El fenómeno de la creación de enfermedades o la exageración de situaciones fisiológicas para promover un mercado de tratamientos médicos y la venta de fármacos, entre otros aspectos, es abordado desde un punto de vista crítico por un vasto equipo de investigadores desde diferentes ángulos en el libro “Medicalización y sociedad”, editado por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
(30/07/10 – Agencia CyTA – Instituto Leloir – Bruno Geller)-.
Si se define como enfermedad algo que no es tal, entonces se abre un vasto mercado de remedios y tratamientos que prometen la “solución”. Sobre este tema trata el libro “Medicalización y sociedad”, producto de un trabajo conjunto para el que fueron convocados especialistas de diferentes disciplinas y que fue realizado –con el apoyo de la Organización de Estados Iberoamericanos- por investigadores de la Universidad Nacional de San Martín y del Observatorio Argentino de Drogas que depende de Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR).
“El cruce de miradas y perspectivas analíticas de varios investigadores quedo plasmado en el libro. Otro de los objetivos ha sido el de realizar un balance sobre las relaciones siempre tensas entre los discursos, las prácticas médicas y la vida de las personas”, señalaron a la Agencia CyTA los coordinadores del libro, Adrián Cannellotto, licenciado en filosofía y magíster en Relaciones Internacionales y Comunicación, y Erwin Luchtenberg, licenciado en sociología.
Desde distintos ángulos, la publicación aborda el tema de la medicalización “que en términos generales se trata de un proceso que puede describirse como aquel en el que se definen como médicos ‘problemas que pueden no ser de esta índole o que, aun siéndolos, no justificarían la intervención desmedida y exclusiva del sector’”, puntualiza en el libro la médica psiquiatra Graciela Natella.
Por otra parte, el libro recoge la cita del antropólogo Eduardo Menéndez, referido al corrimiento que se ha ido produciendo desde las funciones “curativas y preventivas” hacia otras orientadas al control social y la “normatización” de las poblaciones.
Sobre la medicalización, Cannellotto que se desempeña como Coordinador del Programa Mundos Contemporáneos y docente de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín, remarca que “si bien se trata de un proceso que se ha apreciado más en el campo de la psiquiatría, está claro que lo excede. La expansión en el uso de psicotrópicos durante los últimos años es evidencia de eso. Más aún, hoy se promueve el consumo de sustancias que prometen mejorar la performance cotidiana de personas que, consideradas sanas, deben responder a un ritmo de vida cada vez más exigente.”
Según los coordinadores del libro, en la medicalización confluyen, “como no podía ser de otra manera, intereses comerciales y de mercado. Allí inciden de forma determinante la industria farmacéutica y biotecnológica, las corporaciones como los seguros médicos, los medios de comunicación y ciertas ramas profesionales. Este es un punto central para la propuesta que ofrece el texto. Los distintos artículos que lo componen, llaman la atención respecto del rol que deben asumir las políticas sanitarias en relación a recomponer un enfoque centrado en los derechos (el derecho a la salud, por caso), en franca competencia con una matriz dominante, que toma a los ciudadanos desde la perspectiva de los consumidores. El reverso de esta matriz dominante es la exclusión.”
Por su parte, las sociólogas Graciela Laplacette y Liliana Vignau señalan que la medicalización “puede ser comprendida como un proceso de apropiación creciente por parte de determinados actores sociales (equipos de salud, empresas químicofarmacológicas y de electromedicina), de las decisiones de los sujetos y las colectividades respecto de su salud, sus padecimientos y otros aspectos de la vida cotidiana, a los fines de imponer sus propios criterios y defender sus intereses corporativos”.
Construcción de enfermedades y medicalización
Varios son los ejemplos comentados y analizados acerca de la ampliación de los ámbitos de influencia de los sectores ligados a la medicalización. “Tal puede ser el caso de las extensión de la medicalización al cuerpo y la vida de hombres y mujeres, convirtiendo en enfermedades las disfunciones sexuales, la anticoncepción, la calvicie, la andropausia, la menopausia, la obesidad (y el by-pass gástrico), las cirugías estéticas, los tratamientos farmacológicos destinados a la belleza, los tratamientos vitamínicos, de drogas y hormonas destinadas a mejorar la perfomance en los deportistas de alto rendimiento. Y no solo para ellos. La mayoría de las personas de nuestra sociedad no son deportistas de alto rendimiento, si se trata de hablar de la vida cotidiana y de un fenómeno más masivo. En general, toda la población se convierte en potencial consumidora de estas sustancias que proliferan bajo las promesas de mayor ‘bienestar’ y ‘felicidad’”, subraya Luchtenberg que se desempeña como becario doctoral del CONICET.
