La “yerba loca” mató a 63 de 70 vacas en un establecimiento ganadero de la Patagonia. El hallazgo de investigadores de INTA Bariloche ya está siendo difundido entre los productores para tomar medidas.
(Agencia CyTA-Fundación Leloir)-. Científicos del INTA Bariloche comprobaron en 2016 que un brote de envenenamiento provocado por una planta conocida popularmente como “yerba loca” o “garbancillo” (Astragalus pehuenches) causó la muerte de 63 de las 70 vacas que pastaban en un establecimiento ganadero de la Patagonia. Desde entonces, los productores donde crece la hierba están tomando conciencia para tomar recaudos.
Algunos de sus signos que presentaron las vacas fueron pérdida progresiva de peso, ataxia (falta de coordinación de los movimientos), temblores y muerte.
Aunque ya se había descripto en Argentina la muerte de caballos y ovejas por la ingesta de esta planta, “es la primera vez que se reporta lo mismo en vacas para nuestro país y nuestra región”, afirmó el director del estudio que identificó la causa del fenómeno, Carlos Robles, médico veterinario egresado de la Universidad Nacional de La Plata y cofundador hace 40 años del Grupo de Investigación en Salud Animal de la Estación Experimental Agropecuaria Bariloche del INTA.
Tal como reveló la revista “Toxicon”, Robles y su equipo analizaron muestras del sistema nervioso de las vacas cuyos síntomas comenzaron a manifestarse a mediados de 2016 en campos cercanos a la localidad de Maquinchao, en Río Negro, unos 280 km al este de Bariloche. Todos los ejemplares habían pastado en un prado de 2700 hectáreas, donde los investigadores identificaron tres “parches” de yerba loca de unas 15 hectáreas cada uno.
Lo malo es que resultaron atractivas para el ganado. Los análisis en heces de animales afectados, realizados por la ingeniera Laura Borrelli, de INTA Bariloche, revelaron que su dieta estaba compuesta en un 22% de plantas de la yerba loca, 48% de pasto, 10% de arbustos y 20% de otras hierbas.
“Estudios químicos realizados en Estados Unidos mostraron que las muestras de yerba loca contienen elevados índices de swainsonina, un alcaloide altamente dañino para el sistema nervioso”, afirmó Robles quien también es referente a nivel nacional sobre enfermedades de ovinos, caprinos y camélidos sudamericanos. Y agregó que los niveles medidos estaban 96 veces por encima del umbral de toxicidad definido como tóxico para el ganado.
Los resultados de las autopsias realizadas por otro integrante del equipo de investigación, el doctor Agustín Martínez, revelaron una serie de lesiones en el sistema nervioso de las vacas afectadas: alteraciones en los núcleos y axones de las neuronas y la presencia de vacuolas o “cavidades” en el citoplasma de esas células. Asimismo, observaron daños degenerativos en las células de Purkinje del cerebelo y en neuronas de un segmento del tronco encefálico que cumple múltiples funciones vitales del organismo.
“Teniendo en cuenta los altos niveles tóxicos de swainsonina en Astragalus pehuenches, su amplia distribución en el norte de la Patagonia, y el mal estado de los pastizales naturales que llevan a los animales a consumir esta hierba, concluimos que lo productores deben estar atentos al control mecánico o químico de la planta a fin de evitar nuevos casos”, afirmó Robles.
Robles había liderado un estudio previo que demostró por primera vez en nuestro país que la ingesta de yerba loca provocó la muerte de 220 ovejas Merino adultas de un total de 300 en otro establecimiento cercano a la localidad de Maquinchao.
De acuerdo con un relevamiento impulsado por Robles, el área de distribución del Astragalus pehuenches comprende el sur de Río Negro, oeste de Neuquén y norte de Chubut.
“A la luz de estos trabajos, los productores van tomando conciencia del problema y se están evaluando medidas para prevenir las intoxicaciones del ganado por estas plantas, como es el manejo diferencial del pastoreo en las épocas de riesgo (verano y otoño), o control de la planta mediante la aplicación de herbicidas cuando su distribución está concentrada”, afirmó Robles, quien agregó que “otra alternativa sería generar aversión en los animales al consumo de la planta”.
Del estudio, descrito a comienzos de este año en la revista “Toxicon”, también participaron Catalina Lauroua, pasante de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, y el doctor Dale Gardner, del Laboratorio de Investigación de Plantas Tóxicas del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.