Un estudio efectuado por investigadores argentinos aportaría nuevas herramientas para un mejor seguimiento de los pacientes con leucemia mieloide crónica. El trabajo evaluó la participación de dos genes candidatos para el monitoreo de la enfermedad.
(25/04/11 – Agencia CyTA / Comunicación científica UNL. Por Priscila Fernández)-. Al estudiar distintos genes en pacientes con leucemia mieloide crónica (LMC), un grupo de investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) logró relacionarlos con el pronóstico de la enfermedad. Estos biomarcadores podrían ayudar a los médicos a realizar un seguimiento más ajustado de cada caso. Los resultados del trabajo fueron publicados en las revistas Leukemia Research y Leukemia & Lymphoma.
“La idea es aportar datos desde el laboratorio, que podrían darle al médico una señal de alerta y ayudarlo en el mantenimiento de pacientes con LMC para que tengan una mejor sobrevida. En este sentido, las primeras conclusiones de este trabajo aportan dos elementos más en el monitoreo y pronóstico de la enfermedad”, sintetizó Fabián Tedeschi, investigador de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la UNL.
A diferencia de trabajos anteriores de otros autores, los científicos analizaron muestras de los mismos pacientes en fases sucesivas de la enfermedad. De este modo analizaron el lazo entre distintos genes que participan en el desarrollo de la patología. El trabajo en el laboratorio puso en evidencia una relación entre los niveles de expresión de los genes HoxA9, junB y otro gen marcador ya conocido para esta enfermedad y rutinariamente usado en su seguimiento: el gen bcr-abl.
Esta investigación fue reconocida como el mejor trabajo científico en las XII Jornadas de Bioquímica Clínica en 2010.
Dentro de las células
La LMC afecta preponderantemente a la población adulta -en general, mayores de 60 años- y se caracteriza por la presencia de un cromosoma anómalo llamado Philadelphia que forma en su interior el gen bcr-abl. Esto ocurre en los glóbulos blancos del paciente.
La primera fase de la patología se denomina crónica. “Es manejable y puede prolongarse por años, sobre todo con las nuevas terapias farmacológicas. Pero, en algunos pacientes, en un momento algo se ´gatilla`, hay un cambio a nivel de expresión de genes y comienza una fase acelerada”, explicó Fabián Zalazar, docente e investigador de la FBCB.
Si no es posible revertir esa tendencia, el paciente llega a la última etapa: la crisis blástica, que se considera terminal. Para hacer el seguimiento del paciente y detectar indicios tempranos de aceleramiento, desde el laboratorio se monitorea la expresión del gen bcr-abl, que se vincula con la enfermedad desde hace décadas.
Con el objetivo de contribuir con nuevas herramientas de seguimiento, los investigadores de la UNL estudiaron la relación del gen bcr-abl con otros dos: HoxA9 y junB. El primero es un regulador clave de la actividad de las células madre productoras de células sanguíneas (hematopoyesis) y está involucrado en el desarrollo de tumores en ellas. Por el contrario, junB es un gen que entre más expresado –prendido- está, más reprime el crecimiento celular. Entonces, la hipótesis del trabajo señalaba que un cuadro que presente muy expresados los genes bcr-abl y HoxA9 y, al mismo tiempo, muy poco expresado –apagado- el gen junB tendría una evolución más desfavorable para el paciente.
El trabajo
La investigación se desarrolló sobre pacientes diagnosticados con LMC que fueron atendidos en la ciudad de Santa Fe. El primer paso fue evaluar cada cuadro y para ello se utilizó un índice (o Score) de Sokal. “En principio, con este índice, se puede, a partir de datos clínicos y otros parámetros de laboratorio, ubicar al paciente en un rango de riesgo”, explicó Tedeschi.
Según detalla el informe, los pacientes con índice de Sokal más elevado (el grupo de mayor riesgo) presentaron niveles de expresión de bcr-abl 1,8 veces mayores que el grupo con mejor pronóstico.
Ése era el comportamiento conocido, lo novedoso fue observar que la expresión de HoxA9 también tuvo la misma tendencia, pero con valores 2,8 veces superiores. En cuanto a junB, su expresión era detectable en todos los pacientes estables pero no mostró registro –o lo hizo en niveles muy bajos- en los pacientes con mayor índice de riesgo.
Lo que sigue, según adelantaron los expertos, es ir un paso más atrás y estudiar las proteínas que pueden activar estos genes. Si bien pudieron relacionar su expresión con la evolución de la enfermedad, el paso siguiente es saber por qué ocurren esos cambios. “HoxA9 y junB son genes, por lo que necesitan que algo ´gatille` o ´apague` su expresión”, indicó Zalazar.
El grupo de trabajo estuvo constituido por Fabián Tedeschi, María Alejandra Cardozo, Pamela Bucci y Fabián Zalazar, todos docentes e investigadores de la FBCB de la UNL.
De izquierda a derecha, María Alejandra Cardozo, Fabián Tedeschi, Pamela Bucci y Fabián Zalazar
Créditos: Comunicación Científica UNL