Las llamadas “chaquetas amarillas” ingresaron al país desde Chile en 1979 y se instalaron en la región andina, desde San Juan hasta Tierra del Fuego. Además de picar, pueden morder la piel con sus mandíbulas. Y llegaron a verse en el sur de la provincia de Buenos Aires.
(02/0372016 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. Por estos días, diversos medios nacionales alertaron sobre la mayor presencia de las avispas “chaquetas amarillas” en distintas zonas rurales y urbanas de Tierra del Fuego, una provincia en la que se las registra desde febrero de 2013. El fenómeno grafica la dispersión de esta especie invasora que, desde que ingresó al país en 1979 procedente de Chile, ha sido capaz de expandirse hasta 200 kilómetros por año a lo largo de la región andina. Y ha llegado a verse en el sur de la provincia de Buenos Aires.
Las “chaquetas amarillas” o avispas alemanas, cuyo nombre científico es Vespula germanica, “forman nidos de hasta 5000 individuos, por lo que pueden alcanzar altas densidades y ser enormemente molestas”, explicó a la Agencia CyTA-Leloir el doctor Luis Alberto Quesada Allué, investigador principal del CONICET y jefe del Laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular del Desarrollo de la Fundación Instituto Leloir (FIL).
Nativas de Europa, norte de África y zonas templadas de Asia, la Base de Datos de Especies Invasoras Globales registra su presencia como especie exótica en nueve países, incluyendo Estados Unidos, Sudáfrica, Australia, Chile y la Argentina. Estas avispas prefieren zonas arboladas con temperaturas medias, aunque pueden adaptarse a distintas condiciones climáticas.
Durante la primavera se alimentan de néctar, frutas, otros insectos e incluso carroña. Pero hacia el fin del verano, sus hábitos carnívoros se intensifican porque aumenta su necesidad de proteínas para alimentar a las larvas. “Cuando perciben moléculas indicadoras de carne, acuden rápidamente”, puntualizó Quesada, quien es especialista en insectos plaga. “Es frecuente que intenten posarse en los alimentos, en picnics y asados, para cortar con sus fuertes mandíbulas pedazos de carne o embutidos”. También son atraídas por heridas de animales, de las que extraen pedazos de carne.
Aunque no buscan atacar a los humanos, las avispas “chaquetas amarillas” producen una picadura muy dolorosa si se las incomoda, manotea o espanta. Peor aún si inadvertidamente se las ingiere o aprieta. “Inicialmente, la o las picaduras provocan dolor, enrojecimiento de la zona, edema y urticaria, ya que su veneno es muy potente”, advirtió Quesada. Además, puede haber fuertes reacciones alérgicas después de unas horas, o incluso una reacción generalizada (anafilaxia) en personas sensibles que requiere de la inyección urgente de adrenalina para evitar la asfixia por edema de glotis u otras complicaciones severas.
De acuerdo al investigador, la mejor manera de combatir a esta plaga es el uso de cebos tóxicos, generalmente carne picada con el insecticida fipronil. “Los cebos tienen el inconveniente de que pueden matar otros insectos, pero son muy efectivos porque la avispa lleva el cebo a la colmena, multiplicando su efecto”, subrayó.
Desde que ingresaron al país por el norte neuquino, estas avispas carnívoras se instalaron desde San Juan hasta Tierra del Fuego. También se han expandido a lo largo del valle del Río Negro y han llegado al sur de la provincia de Buenos Aires, “pero es altamente improbable que en el corto plazo se afinquen en la pampa húmeda”, concluyó Quesada.
Las avispas “chaquetas amarillas” ingresaron a Argentina en 1979 y se establecieron en la región andina, desde San Juan hasta Tierra del Fuego.