Poco se sabe de la epopeya de científicos argentinos que con pocos recursos hicieron posible la producción industrial de la hormona que logra que los chicos con enanismo hipofisiario puedan ganar 30 centímetros más de altura. En el libro “De la probeta a los genes”, la periodista científica Nora Bär recupera esta historia que demuestra cómo la ciencia básica puede resolver necesidades sociales.
(08/08/2014 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. Uno de cada 5 mil bebés que nacen padece déficit de hormona de crecimiento. Si no son atendidos en forma oportuna, pueden padecer enanismo hipofisiario. Dos generaciones de científicos argentinos lograron develar los 191 ladrillos (aminoácidos) que componen esa hormona y pudieron establecer una terapia que le cambió la vida, y continúa haciéndolo, a miles de chicos.
El tratamiento, basado en el suministro de una hormona creada en laboratorios, puede marcar una gran diferencia. Los beneficiarios podrán, gracias a los 30 centímetros (en el mejor de los casos), “llegar a presionar los pedales del automóvil, alcanzar los pasamanos de los colectivos y subtes, poder mirar por sobre el mostrador del banco, tener derecho a unas fichas en la ‘lotería del amor’, o poder presentarse a una entrevista de trabajo sin escuchar un ‘no’ antes de siquiera abrir la boca”, escribe la periodista científica Nora Bär en el prólogo de su libro “De la probeta a los genes” (Editorial Emede s.a.).
El libro relata de un modo accesible y ameno la historia de dos generaciones de científicos argentinos que lograron la decodificación, el desarrollo y la producción industrial de la hormona de crecimiento humana. Entre ellos se destacan los doctores en farmacia y bioquímica Juan Dellacha y José Santomé; el farmacéutico Alejandro Paladini; el doctor en química y actual Ministro de Ciencia, Lino Barañao; las doctoras en farmacia y bioquímica, Carlota Wolfenstein y Mirtha Biscoglio; el doctor veterinario Daniel Salomone; y el director ejecutivo de Biosidus S.A., Marcelo Criscuolo.
Con apoyo del CONICET y la Fundación de Endocrinología Infantil, los científicos desarrollaron la hormona del crecimiento en el Centro para el Estudio de Hormonas Hipofisiarias (Cehip) que tenía sedes en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires y en el Servicio de Endocrinología del Hospital de Niños.
“Nos llena de orgullo poder dejar por escrito el ciclo completo de la hormona del crecimiento y dejar testimonio de un acontecimiento científico único en el mundo que se desarrolló en nuestro país”, señala Dellacha.
Santomé todavía recuerda la emoción que sintió cuando la investigación de tantos años se convirtió en un remedio que los médicos podían usar para mejorar la vida a tantos chicos.
Escribir el libro fue “una gran satisfacción, principalmente porque rescata y pone al alcance del público un capítulo importante de la historia científica del país que no es muy conocida”, afirma Bär. “Me fascinó esta historia, me pareció increíble. Tiene todos los ingredientes: aventura, heroísmo, afecto y compromiso.”
El conocimiento científico local ha permitido que se desarrolle en Argentina una hormona del crecimiento que cuesta cerca de 250 dólares por mes, mientras que la importada tiene un valor aproximado de 3.000 dólares.
El Ministro de Ciencia, doctor Lino Barañao (izq.), los doctores en farmacia y bioquímica Juan Dellacha y José Santomé, y la periodista científica Nora Bär en la presentación del libro “De la probeta a los genes”, un relato sobre cómo dos generaciones de investigadores argentinos hicieron posible la producción industrial de la hormona con la que se trata a chicos con enanismo hipofisiario.
Créditos: Prensa y difusión del Ministerio de Ciencia.