tenemos en este país. Ese sainete de R. Cunningham figura en la publicación Sainete Criollo del Inocencio Recerca y Empresario Mandattori: Tecnología, tango, fútbol y otros menesteres, Editorial INSOTEC – 2004.
Para hacerlo mas entretenido, en vez de escribir un manual sobre Desarrollo Tecnológico, Roberto lo hizo como un diálogo entre un investigador y un empresario. A medida de que escribía su trabajo Roberto se dio cuenta de que “…sin dañar la redacción, se podía apelar y rendir homenaje a aquellos a quienes uno admira y cita en sus charlas de café y que cuesta hacerlo en la ortodoxia de una conferencia. Del mismo modo, permite revelarse a sí mismo, cómo es uno cuando no está en pose, mostrando el universo de sus gustos y pasiones. Ello determinó que fútbol y tango aparecieran mezclados con la tecnología…”
¿A quienes admiraba Roberto? A Jorge Sábato, Florencio Escardó ¡y Dante Panzeri! Como diría “Jorjón” Sábato: ¡pavadas de hombres! Modelos de personas, de talentos, de actitudes para Argentina. Sábato autor, junto con Maiztegui, de uno de los textos más importantes de física de los colegios secundarios de los 60’, director del área de metalurgia de la CNEA y “padre” del pensamiento tecnológico de nuestro país F. Escardó , escritor, pediatra, innovador constante, director del Hospital de Niños donde entre otras cosas, organizó la internación de niños con sus madres y D. Panzeri , otro innovador, que determinó que el periodismo deportivo tuviera un antes y después de “Panzeri”: director de El Gráfico en los 60’, autor de libros sobre sociedad y deporte. Y, como si fuera poco Cunningham, menciona a dos de los mejores futbolistas de casi la mejor época del fútbol argentino: Adolfo Pedernera y José Manuel Moreno. Tal vez, siguiendo a Pino Solanas, podemos recordar que estos nombres (y muchos otros) nos dejaron una “Argentina latente”.
Pero ¿quién fue Roberto E. Cunningham? Doctorado en ciencias químicas, falleció el 20 de octubre de 2008 recibió innumerables premios y reconocimientos a lo largo de su vasta trayectoria como profesional. Nació en La Plata -en cuya Universidad se doctoró- y donde se destacó durante treinta años como profesor titular de la cátedra de Industrias Químicas.
Durante su extensa trayectoria se desempeñó como director del complejo industrial Atanor, donde tuvo a su cargo la gerencia de Investigaciones y Desarrollo y la de Ingeniería. Fue miembro del Conicet y, desde 1992, fue director general del Instituto Argentino de Petróleo y Gas (IAPG). Además, fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y presidente de su Sección de Ingeniería.
En 2001 recibió el “Premio Consagración” como Líder Tecnológico del Año, otorgado por la Fundación para la Interacción de los Sistemas Productivos, Educativo, Científico y Tecnológico, entre otros reconocimientos que se le adjudicaron a lo largo de su destacada carrera como profesional y académico de las ciencias.
También fue el coordinador del Programa Biomasa del CYTED, desde su creación al comienzo de los 90, siendo este programa uno de los más exitosos en cuanto a sus resultados, donde la capacidad y experiencia de gestión y organización de Roberto fueron decisivas. Siempre fue emprendedor y promotor de nuevas tecnologías. El CYTED es un programa creado por el gobierno de España en conmemoración de los 500 años de la llegada de España a América para favorecer estudios y desarrollos entre los países de Iberoamérica. El Programa de Biomasa se especializó en investigar y desarrollar qué productos y procesos se podrían obtener de plantas y residuos agrícolas de los países de América latina.
Todos estos aspectos son los más conocidos de su carrera como académico y profesional en el ámbito privado, sin embargo quiero recordarlo en otro aspecto de su actividad: me refiero a su preocupación por que la ciencia y la tecnología fueran utilizadas por nuestra sociedad, que los científicos tomaran una actitud más sensible y “generalista” para que los empresarios, entre otros, comprendieran la importancia de hacer innovación tecnológica. Como escribió su amigo “Pirincho” Cereijido, “debemos dejar de apoyar a la ciencia, para apoyarnos en la ciencia”.
El sainete que mencioné al comienzo puede ser una síntesis de sus preocupaciones en cuanto al tema en sí y su forma de encararlo, no sólo desde la seriedad y adustez del académico sino con la alegría, diversión y locuacidad de una charla de café. Con esta obra de teatro, Roberto se incorporó a lo que Djerassi llama “ciencia en la ficción”. Éste último escribió varias obras de teatro con la misma finalidad que se propuso Roberto. Considero que este sainete debería leerse obligatoriamente en nuestras universidades técnicas (y no tan técnicas) y en nuestros institutos nacionales, dado que se expone el ABC de cómo se produce la tecnología y quienes la producen. Es un verdadero “Saber Cómo”.
Un breve diálogo de la obra para terminar:
Empresario: Sábato presentó sus famosas reglas de oro, marcando las diferencias entre un científico y un tecnólogo. Investigador: Ahá… ¿cuál es para usted la diferencia? Empresario: El científico busca “conocer el mundo pero el tecnólogo busca cambiarlo”.
Las reglas de oro de Jorge Sábato: a) en ciencia: no plagiarás b) en tecnología: copiarás todo lo que puedas difundirás todo lo que hallares guardarás celosamente todo lo que sepas. Y añadía Jorge que el científico expulsado por plagio sería recibido con alegría por los tecnólogos por su habilidad para copiar.
Roberto resaltaba siempre su condición de platense y “”pincharrata” por sobre todas las cosas.