El gen, que se llama “Zonda” como el viento que sopla en Cuyo, desempeña un papel crucial en la regulación de la autofagia: el procedimiento por el cual las células degradan y reciclan parte de sus propios componentes para mantener el equilibrio interno.
(Agencia CyTA-Fundación Leloir)-. La autofagia, una especie de auto-canibalismo de las células que les permite sobrevivir cuando enfrentan condiciones adversas y cuya alteración puede dar lugar a enfermedades como el cáncer y el alzheimer, cobró notoriedad cuando en 2016 ganó el Nobel de Medicina un investigador japonés (Yoshinori Ohsumi) que identificó por primera vez los mecanismos genéticos básicos que regulan la autofagia en levaduras.
Ahora, un estudio internacional liderado por científicos argentinos reveló un gen esencial, bautizado “Zonda”, para que pueda llevarse a cabo la autofagia.
En estudios con moscas del vinagre (Drosophila melanogaster), los investigadores revelaron que Zonda cumple una función temprana y crucial frente a la falta de nutrientes: digita o regula la formación de ciertas estructuras, llamadas “omegasomas”, que son precursoras de los autofagosomas donde se degradan y reciclan los materiales de todas nuestras células, lo cual es absolutamente necesario para que la célula continúe viviendo especialmente cuando los nutrientes escasean.
“Ese gen cumple un papel fundamental”, resumió la primera autora, la doctora Mariana Melani, investigadora adjunta de CONICET en el Laboratorio de Genética y Fisiología Molecular dirigido por el doctor Pablo Wappner en la Fundación Instituto Leloir.
Para llegar a esa conclusión, Melani y sus colegas estudiaron dos grupos de moscas: unas normales y otras mutantes con el gen Zonda bloqueado. Cuando las segundas fueron expuestas a una restricción nutricional de 4 a 6 horas, fueron incapaces de adaptarse a esa situación a través del proceso de autofagia.
El resultado puede tener implicancias más allá de los insectos: un 75 % de los genes asociados con enfermedades genéticas que afectan a las personas tienen su contraparte en el genoma de la mosca Drosophila melanogaster.
Históricamente, el grupo del doctor Wappner se dedica al estudio de los mecanismos de adaptación celulares y moleculares frente a bajas concentraciones de oxígeno, un fenómeno que ocurre en infartos, accidentes cerebrovasculares y otros eventos. Y fue una científica sanjuanina de su laboratorio, Nuria Romero, quien bautizó a ese gen con el nombre del viento que sopla en su provincia. “No imaginábamos que Zonda nos iba a ‘soplar’ hacia el campo de la autofagia”, señaló Melani, quien agregó que las implicancias clínicas del hallazgo básico “se irán vislumbrando con más investigación de calidad sostenida a lo largo del tiempo”.
El estudio fue publicado en la revista “Molecular Biology of the Cell”. Y también participaron otros investigadores del Instituto Leloir; del CONICET; de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA; de la Universidad Nacional de Cuyo; de la Universidad de Tromso, en Noruega; y de la Universidad Eötvös Loránd, en Hungría.