Un estudio realizado en la provincia de Salta reveló que la prevalencia de sobrepeso y obesidad en alumnos adolescentes de escuelas públicas fue del 15 por ciento, mientras que en colegios privados ese porcentaje representó el 14,2 por ciento. Asimismo, en ambos tipos de establecimientos, la prevalencia de hipertensión representó el 11,3 y el 12,2 por ciento en escuelas públicas y privadas, de manera respectiva. Preocupan la falta de ejercicio y el consumo de tabaco y alcohol.
(18/04/11 – Agencia CyTA – Instituto Leloir)-. Un estudio realizado en la provincia de Salta reveló que la prevalencia de sobrepeso y obesidad en alumnos de escuelas públicas fue del 15 por ciento, mientras que en privadas ascendió al 14,2 por ciento. La investigación –cuyos resultados fueron publicados en la revista Archivos Argentinos de Pediatría- fue dirigida por la doctora Susana Judith Gotthelf y la licenciada en sociología Liliana Laura Jubany, del Centro Nacional de Investigaciones Nutricionales (CNIN), dependiente de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud.
“Los factores de riesgo asociados con enfermedad cardiovascular aparecen de manera temprana en la niñez y adolescencia”, señala la doctora Gotthelf, del Departamento de Investigación Clínica del CNIN. Y continua: “El sobrepeso, el aumento de lípidos en sangre y la presión arterial en la adolescencia, se asocian con mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, y su incidencia en la adultez.”
Asimismo el estudio arrojó datos sobre otros factores de riesgo relacionados con complicaciones cardiovasculares. Según los datos obtenidos, la prevalencia de hipertensión fue del 11,3 por ciento en escuelas públicas y del 12,2 por ciento en escuelas privadas. El 35,1 por ciento y el 42,5 por ciento de los alumnos de escuelas públicas y privadas, respectivamente, no realizaban actividad física; el 14,2 por ciento y el 27,1 por ciento fumaban y el 66,2 por ciento y el 54,7 por ciento consumían alcohol los fines de semana.
Para llegar a esos resultados se evaluó una muestra representativa del total de 6 000 alumnos matriculados en el último curso del nivel polimodal de la capital de Salta, en 2009. La muestra incluyó 247 alumnos en cinco escuelas públicas (133 mujeres y 114 varones) y 148 en tres establecimientos privados (95 mujeres y 53 varones). Un equipo interdisciplinario del CNIN relevó datos en terreno y se analizaron muestras de sangre en el Servicio de Laboratorio del Hospital “Arturo Oñativia”.
En el estudio se determinaron mediciones de peso, talla, circunferencia de cintura, y se realizaron encuestas alimentarias y socioeconómicas familiares. Por otra parte, se tomó la presión arterial de los alumnos y se llevaron a cabo exámenes de sangre con el propósito de identificar el perfil metabólico asociado al riesgo de enfermedad cardíaca que incluye niveles de colesterol, triglicéridos (tipo de lípidos) y glucemia basal (niveles de azúcar en la sangre), entre otras variables.
Un dato que llamó la atención de las investigadoras fue la alta prevalencia de hipertensión en los alumnos. “La suma de estos tres indicadores: sobrepeso, hipertensión y dislipidemias (alteración del metabolismo de los lípidos), aumentan espectacularmente el riesgo futuro de enfermedad cardíaca, además de ser predictores de valores a alcanzarse en la edad adulta”, indica la doctora Gotthelf.
Obesidad en alza
Asociado a los cambios en el estilo de vida se ha producido una modificación en el perfil nutricional de las poblaciones, con un aumento en la prevalencia del sobrepeso/obesidad también en la infancia y adolescencia, tanto en los países desarrollados como en los en vía de desarrollo, afirman las autoras del estudio. “Algunos datos recientes informan que uno de cada cinco niños en el mundo tiene sobrepeso y entre el 2 y el 3 por ciento de la población de entre 5 y 17 años, tiene obesidad. Datos similares en adolescentes de nuestro país, mostraron que 20,8 por ciento presentaban sobrepeso y 5,4 por ciento obesidad. Nuestros resultados observan una tendencia al aumento del sobrepeso, aunque con frecuencias menores a las halladas en estudios nacionales”, subraya la doctora Gotthelf quien es especialista en Salud Pública. Y agrega: “ El problema principal de padecer obesidad durante la adolescencia tardía es que acarrea un riesgo de morir en forma prematura similar al que contrae quién fuma más de 10 cigarrillos por día, según una reciente edición de la revista British Medical Journal.”
