El hallazgo sienta bases para el desarrollo de anticonceptivos masculinos y de mejores técnicas de reproducción asistida.
(26/02/2016 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. Científicos argentinos describieron proteínas claves para el proceso de fertilización y para la fertilidad, lo que podría permitir, en el futuro, el desarrollo de anticonceptivos masculinos, hoy ausentes en el mercado. El hallazgo también podría mejorar las técnicas de reproducción asistida.
En uno de los estudios, realizado en ratones, los investigadores del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME), en Buenos Aires, identificaron una proteína, CRISP1, que actúa como una especie de “imán” de los gametos en el proceso reproductivo. Por un lado, las que están en el espermatozoide le confieren la capacidad de reconocer y fertilizar al ovocito. Por el otro, las que se ubican en la cubierta del ovocito atraen químicamente a los espermatozoides.
CRISP1 es fabricada por un órgano adosado al testículo, el epidídimo. Y según el trabajo publicado en “The Journal of Cell Biology”, esta actividad de “quimioatracción” se vincula a su efecto regulador del principal canal de calcio del espermatozoide, CatSper, clave para la fertilización.
De acuerdo a la doctora Patricia Cuasnicú, investigadora del CONICET y jefa del Laboratorio de Mecanismos Moleculares de la Fertilización del IBYME, es necesario confirmar que la misma proteína se encuentra en seres humanos. En ese caso, el hallazgo propiciaría el desarrollo de nuevos anticonceptivos y “también podría ser de utilidad para seleccionar los espermatozoides más apropiados para las técnicas de fertilización in vitro”, dijo a la Agencia CyTA-Leloir.
En un segundo estudio, publicado en enero en la revista “Molecular Human Reproduction”, Cuasnicú y sus colegas comprobaron en ratones que otra proteína relacionada, CRISP2, es crítica para posibilitar que el espermatozoide penetre las diferentes envolturas del ovocito y lo fecunde. El descubrimiento permitiría explicar por qué algunos hombres con infertilidad tienen niveles más bajos de CRISP2.
La doctora Patricia Cuasnicú (izq.), investigadora del CONICET y jefa del Laboratorio de Mecanismos Moleculares de la Fertilización del IBYME, e integrantes de su grupo.