La cantidad de hallazgos de investigación básica en reconocidas publicaciones internacionales, van en franco aumento. Seis científicos destacados explican las razones.
(25/07/2014 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller)-. Cuando en febrero pasado un hallazgo del científico del CONICET Gabriel Rabinovich llegó a la tapa de la revista Cell, considerada una de las más importantes y prestigiosas del mundo, se organizó una presentación pública con la presencia del Ministro de Ciencia, Lino Barañao, autoridades de esa cartera y periodistas. Rabinovich, quien estudia mecanismos básicos del cáncer en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, estaba exultante: “en lo personal, [el logro] significa cumplir un desafío de superación personal y grupal”, dijo.
Pero no se trató de un hecho aislado. La publicación de investigadores argentinos en revistas de tan alto impacto se ha disparado durante la última década, lo cual no sólo ha marcado un antes y un después en la vida de muchos de los autores sino que también, según varios especialistas, representa un indicador del respaldo que recibe la ciencia en el país.
La publicación de trabajos en revistas científicas o “journals” de alto impacto no es el único, pero sí un reconocido indicador del estado de la ciencia de un país. Durante la década del ’90, según registros de la base de datos Scopus, sólo 38 artículos con participación de científicos de instituciones argentinas fueron publicados en los dos journals internacionales de mayor tradición y relevancia, Science y Nature. Entre 2000 y 2009, la cifra aumentó más del doble y llegó a 86. Y en lo que va de esta década, ya son 70 trabajos, lo que sugiere que la cifra sigue creciendo.
“Antes pensábamos que nunca íbamos a lograr publicar en ese tipo de revistas desde la Argentina. Ahora sabemos que se puede, que se nos cree y se nos respeta de igual a igual”, subraya el doctor Hugo Lujan, investigador del CONICET en la Universidad Católica de Córdoba, quien publicó en Nature en 2008 y en Nature Medicine en 2010 sobre los mecanismos moleculares de evasión de la respuesta inmune del parásito causal de la giardiasis, una de las diarreas más comunes en países en desarrollo.
Alberto Kornblihtt, investigador superior del CONICET en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE) es experto en el mecanismo biológico a través del cual se produce una gran diversidad de proteínas a partir de un número limitado de genes. Publicó meses atrás su primer paper en Science y también firmó trabajos en journals de la talla de Cell, Nature, Molecular Cell, PNAS y Nature Structural. “Publicar en una revista de alto impacto no es la única manera de hacer ‘ciencia que importa’, pero constituye un gran honor. Permite una mayor visibilidad, amplia difusión y consideración de nuestro trabajo. El logro es aún más relevante por el hecho de que las investigaciones provienen de un país periférico”, señala Kornblihtt que también es profesor en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la UBA.
Coincide el doctor Alejandro Schinder, investigador del CONICET y jefe del Laboratorio de Plasticidad Neuronal del Instituto Leloir, quien firmó un trabajo en Science en 2012. “En general, el hecho de que desde nuestro país se publiquen artículos en revistas de alto nivel nos colocan en una mejor posición en el mapa de la ciencia y la tecnología dentro del ámbito internacional”, afirma.
Schinder asegura que, entre otras repercusiones, ese tipo de conquista facilita el acceso a la inversión de capitales para proyectos científicos o infraestructura en el país. Y Luján agrega que también abre puertas en el exterior para los estudiantes de doctorado.
Para Rabinovich, la publicación de un trabajo en revistas de tamaña envergadura representa “un triunfo de toda la comunidad científica que genera el entorno físico, material y de discusión científica adecuado para que esto, a veces tan complicado, suceda.”
“Un trabajo de alto impacto se corresponde con una apuesta de largo plazo y arriesgada, de modo que lograr la publicación también es un modo de rendir cuenta a quienes apoyaron el proyecto”, afirma, por su parte, el doctor Gabriel Mindlin, un físico de la FCEyN de la UBA y coautor de un estudio sobre el canto de los pájaros que apareció el año pasado en Nature.
Según los especialistas, hay varios factores que contribuyen a esta tendencia. Por un lado, la aparición de Internet, e-mail y sistemas de acceso a bibliografía “on line” ha acortado las distancias entre los centros de producción de conocimiento del Norte y los países con menores recursos. Por otro, la vuelta de la democracia también ha favorecido la recuperación de la masa crítica de científicos, literalmente destruida durante las sucesivas dictaduras militares, así como una mayor transparencia en los mecanismos de evaluación de los científicos y de sus proyectos.
Pero, además, varios científicos destacan las políticas impulsadas en este terreno por los gobiernos de los Kirchner, incluyendo la creación de un ministerio específico del área en 2007. “Desde 2003, la ciencia no sólo pasó a formar parte del discurso oficial sino que eso también fue acompañado por un aumento del número de plazas para becarios e investigadores, mejores salarios, y programas de equipamiento, repatriación y construcción de edificios”, señala Kornblihtt.
El apoyo oficial “ha potenciado el alto nivel intelectual y de formación científica que ya existía en el país”, sostiene el doctor José Manuel Estévez, director de un laboratorio de biología molecular y celular de plantas en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias, dependiente de la UBA y del CONICET.
Estévez tuvo su primer paper en Science en junio de 2011 y, según él, ese tipo de logro sirve como reaseguro de la competitividad y el nivel internacional de los investigadores locales. “Para mí, fue algo muy importante”, dice. “Nos demostró a mí, a mis becarios y a toda la gente que me rodea que se puede hacer ciencia de calidad desde la Argentina”.
Cada vez son más los estudios argentinos publicados en revistas científicas de alto impacto. En la foto, el Ministro de Ciencia, el doctor Lino Barañao, y el doctor Gabriel Rabinovich, investigador del CONICET en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, cuyo trabajo sobre mecanismos básicos del cáncer llegó a la tapa de la revista Cell.
Créditos: Prensa y Difusión, Ministerio de Ciencia