El hallazgo de los científicos del CONICET y de la UBA se hizo en ratas y da pistas sobre lo que ocurre en humanos. El estudio abre líneas de investigación centradas en el proceso del aprendizaje y la formación de la memoria.
(17/09/2014 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. Un novedoso estudio científico demuestra cómo determinadas experiencias pueden contribuir consolidar la memoria en condiciones de amnesia. Si bien los experimentos se realizaron en ratas, estas son un modelo útil para la investigación, que permite conocer aspectos básicos de la biología involucrados en el funcionamiento de sistemas nerviosos más complejos como el del ser humano.
Los llamados receptores NMDA se encuentran en las neuronas, células del sistema nervioso que conducen y transmiten los impulsos nerviosos. Los receptores NMDA del hipocampo (una región especializada del cerebro), son claves para crear una memoria de larga duración. Si estos receptores se bloquean, se produce amnesia. “Es decir que los animales no tendrán memoria de una cierta tarea, como puede ser aprender a evitar un estímulo desagradable”, explicó a la Agencia CyTA la doctora Diana Jerusalinsky, directora del Laboratorio de Neuroplasticidad y Neurotoxinas (LaNyN), del Instituto de Biología Celular y Neurociencias (IBCN), que depende de la Universidad de Buenos Aires y del CONICET.
Jerusalinsky y su equipo realizaron experimentos que demostraron que, aún cuando se haya bloqueado el receptor NMDA en el hipocampo, se puede prevenir la “amnesia” en esos animales siempre que hayan tenido una experiencia previa diferente, como la de haber explorado un ambiente nuevo, por un tiempo suficiente como para formar una memoria de ese ambiente.
Para llegar a esos resultados, los investigadores compararon dos grupos de ratas que fueron entrenadas para aprender a evitar un estímulo desagradable, pero sólo uno de los grupos exploró previamente una caja (experiencia que no resulta nociva para la rata, naturalmente “curiosa” y “exploradora”). Luego del entrenamiento, los receptores NMDA fueron bloqueados en el hipocampo de todos los animales. Las ratas del grupo que no exploró la caja, “olvidaron” la experiencia de evitar el estímulo molesto, pero las que habían tenido la posibilidad de explorar ese ambiente (entre una hora y una hora y media antes del entrenamiento), y se habían habituado a ese contexto, formaron una memoria normal. Es decir que aprendieron y recordaron cómo evitar un estimulo desagradable. “No se podían distinguir en su comportamiento de los animales cuyos receptores no habían sido inhibidos, destacó Jerusalinsky. “Los experimentos demostraron el ‘efecto anti-amnésico’ de la experiencia previa”.
Ensayos bioquímicos mostraron que luego de esa experiencia de habituación a un ambiente, se producían cambios neuroquímicos en el hipocampo de las ratas. “Se modificaron algunas proteínas que forman parte del receptor NMDA”, afirmó la investigadora del CONICET.
Este tipo de estudios contribuyen a ampliar la comprensión de los mecanismos de ciertas funciones cognitivas como la memoria, que están afectadas en la enfermedad de Alzheimer y en otras patologías. “Estamos realizando investigaciones similares en ratas transgénicas que son un modelo de la enfermedad de Alzheimer. Y por supuesto, los resultados pueden tener implicancias en el aprendizaje”, afirmó la doctora Jerusalinsky.
Ir a pasear a algún barrio o a un shopping donde una persona no había ido, antes de estudiar, ¿podría mejorar el rendimiento de su memoria cuando estudia o experimenta algo que no quiere que se borre? “Podría tratarse de eso. Hacer alguna actividad breve, no estresante, que despierte nuestro interés y dé lugar a un aprendizaje, podría ayudar a la tarea de aprendizaje posterior; pero esto es sólo una conjetura, ya que este mecanismo se puso en evidencia en condiciones de amnesia”, indicó Jerusalinsky. “Además, nuestro trabajo se realizó en un modelo animal que, si bien comparte información genética, estructuras y funciones con los humanos, carece de algunos aspectos más complejos de nuestro cerebro. Es necesario hacer otras investigaciones para saber qué sucede en las personas.”
En el trabajo, publicado en la revista científica “Journal of Physiology-Paris”, también participaron las doctoras María Verónica Baez, Natalia Colettis y Marina Snitcofsky, la biotecnóloga Magali Cercato, el doctor Edgar Kornisiuk y la bioquímica Alejandra Aguirre, del LaNyN, en el IBCN.
La doctora Diana Jerusalinsky, directora del Laboratorio de Neuroplasticidad y Neurotoxinas (LaNyN), del Instituto de Biología Celular y Neurociencias (IBCN), que depende de la Universidad de Buenos Aires y del CONICET, e integrantes de su equipo.