Los investigadores lograron describir ese fenómeno clave para la supervivencia en ranas punteadas obtenidas en camalotes de Santa Fe y Corrientes.
(Agencia CyTA-Leloir). Científicos argentinos identificaron el sorprendente mecanismo molecular que utiliza una rana sudamericana para camuflarse con el follaje y, de ese modo, evadir predadores, según un estudio que publica la revista “Proceedings” de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS).
Se trata de la rana punteada o Boana punctata, una pequeña rana verde amarillenta que mide entre 3 y 4 centímetros y se distribuye en bosques, pantanos y áreas urbanas de Argentina y la mayoría de los otros países de Sudamérica. Esta rana ya había sorprendido al mundo por su fluorescencia verde, el primer ejemplo en anfibios, que también fue publicada por el mismo grupo en la revista PNAS en 2017.
Ahora, como resultado de una colaboración multidisciplinaria los científicos revelaron el “truco” bioquímico para el camuflaje: la unión de un pigmento llamado biliverdina a una proteína hasta ahora desconocida, BBS o “Biliverdin Binding Serpin”, lo cual permite a la rana adoptar un color verde similar al follaje.
“Identificar esa proteína no fue sencillo”, explicó Lucía Chemes, una de las directoras del estudio e investigadora de CONICET en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIBIO), que depende también de la UNSAM. Pero se pudo lograr mediante una herramienta poderosa, la espectrometría de masa.
“Al unirse a la biliverdina, BBS causa un cambio en el color del pigmento y le permite imitar casi a la perfección el color del follaje donde se posan las ranas”, expresó Chemes, quien desarrolló parte del trabajo como investigadora del Instituto Leloir.
El resultado fue sorprendente, dijo Chemes, porque la nueva proteína pertenecía a una familia muy conocida de proteínas llamadas “serpinas”, aunque no se conocía ningún ejemplo de serpina que fuese capaz de unir a la biliverdina. “Nos resultó muy novedoso”, enfatizó.
Según Sara Bari, también directora del estudio e investigadora del Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía (INQUIMAE), que depende de la UBA y del CONICET, “la proteína BBS cambia la conformación del pigmento biliverdina y así pasa de un color verde, tal como aparece cuando tenemos un hematoma en la piel, a un hermoso a azul verdoso, permitiendo a la rana imitar el color del follaje donde se posa. “Este mecanismo de camuflaje nos sorprendió”, enfatizó.
Otra dificultad para revelar la identidad y función de BBS es que los genomas de los animales tienen muchas copias de genes que fabrican serpinas y el conocimiento de esta familia en anfibios “es prácticamente nulo. A pesar de esta dificultad, pudimos identificar que en todos los casos se trataba de una serpina que se une a biliverdina”, apuntó Carlos Taboada, primer autor del estudio e investigador de la Universidad Duke, Estados Unidos, quien desarrolló parte del trabajo como estudiante doctoral en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN) y en el INQUIMAE. Y agregó que el mismo mecanismo explica la capacidad de camuflaje de un amplio conjunto de ranas arborícolas de América Central, América del Sur, África y Asia.
Además del camuflaje, la BBS podría tener otras funciones y aplicaciones. Por ejemplo, como esa proteína es capaz de absorber y emitir luz en la región del rojo lejano, podría permitir visualizar procesos en el interior de los tejidos. O podría acoplarse a anticuerpos que puedan pegarse a proteínas de interés científico, médico, biotecnológico o industrial, de modo tal de permitir su observación.
El nuevo estudio fue coliderado por Julián Faivovich, del MACN, del CONICET y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Otros científicos argentinos que participaron fueron María Gabriela Lagorio, del INQUIMAE, y Andrés Brunetti, del Instituto de Biología Subtropical, que depende del CONICET y de la Universidad Nacional de Misiones, y Ana Faigón Soverna, del MACN y del CONICET. También firmaron el trabajo colegas de la Universidad de San Pablo y la Universidad Estadual Paulista, ambas de Brasil; de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador; y de las universidades Duke y de Florida Central, Estados Unidos.