La bióloga Agustina Rimondi, del instituto de virología del INTA, participó del grupo que halló variantes de coronavirus (diferentes a SARS-CoV-2) en esos mamíferos voladores por primera vez en Argentina. “Es necesario hacer una vigilancia en ese reservorio animal para conocer si en ellos circulan posibles agentes infecciosos para los seres humanos”, señaló.
(Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. El estudio de enfermedades virales en murciélagos cobró mayor importancia en los últimos años por su capacidad de propagar enfermedades virales a otros animales y, en particular, a los seres humanos. De hecho, hay datos científicos que sugieren que el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 tiene su origen en alguna de las muchas especies de murciélagos de herradura, aunque todavía faltan estudios para confirmarlo.
Para Agustina Rimondi, bióloga y doctora en química biológica egresada de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA quien integra el Centro de Investigación en Ciencias Veterinarias y Agronómicas del INTA (CICVyA), en Castelar, la hipótesis no es sorprendente: participó de la primera investigación que permitió identificar variedades de coronavirus (diferentes a SARS-Cov-2) en murciélagos que circulan en Argentina.
Aunque los murciélagos cumplen múltiples funciones beneficiosas en el medio ambiente, como la polinización, el control de plagas de cultivos o la fertilización de los bosques, “hasta el momento se han reportado más de 60 virus que pueden ser transmitidos a las personas por diferentes especies de estos mamíferos, por lo que son considerados la mayor fuente de virus zoonóticos en el mundo”, afirmó Rimondi, quien trabaja en el Instituto de Virología de ese centro del INTA.
Entre los más importantes patógenos originados en murciélagos se encuentran el virus de la rabia, el del Ébola y los coronavirus SARS y MERS, causantes de las pandemias originadas en Asia en 2003 y 2013 respectivamente.
“Creo que es importante impulsar el estudio de patógenos en animales principalmente porque, en las últimas décadas, el 80% de las emergencias en salud pública se han producido por eventos zoonóticos”, señaló Rimondi.
En diálogo con la Agencia CyTA-Fundación Leloir, Rimondi comenta los desafíos que plantea la pandemia del nuevo coronavirus y describe sus investigaciones centradas en el hallazgo de otras variedades de coronavirus en murciélagos de nuestro país.
A la luz de la pandemia actual, ¿debería impulsarse más el estudio de enfermedades virales en animales para prevenir epidemias y nuevas pandemias?
No sé si podrán evitarse futuras epidemias o pandemias, pero, seguramente, el conocimiento adquirido sobre los agentes infecciosos que circulan en animales pueda ser utilizado para avanzar más rápidamente en las estrategias de control de aquellas enfermedades que puedan afectar al hombre. Es sumamente importante en primera instancia identificar estos patógenos, para luego estudiar la biología, el mecanismo de infección, la replicación, la patogenia, la transmisión y también su evolución, así como la respuesta inmune en el hospedador.
Usted participó de una investigación (“Vigilancia de enfermedades zoonóticas virales transmitidas por murciélagos”), presentada y distinguida en el XII Congreso Argentino de Virología, de 2017, que consistió en realizar una vigilancia activa sobre diferentes especies de murciélagos que habitan en la Argentina. ¿Qué virus buscaban?
Los Bat-FLUAVs, que son los virus de influenza A asociados a murciélagos, que se encontraron por primera vez en murciélagos de Guatemala y Perú en 2009 y 2010. Y también coronavirus.
¿Por qué buscaban a ambos?
En el humano, muchas veces, los cuadros de gripe o resfríos se dan por una coinfección de diversos patógenos, entre los cuales se hallan los virus de influenza estacional y alguno de los coronavirus totalmente adaptados a humanos. Queríamos saber si hallábamos a los dos virus en el mismo reservorio animal.
Pero encontraron solo a los coronavirus. ¿Cuáles eran?
Los coronavirus que encontramos en los murciélagos que estudiamos pertenecen al grupo de los alfa-coronavirus. Así como existe una enorme diversidad de subtipos del virus de influenza A, los coronavirus se clasifican en cuatro grupos o géneros: alfa, beta, gamma y delta según sus propiedades antigénicas y relación filogenética. Esto no descarta la posibilidad de que haya otros coronavirus en otras especies de murciélagos e incluso en las mismas, pero en regiones distintas del país. El SARS-CoV-2 es diferente a los que encontramos nosotros, pertenece al grupo beta.
¿Su estudio fue pionero en el país?