Estilos de vida
Una batería de cuestionarios respondidos por alumnos y padres reveló que la obesidad y la hipertensión, y el resto de los factores de riesgo medidos, están asociados al tipo de dieta y a otros hábitos. “Se observó un elevado consumo de golosinas, gaseosas y jugos”, puntualiza doctora Gotthelf.
Asimismo la investigación muestra que el 35,1 por ciento y el 42,5 por ciento de los alumnos de escuelas públicas y privadas, respectivamente, no realizaban actividad física; el 14,2 por ciento y el 27,1 por ciento fumaban y el 66,2 por ciento y el 54,7 por ciento consumían alcohol los fines de semana. “Está comprobado que la práctica de la actividad física puede mejorar el perfil lipídico, el de diabetes y obesidad; producir descenso en la presión arterial y prevenir la enfermedad cardiovascular”, destaca Gotthelf.
Para la licenciada Jubany “es importante mencionar que en nuestra provincia, la currícula escolar del último curso del secundario no incluye la práctica de educación física. El hecho de encontrar un porcentaje tan alto de adolescentes inactivos en la muestra del estudio, constituye un valor preocupante por las repercusiones que puede tener en la salud a mediano y largo plazo.”
Por otra parte las autoras del estudio señalan que un alto porcentaje, tanto de mujeres como de varones, consume alcohol especialmente los fines de semana. “Últimamente ha surgido un término asociado al consumo excesivo de alcohol en poco tiempo: ‘binge drinking’ (atracón alcohólico) el cual estaría relacionado a consecuencias adversas en la salud que incluye la enfermedad cardíaca, aumento de presión arterial, diabetes tipo 2 y otros desórdenes metabólicos”, subrayan.
De acuerdo con Jubany la influencia de la familia sobre los modelos de vida que adquieren los adolescentes sugiere una desventaja temprana relacionada con conductas de riesgo practicadas por los adultos, que son aprendidas durante la niñez y persisten a lo largo de su vida. “Indudablemente, el bajo nivel de educación de los padres podría estar asociado a la adopción de hábitos nocivos, aunque en nuestro estudio esta situación no se ve reflejada ya que independientemente del nivel educativo y de los ingresos económicos, se observa que es muy alto el porcentaje de padres que consumen alcohol, cigarrillos y que no practican actividad física”, subraya la socióloga.
La estratificación por escuelas públicas o privadas no refleja fielmente la situación socioeconómica de los adolescentes, ya que la existencia de cuotas subsidiadas permite el acceso a escuelas privadas a adolescentes de bajos recursos, indican las investigadoras. “Sin embargo, pudimos observar que los alumnos de escuelas públicas pesaron y midieron menos que aquellos de las privadas y esto es importante porque refleja una historia nutricional adversa en la infancia temprana que se asociaría a un mayor riesgo metabólico.”
Para las investigadoras del CNIN, dado que la mayor parte de las muertes en Argentina están representadas por las enfermedades cardiovasculares asociadas a factores de riesgo reconocidos, la estrategia de vigilancia epidemiológica propuesta para la población adulta también debería extenderse a edades más tempranas, para lo cual es necesario contar con diagnósticos de base a partir de los cuales se haga posible observar tendencias y cambios en los principales factores que se identifiquen.
“Las cadenas de causas desde los factores socioeconómicos pasando por las condiciones ambientales y comunitarias, hasta el comportamiento individual, ofrecen numerosos puntos de entrada para la prevención”, afirman Gotthelf y Jubany. Y concluyen: “La supervisión de salud debe resultar del esfuerzo compartido entre jóvenes, padres, médicos, docentes y otros actores involucrados, además del Estado. Se deben aprovechar todas las oportunidades que permitan educar sobre hábitos de vida saludables, que involucran la alimentación, actividad física y el no consumo de alcohol, cigarrillos y otras adicciones. Se debe brindar oportunidad a los adolescentes para que adquieran información precisa y adecuada, promover y garantizar a través del control periódico, el acceso a servicios de salud y a la práctica masiva de actividades al aire libre.”