La “radiografía” de los galardonados refleja la falta de equidad de género en este campo. “Es importante aunar esfuerzos para eliminar las barreras que enfrentan las mujeres dentro del sistema científico”, sostuvo la Dra. Ángeles Zorreguieta, directora de la Fundación Instituto Leloir.
(Agencia CyTA-Instituto Leloir)- Todos los ganadores del Nobel 2017 en Medicina, Física y Química (9) fueron hombres. Lo mismo ocurrió en 2016. Y, en la última década, la proporción de premiadas en ciencias apenas fue mejor: 6 de 75, o el 8%. En Física, en particular, hay que remontarse a más de medio siglo para encontrar a la última mujer laureada, la estadounidense de origen alemán Maria Goeppert-Mayer.
Estos datos reflejan la falta de equidad de género en este ámbito, tal cual lo reconoció la Asamblea General de las Naciones Unidas cuando dispuso en 2015 que todos los 11 de febrero se celebre el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
La disparidad se refuerza con otras estadísticas. De acuerdo con un reciente informe de la UNESCO, las mujeres constituyen solo un 28% de los investigadores a nivel mundial. Y según cifras oficiales del CONICET, actualmente el 53% de los integrantes de la Carrera del Investigador Científico y Tecnológico (CIC) son mujeres, aunque su presencia disminuye a medida que se analizan las categorías más altas.
“Es muy positivo y alentador que en nuestro país la participación de las mujeres en la ciencia sea alta en comparación a otros países. No obstante, es importante aunar esfuerzos para eliminar las barreras que enfrentan dentro del sistema científico para que puedan así desarrollar su talento y capacidades de manera plena”, afirmó a la Agencia CyTA-Leloir la doctora Angeles Zorreguieta, directora de la Fundación Instituto Leloir (FIL) y la primera mujer en asumir ese cargo.
Para la doctora Andrea Gamarnik, directora del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires, unidad de doble dependencia creada por la FIL y el CONICET, “hay que empezar a trabajar desde la escuela primaria y enseñarles a las chicas y chicos que las carreras científicas son tanto para mujeres como para hombres. Hay que incentivar la curiosidad y hacerlos pensar por igual”.
El año pasado, en un diálogo con la Agencia CyTA-Leloir, la socióloga e historiadora Dora Barrancos, ex directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, había alertado que la ciencia es también un “reservorio de conductas patriarcales”. “Hay que conmover a la comunidad científica con evidencias de la disparidad, así como también sacudir la subjetividad de las propias mujeres”, instó.
El rol devaluado de la mujer en la interpretación de quienes designan a los ganadores del Nobel ya había sido denunciado. Por ejemplo, el trabajo de la química inglesa Rosalind Franklin, clave para describir la estructura del ADN, fue soslayado cuando tres hombres (Francis Crick, James Watson y Maurice Wilkins) recibieron el galardón en 1962.
Hannah Devlin, corresponsal de ciencia de “The Guardian” de Londres, protestó meses atrás: “Cuando, año tras año, la demografía de los ganadores perpetúa un estereotipo arraigado de viejos hombres blancos como los únicos héroes de la ciencia, parece razonable preguntarse si esa es realmente la imagen que el comité Nobel desea proyectar al mundo”.