El mejillín, un diminuto molusco que apareció hace más de 5 millones de años, es víctima de las actividades portuarias y puede servir para alertar sobre el impacto más amplio de la polución en los ecosistemas.
(Agencia CyTA-Fundación Leloir)-. El mejillín común o Brachidontes rodriguezii, un molusco bivalvo del Atlántico Sur que mide hasta 2 cm, podría haberse originado a fines del Mioceno, hace más de 5 millones de años.
Sin embargo, quizás nunca en su historia haya estado expuesto al nivel de “estrés” ambiental que hoy soporta en las aguas del puerto de Mar del Plata, según advierten investigadores del CONICET y del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”.
Los nuevos datos sugieren que el mejillín podría servir como herramienta “centinela” para alertar precozmente sobre la contaminación de las aguas y su eventual impacto sobre los ecosistemas marinos, incluyendo especies de interés comercial.
La doctora Florencia Arrighetti, investigadora del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, encabezó el nuevo estudio, publicado en la revista “Marine Pollution Bulletin”. Junto a colegas de su institución, analizaron células y tejidos de la glándula digestiva, gónadas y branquias de una muestra de ejemplares de ese molusco recogidos en la zona del puerto de Mar del Plata y otras áreas costeras.
Los científicos comprobaron la asociación entre atrofias, procesos de inflamación y otras alteraciones del molusco, “algunas de ellas muy graves”, y la exposición a contaminantes derivados de la actividad portuaria: desde metales pesados e hidrocarburos hasta compuestos que se usan como pintura antiincrustante en los cascos de los barcos.
El mejillín “es una especie indicadora sensible que puede actuar como señal de advertencia temprana de polución en el ecosistema y puede ser usada para estudios de monitoreo a largo plazo, dado que acumula y refleja los niveles de contaminantes presentes en las aguas y sedimentos”, afirmó Arrighetti.
La bióloga añadió que podría ser un centinela “ideal”, ya que es una especie fácil de juntar y abundante.
Por otra parte, Arrighetti aclaró que Brachidontes rodriguezii no es comestible para seres humanos ni es consumido por ningún pez de interés comercial, pero que otras especies similares sí podrían presentar las mismas patologías en caso de estar expuestas a contaminación. “Esto, eventualmente, podría representar un riesgo para la salud si se ingieren”, agregó.
Del estudio también participaron Sonia Landro, Pablo Penchaszadeh, Valeria Teso y María Elisa Lambre, del CONICET y del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”