Así lo revela un estudio que analizó una colección de 624 mil especies registradas desde 1753 hasta 2013. Sin embargo, la participación femenina creció a lo largo del siglo XX.
(01/06/2015 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller)-. A fines de la década del ‘80, la botánica argentina Encarnación Rosa Guaglianone analizó unas muestras recolectadas en Misiones y descubrió una nueva especie de ciperácea, una familia de plantas que se emparentan con los juncos. La nombró Cyperus burkartii, en honor al ingeniero agrónomo y botánico Arturo Burkart, su primer director en el Instituto de Botánica Darwinion, en los suburbios de la Ciudad de Buenos Aires. No fue un hecho aislado. Fallecida el año pasado, a lo largo de su extensa carrera Guaglianone identificó o participó en el “bautismo” y clasificación oficial de casi dos decenas de especies y variedades vegetales.
Sin embargo, puede decirse que Guaglianone logró abrirse paso en un terreno dominado históricamente por hombres. Según un nuevo estudio publicado en la revista “Taxon”, de las 624.000 especies de plantas clasificadas en el mundo entre 1753 y 2013, menos del 3 por ciento fueron nombradas por mujeres.
“Pese a la tradicional imagen de la botánica como una actividad femenina, la contribución de las mujeres en la autoría de especies no se reflejó significativamente hasta el siglo XX, alrededor del mismo tiempo que otras ramas de la ciencia”, escribieron las autoras del relevamiento, lideradas por la doctora María Vorontsova, del Real Jardín Botánico de Kew, en el Reino Unido.
La primera planta nombrada por una mujer fue un jengibre salvaje del sudeste asiático, Amomum verum Blackw, clasificada en 1757 por la artista y empresaria escocesa Elizabeth Blackwell.
“En el pasado, sólo los hombres tenían acceso a realizar viajes exploratorios para coleccionar plantas en busca de nuevas especies”, señaló la doctora Sandra Aliscioni, del Instituto Darwinion, dependiente del CONICET y de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
En relación a la Argentina, “también las mujeres comenzamos a ocuparnos del estudio de las plantas más tardíamente”, indicó Aliscioni. Aunque la situación empezó a revertirse. Para citar un ejemplo, desde el año 1978, la Sociedad Argentina de Botánica entrega el Premio “Lorenzo Parodi”, como estímulo a los jóvenes que han decidido consagrarse a la investigación botánica. Hasta 1994, todos los ganadores habían sido hombres, y recién en 1995 lo recibió la primera mujer, Sandra Myrna Díaz. En la década siguiente, otras siete mujeres fueron distinguidas.
El estudio liderado por Vorontsova también documentó este crecimiento. La contribución de las mujeres a los nuevos nombres de especies, que rondaba el 1 por ciento en 1900, hoy ya representa el 12 por ciento. En el mismo Instituto Darwinion, donde trabajó Guglianone, hoy 13 de los 17 investigadores son mujeres. Y las becarias de sexo femenino duplican a sus colegas varones. “En la actualidad, los hombres y mujeres que trabajamos en la ciencia de las plantas estamos comprometidos de igual manera en estos temas”, dijo Aliscioni.
La doctora Sandra Aliscioni, del Instituto de Botánica Darwinion, dependiente del CONICET y de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.