Por otra parte, la licenciada en psicología Beatríz Janin profundiza en uno de los capítulos del libro un tema que puede ser tomado como un ejemplo tanto de nivel nacional como internacional: la práctica de administración de psicofármacos a niños con problemas de conducta.
“Las investigaciones sobre Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad revelan un evidente avance de la medicalización sobre la niñez, generando un aumento en el consumo de psicotrópicos por parte de los niños durante los meses de clases”, destaca Janin. Y continua: “El efecto sobre la infancia es contundente. Este es un ejemplo de medicalización que ha hecho que la infancia ‘pierda su carácter preparatorio, de despliegue lúdico’. Al contrario, ‘la violencia en la patologización’ la convierte en una instancia de prueba, de comparación y ajuste respecto a un supuesto modelo universal. Quienes presentan otros tiempos para aprender, así como otros intereses, aparecen signados por el fantasma de la exclusión y el fracaso (escolar, social, económico). Es un proceso que, a partir de la estigmatización, potencia las dificultades para tomar conciencia de las potencialidades del sujeto y de las estrategias para un desarrollo más completo de las mismas.”
En esta misma línea Luchtenberg subrayó que frente a este paradigma médico-biológico, “que es compatible con la idea de salud como un bien que se adquiere en el mercado (las medicinas prepagas se insertan en este modelo), encontramos el paradigma de la salud como derecho humano básico que confronta con el anterior adscribiendo a una mirada más integral de la salud y de la persona. Este modelo da lugar a prácticas alternativas que todavía carecen de la legitimidad política necesaria para integrarse al sistema de salud convencional como sucede, por ejemplo, con la homeopatía.”
En relación a los destinatarios de la “acción medicalizadora”, Cannellotto considera que ésta opera en un doble nivel. “Por un lado, estandariza para incidir sobre las poblaciones tomadas como un todo. Por el otro, y a través de un mecanismo de despolitización, enfatiza el carácter individual y personal de los padecimientos, borrando cualquier vinculación con las causas sociales. Como señala Peter Conrad –especialista en sociología médica-, en este sentido, ‘la fuente está en el individuo en lugar que en su entorno social, por lo que se requieren intervenciones médicas individuales en lugar de soluciones sociales y colectivas’”, aseguró.
En el capítulo “Usos y abusos de la medicalización en el consumo de drogas”, la doctora en antropología María Epele destaca que la situación de los sectores carenciados y excluidos es paradojal. “Por una parte, se encuentran afectados por la falta de acceso a servicios y prácticas de salud. Una falta de acceso que converge, en numerosas ocasiones, como señala a propósito del consumo de sustancias, el ‘dispositivo judicial-policial-sanitario’. Las barreras entonces se multiplican, complicando aún más el acceso a la salud. Pero por otra parte, estos sectores son también ellos focos de un modo particular de medicalización”, subraya.
Políticas públicas
Karina Ramacciotti, doctora en Ciencias Sociales, sugiere en el libro algunos aspectos que pueden incorporarse en las agendas de investigación y en las políticas públicas.
“A modo de ejemplo se puede mencionar la necesidad de contar con registros actualizados de los datos estadísticos sobre dolencias, patologías y consumo de drogas. Otros aspectos nodales a destacar pueden ser el de auscultar el funcionamiento del sistema sanitario (sea público, prepago, sindical) y su complejidad territorial, con el objeto de revisar los procesos de exclusión real o potencial que se generan”, indica Ramacciotti. Y agrega: Contar con información estadística y social confiable, es uno de los elementos centrales para el diseño y aplicación de políticas que pretendan una ampliación de los derechos sanitarios.”
En este contexto, los coordinadores del libro afirman que recae en el Estado la responsabilidad de regular los intereses que hoy existen en materia de salud, así como en otros aspectos. “Ahora bien, debe hacerlo a partir de un enfoque centrado en el derecho a la salud, en el resguardo de un derecho que es básico y fundamental”, subrayan. Y concluyen: “El libro recoge buena parte de estos aportes y señala, en relación con las políticas públicas, que si bien es necesario incrementar el acceso a servicios y prácticas de salud y salud mental, es fundamental hacerlo desde una ‘acción política concertada entre los subsidios, la educación, el alojamiento, la seguridad alimentaria y el ambiente para mejorar la salud de las poblaciones en desventaja social”.
Definir como enfermedad o problema de salud algo que no es tal, promueve el desarrollo de un mercado en el que se ofrecen soluciones a partir de tratamientos médicos y venta de fármacos.
Créditos: Federico Geller