Una red nacional de laboratorios analiza las características que darían sabor y aroma exquisitos a un grupo de variedades andinas. Aspiran a que puedan cultivarse en distintas zonas y llegar a las verdulerías del país.
(10/12/2014 – Agencia CyTA-Instituto Leloir – Por Soledad Llarrull)-. Mientras muchos argentinos se quejan de que hoy solamente se consiguen tomates desabridos, pobladores de zonas andinas cultivan en sus huertas variedades “criollas” exquisitas. Ahora, una red de científicos busca develar los fundamentos biológicos de esos atributos para que, en el futuro, la producción se difunda y pueda llegar a todas las verdulerías del país.
“Estos tomates nos interesan particularmente porque tienen muy buen sabor y aroma. En cambio, los que encontramos en el mercado se seleccionan por otros factores, como tamaño, forma y comportamiento poscosecha”, destacó la doctora Estela Valle, directora del proyecto e investigadora principal del CONICET en el Instituto de Biología Celular y Molecular de Rosario (IBR), que depende también de la Universidad Nacional de Rosario.
Los científicos analizaron diez variedades de tomates sobre un total de 68 que fueron cedidas por pobladores de Jujuy, Catamarca, Salta y Tucumán, entre otras regiones, y que están almacenadas en un banco de semillas de la Estación Experimental Agropecuaria La Consulta del INTA, en Mendoza. Todos habían sido originalmente cultivados entre 1.800 y 2.100 metros sobre el nivel del mar.
Al comparar los tomates más sabrosos con otros sin esas propiedades, los investigadores hallaron diferencias en la actividad genética que podrían incidir en la producción de ciertas sustancias volátiles, como los terpenoides. Eso explicaría el mejor aroma de las variedades criollas, pero, por ahora, “se trata de una hipótesis”, señaló Valle, quien junto a su becaria doctoral Matilde D´Angelo presentó los resultados en la última reunión anual de la Sociedad Argentina de Investigación Bioquímica y Biología Molecular, en Rosario.
Las variedades criollas tienen otra ventaja: no son híbridas, sino estables. Esto permitiría reproducir siempre la misma planta a partir de sus semillas y obtener en distintas regiones del país tomates con las características deseadas por los consumidores. Sin embargo, Valle señaló que todavía no están adaptadas al cultivo y a la comercialización a gran escala. “Por ejemplo, no se evaluó aún si son resistentes a pestes que afectan a los sitios de producción. Tampoco se sabe cómo se adaptan a estos lugares. Además, son plantas de aspecto silvestre, altas y con muchas hojas; y al productor le interesa una planta más chica, que dé muchos frutos”, detalló la investigadora.
Por lo pronto, Valle inició otra línea de investigación para estudiar el cultivo de estas variedades andinas en la zona de Rosario. “Queremos ver si mantienen su calidad en un ambiente distinto en cuanto al suelo, a la luz y a la humedad. Nos proponemos estandarizar las condiciones de crecimiento en invernáculo para poder así extenderlo a otras zonas del país. Nuestro interés se centra en la producción de tomates que se consumirán frescos, ya que a esos uno les siente el sabor natural”, destacó.
Del proyecto también participan grupos encabezados por Iris Peralta, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo; Fernando Carrari, del INTA-Castelar; y Ramón Asís, del Centro de Investigaciones en Bioquímica Clínica e Inmunología de la Universidad Nacional de Córdoba.
La Dra. Estela Valle junto a los integrantes de su equipo de trabajo
Cultivo de tomates.