En un punto sí. Haber detectado por primera vez coronavirus en poblaciones de murciélagos de la Argentina es como encontrar la punta del ovillo. Ahora hay muchos más estudios que pueden realizarse. Por ejemplo, secuenciar otras proteínas del virus nos va a permitir comparar mejor nuestros virus con los estudiados por otros científicos del mundo. Como hay muy poca información disponible sobre los virus que circulan en murciélagos de otros países de América del Sur, es imposible asegurar la procedencia de nuestros alfa-coronavirus. Es necesario aumentar el conocimiento de los coronavirus en reservorios silvestres en Argentina y otros países de la región.
¿Hay datos de prevalencia en Argentina de personas afectadas por los coronavirus que ustedes detectaron en los murciélagos?
No, y tampoco creo que haya personas afectadas por los alfa-coronavirus que encontramos nosotros. Si bien los murciélagos son portadores de varios virus que pueden ser potenciales virus zoonóticos, es poco común que efectivamente los transmitan a los humanos. Para ello deben darse muchas circunstancias simultáneamente, sobre todo, el estrecho contacto entre ambos. Respecto a esto último, es importante considerar que estos animales evaden cualquier tipo de contacto con las personas. Cuando se ve un contagio de animales silvestres al hombre, es por la propia invasión nuestra sobre sus ecosistemas.
Usted y sus colegas tomaron muestras de hisopados bucales, hisopados anales y colecta de heces de murciélagos. ¿A qué especies pertenecían?
Como resultado del trabajo de campo, se lograron capturar 107 murciélagos insectívoros (58 en Santa Fe y 49 en Córdoba) de nueve especies, entre ellas Tadarida brasiliensis, Eptesicus diminutus, Eptesicus furinalis, Eumops bonariensis, Eumops patagonicus, Molossus molossus y Myotis dinellii. Este trabajo pudo llevarse a cabo gracias a la colaboración de investigadores de diversas instituciones entre las cuales está la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Rosario, eI Instituto de Biología Molecular y Celular del Conicet, el Museo Provincial de Ciencias Naturales “Dr. Ángel Gallardo” de Rosario y el Poultry Diagnostic and Research Center de la Universidad de Georgia de los Estados Unidos.
¿Y qué resultados arrojaron los análisis moleculares de las muestras?
Si bien no detectamos circulación de Bat-FLUAVs en los murciélagos analizados, sí detectamos circulación de coronavirus en dos especies: Tadarida brasiliensis, conocido vulgarmente como murciélago cola de ratón, y Molossus molossus, o moloso cola gruesa chico, provenientes de las provincias de Santa Fe y Córdoba, respectivamente. Los primeros estudios de secuenciación de estos virus confirmaron la circulación de alfa-coronavirus diferentes entre los murciélagos estudiados y que además tienen poca similitud con los encontrados en otras partes del mundo, lo cual los hace únicos.
¿Qué importancia práctica tienen este tipo de investigaciones?
Los hallazgos de este estudio (sumado a la coyuntura mundial actual) demuestran la importancia de realizar vigilancia de enfermedades zoonóticas en los murciélagos que circulan en la Argentina, para así generar datos epidemiológicos en este reservorio animal que permitan conocer si existe circulación de patógenos que puedan afectar a los seres humanos y tomar medidas acordes a futuro.
Hay aproximadamente 1200 especies de murciélagos descriptas en el mundo con amplia distribución. ¿Entre esos murciélagos se pueden transmitir virus y diseminarlos por diferentes regiones del mundo a ecosistemas en los que esos patógenos no existían?
A priori, uno pensaría que sí: que diferentes poblaciones de una misma especie de murciélagos que albergan diferentes virus podrían infectarse unos con los otros. De hecho hay evidencia de contagio de un alpha-coronavirus entre diferentes especies de murciélagos de China y Hong Kong. Hay científicos que estiman que existe un tipo de coronavirus por cada especie de murciélago. Pero, para responder con precisión a esta pregunta, se requiere más evidencia científica. Lo interesante aquí es que, de las cerca de 1200 especies de murciélagos descriptas, 300 están en Sudamérica y 67 en Argentina.
¿Qué cambios son necesarios a la luz de la nueva pandemia y otras enfermedades zoonóticas que afectan a humanos?
Sin dudas, el vertiginoso crecimiento de la población humana afecta, incluso sin quererlo, la vida silvestre invadiendo nichos ecológicos. En este sentido creo que es necesario mejorar la relación de la humanidad con la naturaleza. Pero además es muy importante concientizarnos en que el abordaje de las enfermedades es desde el concepto de “una sola salud”, donde resulta imprescindible implementar políticas en forma coordinada a nivel mundial en la interfaz animal-hombre-ecosistemas.