El neurocientífico Horacio de la Iglesia, egresado de la UBA y jefe del Laboratorio de Relojes y Ritmos Biológicos en la Universidad de Washington, en Estados Unidos, analiza el impacto de la luz artificial sobre los ciclos de sueño.
(16/09/2016 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. La exposición intensa y sostenida de luz artificial desde que fuera inventada la electricidad comenzó a provocar cambios en el ciclo del sueño de millones de personas. Y está realidad comenzó a intensificarse con el empleo masivo de computadoras, televisores, celulares inteligentes y tablets, lo cual puede incidir no sólo en síntomas como somnolencia e irritabilidad sino también en el desarrollo de enfermedades tales como cáncer, diabetes y obesidad.
“Una estrategia para tener una idea de cómo puede haber sido el ciclo del sueño en tiempos ancestrales es estudiar poblaciones humanas que viven en ‘condiciones pre-industriales’, por ejemplo, en zonas poco urbanizadas, sin luz y sin acceso a medios masivos de comunicación”, señaló a la Agencia CyTA-Leloir el doctor Horacio de la Iglesia, egresado como biólogo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y jefe del Laboratorio de Relojes y Ritmos Biológicos del Departamento de Biología de la Universidad de Washington, en la ciudad de Seattle, Estados Unidos.
Precisamente, De la Iglesia, Diego Golombek, investigador del Conicet en la Universidad de Quilmes, y otros colegas, son pioneros en estudiar el ciclo del sueño fuera de condiciones de laboratorio en dos comunidades Toba/Qom de la provincia de Formosa, quienes dieron su consentimiento para participar en el trabajo. Extracto de la entrevista:
¿Qué información generaron los últimos estudios realizados en Formosa?
Al estudiar a los Toba/Qom, encontramos que aquellas comunidades que no tienen electricidad duermen por día aproximadamente una hora más que las que sí tienen. Este ciclo de sueño cambiado se debe, en parte, a que las personas con electricidad se acuestan más tarde. Y tienen el reloj atrasado, lo que confirmamos midiendo el ritmo de liberación de la hormona melatonina (que induce al sueño).
¿Qué es lo que se puede aprender de estos estudios?
Además de demostrar las diferencias de cómo la luz artificial impacta en el funcionamiento del reloj biológico, se plantean diferentes discusiones. En primer lugar, es importante saber que el ciclo de sueño que uno encuentra en poblaciones humanas que viven en condiciones más “naturales” no necesariamente es un punto de referencia para humanos que viven en grandes urbes y ambientes altamente industrializados. Es muy factible que las necesidades de sueño de los porteños sean muy diferentes de las necesidades de sueño de la gente que vive expuesta a los elementos de la naturaleza en el Gran Chaco.
¿Qué respondería ante la pregunta de cuánto sueño diario necesitamos?
Uno debe ser cuidadoso con las conclusiones que saca acerca de ese punto. Uno podría fácilmente sobre- o subestimarlas basándose en estudios hechos en comunidades que tienen un acervo genético (ascendencia) muy diferente o comunidades que viven en lugares muy diferentes al que vivimos nosotros. Por ejemplo, nuestra investigación claramente muestra que el acceso a la electricidad acorta el sueño diario, probablemente debido al acceso a la luz eléctrica, pero es difícil determinar si esto perjudica o no a los Toba/Qom que duermen menos.
¿No hay, entonces, un valor de referencia fijado sobre cantidad de horas de sueño recomendadas?
La gran mayoría de los expertos en sueño estamos de acuerdo en que actualmente no dormimos lo suficiente y que esto tiene consecuencias negativas para la salud. Sin embargo, no existen medidas estándar para cuanto sueño uno necesita, y esto puede variar entre comunidades y entre personas dentro de la misma comunidad.